¿Una biblioteca privada?

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Entramos en la casa y pasamos la tarde con mi madre, era extraño ver a Eric tan relajado y a mi madre tan contenta con él. No podía quitar ojo del hombre que tenía al lado, poderoso, guapo, atractivo, serio...simplemente era fascinante. Ahí estaba, tomando café en una taza que en sus manos parecía minúscula y comiendo la tarta que mi madre había preparado para nosotras.

—¿Nos vamos?—Me pilló mirándole y me sonrojé. Me ardía la cara.

Al apartar la mirada de él vi a mi madre y a Oli mirándonos con mucha ternura.

—Claro.

Mi madre nos acompañó a la puerta y se despidió con un sonoro beso. Quise ignorar el tema de que Eric me tuviera agarrada de la cintura y que me recorría un escalofrío cada vez que pensaba en esa mano recorriéndome otras partes del cuerpo. <Basta ya Gabi, pareces idiota.>

—Gabriella, necesito estar dentro de ti. —Me dijo al oído.mientras andábamos en dirección al coche y Oli llamaba a Hugo.

Intentando contener mi respiración y mi cuerpo que reaccionaba totalmente a sus palabras me armé de valor y serenidad.

—Y yo necesito que dejes de seguirme Eric, mantén a tus hombres ocupados con otras cosas que no sean estas.

—Si tienes alguna objeción más podemos solucionarlo en la cama.

Era una propuesta tentadora y muy inteligente de su parte ya que cuando estábamos juntos me era un poco difícil pensar coherentemente.

—Hugo va a venir a buscarme. —Oli vino a despedirse y aproveché para separarme un poco de Eric. Me di cuenta de la mueca de su cara cuando lo hice y me pareció tierno.

—Vale, nos vemos en casa. Te quiero.

—Te quiero. ¡Cuídala, Eric!—Se despidió de él con un saludo de cabeza. Muy típico de Oli.

—No lo dudes.

Vimos a Oli girar la calle y nos metimos en el coche. Olía a él, a su perfume y no a un coche nuevo. Me gustaba.

—¿De quién es este coche?—Me arriesgué a preguntar no muy segura de si quería saber la respuesta.

—Mío.

—¿Y el mercedes?

—Supuse que no querías verlo más.

Otro punto para ti, Eric.

—¿Dónde vamos?—Intenté sacar conversación para dejar de pensar en lo elegante y sexy que se veía conduciendo.

—A mi casa. Y antes de que empieces a pelear de nuevo te diré que necesitamos tiempo solos y que no voy a aceptar un no.

Tampoco iba a decir que no a eso, yo también quería tener tiempo a solas con él y no jugando al gato y al ratón. No sé cuánto tiempo pasamos en el coche pero nos acercábamos en la montaña, su casa estaba bastante apartada de Madrid centro y de la mía. Me hizo gracia lo equivocada que estaba cuando pensé que Eric viviría en un ático enorme con mayordomo o en un duplex decorado por un profesional mega caro. Todos estos pensamientos se me quedaron cortos cuando llegamos a un portón donde había guardias en una caseta, no tardaron en abrirnos la puerta y el coche entró dejándome ver una casa impresionante y enorme.

— Wow. — Esa casa me tenía completamente alucinada.

El coche se paró en la puerta y bajamos mientras una persona se lo llevaba. ¿Cuántos coches tendría? ¿Cuánta gente estaría viviendo o trabajando en aquella casa?

—¿Quieres verla por dentro? Tiene una biblioteca.

—¿Estás de broma? ¿Una biblioteca privada?

—Vamos, te lo enseño.

Cuando se abrió la puerta todavía me pareció más impresionante que por fuera, un recibidor inmenso con paredes altísimas fue lo primero que ví. Estaba fascinada mientras que Eric tiraba de mí llevándome al salón donde los colores negros invadían el espacio y me paré a observarlo en su entorno, la casa y él estaban en completa sintonía.

—¿Has decorado tú todo esto?

—En cierta parte. Yo he dicho lo que quería y lo han hecho por mi.

—Como no... —Me solté y caminé hacia la cocina.

Todo aquello era caro, carísimo. Como cuando de pequeña entrabas a una tienda con tu madre y te decía que no tocaras nada porque no había cómo pagarlo si se rompía, así caminaba por la casa sin tocar nada por si se rompía algo.

—¿Qué te parece? — Preguntó a mis espaldas mientras encendía las luces.

—Bonito pero demasiado.

—Nada es demasiado para ti. —Ya claro Eric. —¿Te quedas a cenar?

—¿Acaso es realmente una pregunta en la que tenga opciones?

Lo vi sentarse en un sillón mientras yo seguía viendo los libros de todas aquellas estanterías. No imaginaba que a Eric le gustasen libros de Ana Karenina o de Edgar Allan Poe, me estaba sorprendiendo demasiado.

—¿Cuál es el problema ahora Gabi? Habla conmigo.

Realmente no sabía cuál era el problema, mi voz interna estaba discutiendo conmigo. El problema era que esto era demasiado, que no quería todo esto y que en casa y en un laboratorio estaba feliz. No en los periódicos, en galas benéficas y en una casi mansión en la sierra de Madrid.

—Yo no soy todo esto Eric.

—Gabi.

—Eric, vivo con mi mejor amiga en un piso diminuto. Es que mi piso no es ni tu biblioteca y el dinero que tengo en el banco no es ni siquiera lo que cuesta un cuadro de tu casa.

—¿Y qué?

—No lo sé.

—Te estás agobiando por cosas absurdas, me da igual el dinero que tengas o donde vivas.

—¿Por qué?

—Porque te quiero a ti. Yo ya tengo mi dinero y mis empresas e incluso como tu dices una casa enorme. No necesito nada de nadie y tú no estás conmigo por esto, porque ahora estamos juntos no se si lo recuerdas.—Tiró de mí dejándome sentada en sus piernas.

—Hablando de eso.—Me giré viendo cómo fruncía el ceño. —Si ahora estamos juntos hay que aclarar un par de cosas.

—Soy todo oídos pero no prometo nada.

Mi equilibrio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora