Capítulo 5: Sustos que dan gusto [Editado]

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El viento golpeó el rostro moreno con fuerza una vez salió del bar, el frío se sintió agradable sobre su caliente piel y, de algún modo, le hizo espabilar un poco más. Acababa de hablar con su enemigo natural y, ahora, lo estaba persiguiendo para evitar que fuese a exponer su naturaleza. Ya había visto muchos casos así, y la ejecución era poco decir.

Seguir el aroma del vampiro no fue difícil, ya se había acostumbrado a él, así que cuando a un par de callejones de distancia se encontró con la gris cabellera de Lucien, no se sorprendió en lo más mínimo. Una pequeña farola iluminaba la delgada anatomía del vampiro, haciéndole ver aún más menudo que en el bar. 

Casper se apresuró para alcanzarlo, tomándole de uno de sus brazos para obligarlo a detenerse. A esa hora de la noche eran pocas las personas que andaban por las calles -más que nada prostitutas y hombres demasiado alcoholizados dentro de los bares como para poder caminar- así que prácticamente estaban solos en medio de aquellas altas paredes de ladrillo, y frías calles con faroles que no encendían del todo.

—¿Acaso tienes idea hacia dónde estás yendo? —Dijo Casper de forma cansina, mirando de reojo hacia el fondo de aquel callejón. La Zona Sur no estaba demasiado lejos, y Lucien estaba completamente desorientado. —¿Quieres ser alimento de hombres lobos o qué?
Suspiró. ¿Por qué lo estaba ayudando?

—¡Si se! —respondió Lucien apuntando con su delicado índice hacia el fondo del callejón; solo se observaba otra pared de piedra —... No sé — Definitivamente estaba perdido. Le había pasado otras veces, pero acostumbraba a quedarse vagando por las oscuras calles hasta que esa sensación de mareo se le quitara, luego volvía normalmente a la mansión —Si, me perdí —admitió —pero de todas formas no me pueden hacer nada aquí.

El vampiro volvió a caminar sin rumbo con ambas manos en los bolsillos, colocando un pie muy junto delante del otro, parecía un niño pequeño.

—Oh. Mi...

Casper rodó los ojos y luego comenzó a reír, una risa sincera que iba cargada con cierta ternura por aquellas acciones infantiles del vampiro con más de quinientos años.
Con el cuidado de no dejarlo caer, el moreno le sostuvo del brazo por un par de metros, luego, sólo lo obligó a detenerse una vez más. Tenía una idea de hacia dónde se dirigía el peligris, ya había estado allí antes y por una razón bastante escalofriante, así que lo mejor sería ayudarlo un poco.

—No. Aquí no te pueden hacer nada, pero tú puedes hacer algo sin tener intenciones de. —Dijo con seguridad el moreno, avanzando una vez le soltó hasta ponerse delante de él, dándole la espalda y dedicándole una mirada por encima de su hombro. —Vamos. Sube. Rápido.

Era verdad, en ese estado podía perder el control y nadie quería eso, sobre todo Lucien.
Casper se agachó hasta apoyar una rodilla en el suelo, extendiendo un poco los brazos hacia atrás para, con un movimiento de manos, meterle prisa. Seguramente Lucien no lo había notado, pero sus colmillos estaban siendo más notorios y eso, los podría meter en problemas serios, a ambos.

—Cuando subas, asegúrate de no mirar demasiado a la gente. Tus ojos están cambiando... —¿Qué mierda estaba haciendo? —Y más te vale que te apresures porque sino me veré en la obligación de tomarte de otra forma y eso afectará tu varonil ego.

Refunfuñando se subió a la enorme espalda del moreno. Era verdad, los ojos del peligris se estaban volviendo rojos y sus colmillos estaban lentamente saliendo de su escondite. Eso no era bueno, por lo que no le quedó de otra que taparse bien con el cuello de su abrigo y esconderse en la espalda del contrario.

Era extraño, Lucien sentía calor proveniente del cuerpo contrario, incluso podría decir que era agradable ese contacto físico. Los vampiros eran muy reservados, aunque muy salvajes en lo que se refería al sexo. La mayor parte del inmueble terminaba destrozado y con decorado de sangre.

Compartir sangre con otro vampiro significaba crear un lazo, una conexión, aunque no precisamente amorosa, podía ser intencionada como una sumisión de poder. Lucien tenía de igual forma una conexión con Theodore, puesto que este le había transformado con su sangre, pero era extraño. Si bien era con fines de sumisión, el peliblanco le trataba como un igual, incluso como a un hermano, estaba muy lejos de ser con fines amorosos. Aunque Lucien tampoco le miraba con esos ojos.

Probablemente, la última vez que había sentido ese tipo de calor tan agradable había sido con su familia, aunque no valía la pena intentar recordarlo, porque su mente lo había olvidado por completo. Podía sentir el palpitar del corazón del licántropo, de alguna forma eso le estaba ayudando a calmarse, sus colmillos comenzaron a retraerse, pero sus ojos aún seguían rojos.
Apenas Casper sintió el peso extra de Lucien, cruzó los brazos en su espalda e hizo una especie de asiento para el vampiro, donde además le sostenía de los muslos. No tenía un fin más allá de "salvarse el pellejo al evitar que se coma a un humano" pero no pudo evitar deleitarse un poco y muy en el fondo -no tan en el fondo- del contacto contra las fibrosas piernas del vampiro.
Joder. Debía estar loco.

No le costó demasiado tiempo comenzar a caminar, Lucien era bastante más liviano a lo que estaba acostumbrado a levantar -entre juegos y prácticas con los hombres de su Ejército- por lo que llevarlo era, de cierto modo, relajante. Y Casper no sabía si era porque hace un momento había estado a punto de entrar en colapso o algo por el estilo, pero en ese instante se sentía tan calmado que incluso el aliento del peligris contra su cuello le provocaba un cosquilleo agradable. No temía a ser mordido, y eso podía ser peligroso.

TRATADO DE PAZ  | [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora