Nuevo trabajo.

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— ¿Por qué no vas a esta entrevista de trabajo?

— No lo sé Oli, he estado trabajando dos años en una farmacia. ¿Qué pinto yo en un trabajo de oficina? Y encima de secretaria.

Había perdido mi trabajo hacía dos meses, había estudiado una carrera de ciencias; biotecnología y farmacia. Poco después de terminarla encontré un buen trabajo cerca de casa, en una farmacia donde me encontraba muy cómoda. Por desgracia las cosas no iban como deberían y tuvieron que reducir personal empezando a prescindir de los últimos que habíamos entrado y hacía dos meses que mi contrato terminó y no hubo renovación. Estaba pagando el piso que compartía con mi amiga Olivia con los ahorros que tenía pero no iban a durar mucho más.

—Bueno es algo temporal, mientras encuentras algo de lo tuyo. Además pone que tiene buenos horarios y es un buen sueldo.

—Lo pensaré.— Contesté poco convencida.

Los días siguientes intenté buscar de lo mío incluso en otra ciudad pero no hubo suerte apenas. Mi cuenta del banco caía en picado, tenía lo justo para pagar otro mes más de alquiler y mal comer un par de semanas. Resignada me apunté a aquella oferta de trabajo; "Walter Deaman Inc". La noche de antes busqué información para ir preparada y me quedé impresionada cuando vi que el hombre que hacía las entrevistas tenía empresas por toda Europa.

Aquella mañana me levanté con pocas ganas, seguía sin estar convencida de ir a aquel trabajo. Las sábanas se me pegaron más tiempo de la cuenta y cuando miré el reloj tuve que salir corriendo. El paso por la ducha fue veloz y el pelo no se me quedó demasiado decente. El Uber me estaba esperando en la puerta de casa cuando me estaba subiendo a los tacones en el pasillo y bajé lo más rápido que pude, una cosa era no querer ir y otra llegar tarde a los sitios.

Cuando llegué no supe qué fue lo que me dejó en shock exactamente, diría que fue la mezcla de ver a tanta gente corriendo por los pasillos o lo inmenso que era aquel edificio. En letras enormes antes de entrar podías leer el nombre de la empresa, ventanales que le hacían justicia al diseño de aquel edificio y gente que entraba y salía demasiado elegante. Un mensaje de Olí en mi teléfono deseándome suerte hizo que saliera de ensimismamiento y entré.

Mostré mis papeles en la recepción y una señorita me acompañó a una de las mil salas que había. Me pidió que esperase allí y sentada en una silla sintiéndome muy pequeña perdí la cuenta de todas las personas que supuse esperaban ser llamadas para aquel puesto. Me comparé, sí. Comparé la elegancia y la sencillez al mismo tiempo de todas aquellas chicas que esperaban muy contentas y radiantes. Sé que no debería haberlo hecho porque no tiene sentido, pero lo hice. Los nervios se apoderaron de mí y me levanté para marcharme, estaba claro que no pintaba nada allí pero de repente escuché mi nombre.

—Gabriella Diaz, su turno.

Me debatí entre si entrar o salir por la puerta como si no pasase nada, total allí nadie me conocía. Respire hondo y me dije a mí misma que esto sólo iba a ser temporal y que si me cogían pronto iba a encontrar trabajo de lo mío. Di media vuelta y seguí a la persona que me había llamado con cuidado de no tropezarme de los nervios.

Aquella mujer empujó una puerta y me dejó pasar con una sonrisa, en aquel sitio todo era caro y no quería tocar nada. Caminé un par de metros acercándome a una mesa donde había un hombre sentado y escribiendo mientras resoplaba. No quería molestar y guardé silencio esperando que se diese cuenta de mi presencia. Era joven aunque debajo de aquel traje aparentaba más años de los que seguro tenía, se tocó la barba perfectamente recortada y me miró.

— Buenos días. —Me animé a decir.

Ojos negros me pareció ver, se recostó en la silla y me miró muy serio. Una corriente eléctrica me recorrió desde los pies hasta la cabeza deseando no haber ido.

Mi equilibrio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora