Capítulo 12: Adicción Precoz [Editado]

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Un segundo y ya estaba perdido.

Casper se sintió sumergido en una especie de densa marea de lujuria cuando la lengua de Lucien se paseó por su dedo con movimientos tan malditamente sugerentes que, joder, deseó que fuera otra parte de su cuerpo la que recibiera aquellas atenciones, no su dedo precisamente.

¿Qué era esto? ¿Por qué su sangre era más adictiva que las demás?... Estaba perdido.
Lucien levantó la mirada nuevamente encontrándose con los sorprendidos ojos del pelinegro. Ya no había vuelta atrás.

Con fuerza, el pálido chico tomó la muñeca de la mano dañada del más alto y le obligó a extenderla frente a él. Había un corte bastante notorio en la palma de esta, un pequeño charco de sangre comenzaba a formarse. El olor del líquido comenzaba a parecerle una especie de droga.

Fue entonces, que le dió una rápida mirada al rostro del contrario, estaba nervioso. Los colmillos del vampiro se clavaron con pulcritud en la palma herida del licántropo.

Quizás, el verse perdido en sus pensamientos, fue lo que le ayudó al moreno a que no se sintiera presa del pánico cuando el más bajo, ya sin poder controlarse, le enterró los colmillos en la mano.

Casper se mordió de inmediato el labio inferior, conteniendo muy profundo en su garganta aquel gemido que amenazó con salir; y es que no se podía dar el lujo de soltar un sonido tan malditamente vergonzoso cuando, quien debería ser su peor enemigo, estaba tomando de su sangre porque él se lo había, prácticamente, pedido entre descaradas tentaciones.

Con ansiedad, Lucien comenzó a succionar mientras con ambas manos afirmaba la contraria. Una corriente como fuego le hacía repercusión dentro de todo su interior. Era muy dulce... Pero en ningún momento se volvió hostigante, por el contrario.

Lucien sentía como la sangre de Casper comenzaba a hacer efecto en su sistema. Podía sentir la energía volver a su cuerpo y como los tejidos internos de sus órganos, que aún se encontraban dañados por los puñales, comenzaban a repararse a una velocidad completamente inhumana.
Los ojos castaños quedaron clavados en el bonito rostro del vampiro; sus ojos cerrados, el movimiento de su manzana de Adán al tragar, los obscenos sonidos que soltaba al parecer, sin siquiera darse cuenta de ello.

Fue entonces, que una nueva ola de calor recorrió la humanidad de Lucien. Se sentía algo agobiado, mareado, su cabeza se sentía demasiado extasiada al igual que otra parte de su cuerpo que, inadvertidamente, comenzó a crecer sin previo aviso. La circulación de sangre en su cuerpo era mucho más rápida que otras veces. Sentía mucho calor, no quería dejar de tragar aquel caliente y adictivo líquido que salía de la mano ajena... Pero debía hacerlo.

El corazón de Casper latía con fuerza contra sus costillas, su torrente sanguíneo avanzaba a gran velocidad, y gran parte de este parecía arremolinarse en su entrepierna que, cada vez, parecía estar más dura. Maldición. ¿Acaso estaba enfermo por excitarse por algo como eso? ¿Algo tenían los vampiros para provocar algo como aquello? Y de inmediato se convenció de que no se pondría en una situación como aquella con ningún otro vampiro que no fuese Lucien.

El vampiro comenzaba a sentir como la fuerza vital del contrario disminuía poco a poco.

"Mierda Lucien, detente"

Como un baño de agua fría, Lucien dejó de succionar al ver el rostro algo pálido del pelinegro. Comenzó a retraer sus colmillos con todo el cuidado de no seguir dañando la piel de Casper.

Su pecho seguía subiendo y bajando con brusquedad, pero su respiración paulatinamente comenzó a estabilizarse.

Lentamente alejó su rostro de la mano del moreno, un leve rastro de sangre adornaba las comisuras de la boca del vampiro. Aquella imagen era bastante contundente y quizás hasta provocativa. Sus ojos seguían color rojo, su pálida boca y pecho salpicados con sangre, su cabello aún húmedo, sus mejillas se encontraban adornadas con un sonrojo poco disimulable y un bulto bastante notorio se notaba bajo la tela del albornoz.

—¿Estás bien?... —una voz grave salió de la garganta del vampiro, aún tratando de asimilar la escena que acababan de protagonizar.

El moreno se relamió los labios cuando Lucien se apartó y, la verdad, Casper no habría pensado en su propio estado de salud si no hubiese sido porque el vampiro le preguntó. Recién en ese momento se dio cuenta de que estaba algo mareado, de que la punta de sus dedos cosquilleaban y que sus pies y manos se sentían un tanto fríos -algo completamente extraño en los licántropos- pero en vez de poner real atención a ello, dejó que su cuerpo expresara lo delicioso que se sintió el escuchar la voz de Lucien, con un notorio estremecimiento.

Maldición. No podía estar preguntando aquello mientras le entregaba aquella escena tan malditamente... caliente.

Casper frunció el ceño, utilizando su mano sana para tomar una de las muñecas de Lucien, presionando con fuerza allí.

—Mierda... —Susurró casi sin aliento.

¿Cómo controlar a su animal interno? Aquel que le estaba desgarrando las entrañas con el deseo de pasar su lengua por los labios de Lucien, por la entrepierna de Lucien.

Con un pesado suspiro, se inclinó hacia el vampiro, apoyando la frente en uno de los hombros ajenos. El aire caliente de la respiración de éste comenzó a chocar contra el pecho desnudo del vampiro.

—Necesito agua fría. —Confesó Casper en un susurro ronco, cerrando los ojos.

—Yo tambie... — las palabras del vampiro se vieron atragantadas en el proceso por la acción que había comenzado a realizar el moreno frente a él.

Antes de pensar racionalmente, Casper pasó lentamente la punta de su nariz por el esbelto cuello del vampiro, inhalando y embriagándose con su cítrico aroma hasta que, nuevamente, por mero instinto, le dio una mordida más bien sutil para ser él; tomó una pequeña porción de blanquecina piel entre sus dientes y presionó de ella hasta que, su consciencia le gritó que estaba haciendo una estupidez. Lucien, sin poder contenerlo en su garganta, soltó un jadeo ahogado, volvió a sentirse débil pero en un sentido completamente diferente; como ansioso de algo.

Mierda.

TRATADO DE PAZ  | [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora