Después de mucho insistir, Lucas me estaba llevando a mi casa. Eric me consumía entera y necesitaba una tarde para mí, para no volverme loca y para dejarnos espacio aunque ya me recalcó que no lo necesitaba. Me despedí de él en la puerta y pude jurar que ponía un puchero to muy tierno, pero yo también necesitaba tiempo para preparar la maleta.
—Mira quién está aquí...—Le dijo Oli a Hugo.
—Buenas tardes tortolitos.
—Lo dice la señora Walter. —Al escuchar eso mi corazón dio un vuelco. No había pensado en eso nunca. —Déjate de tonterías y ponme al día.
La tarde la pasamos los tres en casa poniéndonos al día de todo. Ellos me contaron que Jorge estaba molesto por la llamada del otro día y yo les conté acerca del viaje y la visita de la madre de Eric y la tal Marta.
— Pobre chica. — Dijo Hugo. — Está coladita por Eric y pensó que la mejor opción era aliarse con la madre y casarse con Eric para fusionar las empresas.
—Eso es de ser una psicópata. — Contestó mi amiga. — Pero ya esta visto que Eric solo tiene ojos para esta señorita.
Al día siguiente en el trabajo estuvo todo tranquilo, salimos antes ya que teníamos que coger un avión por la noche. Lucas iba a recogerme a las siete para llevarme al aeropuerto, yo ya tenía mi maleta y mi bolso preparados. Nunca había ido a Francia y tenía muchas ganas. Cuando llegamos al aeropuerto el coche no se paró en la terminal, siguió hasta una valla y ésta se abrió.
—Lucas, ¿Dónde vamos?
—Al avión señorita Diaz.
Minutos después llegamos a un pequeño jet privado de color negro, Lucas me abrió la puerta y me acompañó hasta las escaleras.
—¿Tú no vienes?—Le pregunté directamente antes de subir.
—No señorita, pero nos vemos el lunes. Páselo bien y tenga cuidado.
Subí las escaleras esperando encontrarme a Eric y ahí estaba, mirándome, radiante como siempre y con una copa entre sus manos.
—Yo también quiero una.—Dije señalando el vaso. —Nunca me ha gustado mucho esto de volar.
—Ven aquí.—Palmeó el asiento de su lado.
—¿Por qué Lucas no viene?
—Porque le he dado días libres para que esté con su familia.
—Buen chico.
Tardamos un poco en ponernos en marcha pero el viaje se hizo corto, nunca había estado en un jet privado y nunca me había sentado en la cabina de mando.
Cuando llegamos al destino había un coche esperándonos para llevarnos al hotel y estaba tan ensimismada con todo que no me había dado ni cuenta que estábamos en París hasta que vi la torre Eiffel delante de mis narices.
—Eric. —Lo llamé bajito mientras caminábamos a la recepción. —Habrás cogido habitaciones diferentes, ¿no?
—Si. —Eso me dejó aliviada.
La recepcionista nos dio las tarjetas y un señor se encargó de llevarnos las maletas hasta arriba, el hotel también tenía clase.
—En media hora paso a por ti, estate lista para ir a cenar.
—Si señor. —Y con un guiño me metí a la habitación.
La habitación era grande, con una cama de matrimonio y un tocador muy bonito. Como yo no sabía mucho de maquillaje decidí llamar a Oli por videollamada y que ella a la distancia me ayudara aunque fuese un poco.
—Oli, necesito tu ayuda. Eric me ha invitado a cenar en media hora y no tengo ni idea de cómo maquillarme ni qué ponerme.
—Vale a ver tranquilízate y enséñame qué llevas en la maleta.
Oli no tardó en decidir qué me tenía que poner, cosa que yo hubiese tardado bastante y me dijo como maquillarme ligeramente. El resultado no era tan malo a cómo me esperaba. Quedaban dos minutos para que Eric viniese a por mi a si que me puse perfume y cogí el bolso, estaba lista.
—¿Si?—Llamaron a la puerta.
—Abre.
—¡Ya voy! —Cuando abrí la puerta Eric estaba espectacular.
—Gabriella...No me gusta esperar.
— No te he hecho esperar, no seas así de gruñón. ¿Dónde vamos a ir a cenar? —Me cogió de la mano y tiró de mí hasta la ventana.
—Ahí. —Su dedo señalaba la Torre Eiffel.
—Debes estar de broma.
—Yo no bromeo. Vámonos antes de que te arranque ese vestido y te ate a la cama toda la noche.
Me parecía impresionante que fuéramos a cenar ahí, e increíblemente romántico. El mismo coche que nos trajo al hotel fue el que nos llevó al restaurante.
—No te preocupes por los paparazzi, nadie sabe que estamos aquí y tenemos una sala para nosotros.— Ni siquiera me había parado a pensarlo por un momento pero aquello me tranquilizó.
Asentí y nos bajamos del coche. La sala que Eric había reservado para nosotros era enorme, solo había una mesa en el medio y música clásica sonando.
—Wow Eric, esto es impresionante. —Me asomé a los ventanales, todavía no me lo podía creer.
—Ven.
Nos sentamos en la mesa y un camarero se acercó con el menú marchándose después para darnos tiempo. No sabía qué pedir y dejé que Eric eligiese la comida y el vino aunque yo no era muy fan. La cena fue tranquila y tuvimos tiempo de conocernos un poquito más sin presiones y con un ambiente precioso y demasiado romántico. Pude ver a Eric reírse más veces de las que estaba acostumbrada y eso me encantó. El postre lo elegí yo para ambos y cuando terminamos el coche nos llevó de vuelta al hotel.
—Gracias por esto, Eric. — Le susurré en el ascensor.
— Por ti, lo que sea. — Me contestó en el mismo tono.
De camino a la habitación el teléfono de Eric empezó a sonar y sacándolo del bolsillo interior de la americana me miró.
—Cógelo, me voy a mi cuarto a descansar, mañana nos vemos en la reunión.—Le di un beso en la mejilla y me despedí.
Cuando llegué a la habitación me quité el vestido y me metí a la ducha. Los geles de los hoteles siempre me habían gustado al igual que los albornoces tan suaves que siempre había. Me puse el pijama, me desmaquillé mientras miraba por la ventana la torre Eiffel iluminada y me metí en la cama poniendo la alarma en mi móvil para la reunión de mañana
—¿Pensabas que ibas a dormir sola? —Escuché cuando me estaba quedando casi dormida.
—¿Eric? Tienes que parar de hacer estas cosas que haces, podrías haber llamado a la puerta.
—Llevo toda la noche queriendo hacer esto. —Encendió una pequeña lámpara que me dejó ver una cuerda que tenía en las manos. —Después de verte con ese vestido...Dame las manos.
—No.
—¿Perdón?—Dijo alzando una ceja.
—No estoy muy segura de querer hacer eso. —Me puse de pie en la cama y eso le pareció divertido.
—Podemos hacer esto por las buenas o por las malas mi pequeña. —No me hacía gracia estar atada.
No me iba a salir con la mía y volver a intentar huir no iba a salir bien. Me senté al borde de la cama y él se acercó, ató mis manos con la cuerda y me levantó.
—Confía en mí y déjate llevar. Si no te sientes cómoda con algo dímelo y paramos.
Y vaya si me dejé llevar.

ESTÁS LEYENDO
Mi equilibrio.
Romance- Ni te levantes Gabriella. -¿Cuál es el problema? ¿Que haya estado con Jorge? ¿El instagram? ¿Que él me haya hecho la foto? Somos amigos Eric y tener amigos no es incompatible con tener una relación. -¿Tengo que recordarte cómo bailabas con tu "ami...