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Otro día en Hogwarts, los platos estaban llenos y el desayuno estaba servido, un par de Hufflepuffs mayores ayudaban a los elfos domésticos de las cocinas a servir cantidades generosas de pastel de zanahoria y jugo de calabaza, aunque él prefería desayunar huevos y una buena taza de café.

—Buenos días— saludó una niña de su año, su cabello trenzado caía sobre sus hombros delicadamente, lo que le parecía bastante lindo, ¡y era tan brillante! Ojalá él también tuviera un cabello tan lindo como el de ella, eso le recordaba la vez en que...

—¡Neville!— gritó la niña a su lado, sacando al pobre Neville de sus pensamientos.

—Perdón, ¿qué decías Hannah?— espabiló rápidamente, la niña de trenzas rió por lo bajo.

—Tan despistado como siempre— dijo un niño justo frente a él.

—Déjalo en paz, Justin, sabes que a Neville no le gustan los lunes— riñó Hannah defendiendo a Neville, que en ese momento apenas prestaba atención a la discusión de ambos chicos, concentrándose en sus huevos a medio comer y su café frío.

—No es que no me gusten, es solo que...

—Tenemos clase doble con Snape, lo sabemos Neville— suspiró Justin—. ¡Genial! Ahora yo también estoy deprimido.

—Vamos, no es tan malo, los Ravenclaw son amables ¡el otro día uno me ayudó a terminar mi poción curadora de forúnculos! Pensé que el profesor Snape nos reñiría a Susan y a mi por no poder completarla a tiempo— suspiró aliviada, el profesor Severus Snape podía ser muy aterrador si se lo proponía.

Neville recordaba ese incidente, él había estado emparejado afortunadamente con uno de los Ravenclaw, si mal no recordaba, Terry Boot, quien le había ayudado con los tiempos en que debía introducir las cosas al caldero y habían terminado en tiempo récord, claro que él también temía al profesor de pociones, a las oscuras mazmorras y al frío polar que había por alguna razón en ese salón en particular. Neville jugó con su comida por un momento, notando que la horda de Slytherin atravesaban la puerta del Gran Comedor con las cabezas bien en alto, oh se veían tan unidos, como una elegante orquesta de música clásica muggle, de esa música que le encanta a su abuela.

No era que no le gustaba su casa, ¡claro que no! Hufflepuff era una casa muy buena, todos eran amigables con todos y las peleas eran solo historias lejanas de otras casas, podías hacer todo lo que quisieras y, lo mejor de todo: los dormitorios estaban justo detrás de las cocinas, no tendría que preocuparse jamás de ser atrapado yendo a las cocinas por algo que picar en la noche.

Pero ¡qué envidia! Todos eran tan perfectos, tan inteligentes, astutos, bellos; si, definitivamente Slytherin era la casa de los sangre pura, no había uno solo de ellos que no se viera galante y orgulloso. Y justo delante de todos, Harry Potter y los hermanos Malfoy bien custodiados como piedras preciosas entre la bola de estudiantes, debía admitir que había sido una sorpresa bastante aturdidora cuando el sombrero gritó fuerte y claro el nombre de la casa de la serpiente, pero ahora que se había acostumbrado a la visión de un grupo tan irreal como el que Harry y los demás Slytherin de su año formaban, supo que realmente pertenecía allí.

Los rumores decían que el niño metamórfago de Slytherin en realidad era descendiente lejano de alguno de los tantos reyes elfos o una reina veela, sus rasgos eran bellos y envidiables para cualquier mujer ¡y qué bonito era! Como una deidad en el mundo de los vivos, sonreía y saludaba con familiaridad a otras casas, ante los ojos asombrados de algunos. Neville lentamente hizo un movimiento con su mano en modo de saludo cuando alegremente El-Niño-Que-Vivió exclamó su nombre.

—Aún no puedo creer que seas amigo de uno de los príncipes de Slytherin— murmuró Hannah haciendo espacio para que Susan se sentara junto a ella.

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⏰ Última actualización: May 02, 2020 ⏰

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O S C U R O [Tomarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora