Capítulo 3: Miradas y Whisky [Editado]

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Capítulo 3: Miradas y whiskey

Había pasado exactamente una semana desde que los altos mandos se habían enterado del pequeño regalo en el escritorio Lucien por parte de los lobos. Estaban coléricos.
Era claramente una declaración de guerra. Los vampiros habían tomado medidas apresuradas con la ejecución del licántropo hace días atrás, lo sabían. Pero el hecho de que había sido atacado el hijo de sus más cercanos aliados políticos, les había puesto en una posición algo comprometedora.

Un pulgoso menos, faltaban miles.

Lucien suspiró en su butaca frente al escritorio. La habitación era enorme aunque no la principal. El dueño de las tierras era uno de los cabecillas de la pirámide de aristócratas. Por supuesto conocía muy bien la situación entre vampiros y licántropos. Como clase alta estaban al tanto de esa realidad, pero al hacer pactos con los chupasangre se veían obligados a guardar el secreto para evitar el pánico colectivo. Su oficina como líder del ejército se encontraba a dos habitaciones de la sala de reuniones principal.

El cuarto estaba completamente a oscuras, a excepción del leve fulgor natural de la noche. Las cortinas que, abiertas de par en par mostraban un enorme ventanal desde el piso hasta el techo detrás del escritorio, dejaba entrar la débil luz de la luna sobre el cielo iluminando así la habitación.

La puerta de la habitación se abrió y entró por esta un humano bien vestido, resultaba ser el mayordomo del lugar.

-Señor, el pequeño amo y su padre se encuentran dormidos en sus aposentos. -manteniendo las manos atrás de su espalda el encargado se quedó de pie, estático en su puesto esperando alguna respuesta por parte del vampiro.

-Gracias Philippe. -la cabellera gris brillaba en su lugar -Iré a dar una vuelta. -el mayordomo hizo una leve reverencia con la cabeza.

Pasaron segundos para que Lucien se encontrara en la puerta del edificio descolgando su abrigo, para luego colocárselo. Le llegaba hasta un poco más abajo de las pantorrillas.
Salió al exterior y el frío de la noche acarició su delicado rostro descubierto.
Fueron cosa de minutos para que el peligris se encontrase en la entrada de la tan famosa zona de paz.

Siendo honesto consigo mismo, le ayudaba a quitarse un peso de encima tener un espacio dónde poder ser un vampiro sin tener pares y pares de ojos llenos de odio iracundo sobre él. Si bien era un espacio mixto, y el rencor entre razas seguía por ambas partes, allí pasaba desapercibido, ambas agrupaciones solo iban a pasar el tiempo y a aparentar tener una convivencia normal entre chupasangres y cuadrúpedos. Nuevamente, eran sólo apariencias.
Una campanilla sonó en la estancia, la puerta se abrió y la cabellera gris característica de Lucien entró al lugar. El espacio estaba bastante tranquilo, como siempre. El bar al que acostumbraba ir nunca se llenaba, lo que le daba un espacio más privado y tranquilo al pálido chico para poder descansar.

-Bourbon, con hielo -pidió el rostro de porcelana al cantinero mientras se sentaba en la barra y colocaba sus brazos sobre la madera. Éste comenzó a prepararlo.

La semana había transcurrido lo suficientemente tranquila como para que Casper no lo encontrase demasiado sospechoso. Realmente era extraño que los vampiros aún no les hubiesen atacado, y eso le tenía sumamente nervioso. ¿Qué deberían hacer? ¿Qué debían esperar? ¿Qué estaban planeando esos hijos de puta? Tenía un sinfín de preguntas y estrategias ya pensadas, pero eso no le ayudaba a calmarse, imposible si en todo lo que pensaba tenía como resultado sangre de los suyos derramada.

Y a causa de aquella ansiedad, era que terminó por salir de su hogar para dirigirse al único lugar donde podía estar en "paz". Algo más bien extraño si se pensaba que era un lugar donde se mezclaba con chupasangres y humanos, pero quizás era gracias a eso mismo que todo era tan tranquilo. Todos fingiendo que las cosas iban bien, sólo almas erradicadas y esperanzadas con que todo estuviera bien.

El chico de tez morena metió las manos a los bolsillos de su largo abrigo negro, y empujó con uno de sus hombros la puerta de aquel bar que, comprobado por él mismo, era uno de los mejores. La luna menguante plateada bordada en su manga derecha era un indicador que todos los del ejército de hombres lobos debían usar incluso si estaban en su momento de descanso, una medida de seguridad que había implantado Nicola para todos los civiles: "Si están en peligro, busquen la luna plateada" así que sí, la mayoría de su ropa tenía aquel símbolo que también llevaba en la piel.

El olor a tabaco y alcohol atacó sus fosas nasales. El olor a sudor, deseo sexual y depresión volviéndose algo amigable a su sensible olfato.

Pasó entre las personas, rápido y elegante, hasta llegar a la barra. En su esquina favorita había un individuo de bonito cabello color plata -"como la luna" pensó- y eso le hizo fruncir el ceño, aunque no detenerse. Casper estaba tan acostumbrado a aquel lugar, que sólo caminó hasta allí y se sentó a su lado, fingiendo no haberlo visto.

-Hola. Un whisky honey, por favor. -Le pidió al cantinero, dando un par de rítmicos golpes contra la madera de la barra.

A su nariz, llegó un aroma demasiado reconocible.

Mierda. No... No. No.

Se tensó por completo, sin tener dificultad para atar cabos.

TRATADO DE PAZ  | [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora