La mancha espacial

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Si decidías observar los confines de aquella enorme ciudad que se posaba sobre los valles que las montañas color negro formaban, rodeándola como una muralla alrededor de un castillo. Podías notar una civilización de apariencia humana perdiéndose entre sus edificios y estructuras, además de lo que parecían ser también medios de transporte similares a los de la Tierra.

William comenzaba a imaginar que Hansell tal vez se había perdido dentro de aquel bosque, en un intento desesperado por huir de aquella figura humana que los hizo separarse desde su llegada. Quizá se trataba de la misma niña con la que se había encontrado hace varios minutos en la oscuridad de ese maldito bosque color negro.

Teniente William –Llamó el jefe de la operación- necesitamos que regrese a la nave e intente buscar a Hansell por medio del rastreador que tiene el panel de control- No debemos arriesgar la misión.

Claro que sí –Contestó él, mientras observaba la ciudad-.

Decidió entonces hacer caso a la orden de su jefe y regresar a la nave que de seguro se encontraba en el mismo lugar que antes. Dio media vuelta, hubiese tomado de nuevo el camino que había seguido para llegar hasta allí, pero fue sorprendido por unos extraños hombres que salieron de entre unos arbustos, casi como si hubiesen estado siguiéndole desde su llegada al planeta.

Se abalanzaron hacia él tres hombres a los que su físico les favorecía sobre el suyo notablemente, parecían querer hacerle daño. Dos de ellos ataron sus manos, mientras el tercero sacaba de su bolsillo una soga muy gruesa con la que no tardó en atar sus extremidades, le hicieron caminar contra voluntad durante varios minutos con la cabeza metida dentro de una bolsa que prohibía su visión. Intentó gritar pero la mordaza que pusieron en su boca fue suficiente para silenciarlo durante todo el camino.
Seguramente en la Tierra ya conocían su situación, gracias a la cámara de su casco, pero él sabía que si se atrevían a alzar la voz desde la base por medio del intercomunicador, eso solamente lo pondría en una situación muy desfavorable. Además, sería demasiada casualidad que estos alienígenas tuvieran la más remota idea de lo que era una cámara o un micrófono.

Se detuvieron en algún lugar, cerca de una luz muy brillante, la cual Will lograba observar por medio de las fibras de tela que cubrían su rostro; pudo ver la sombra de una mano que se posaba sobre él, y luego sintió como le quitaban de encima esa bolsa negra, que ya le hacía comenzar a detestar tal color.

Una vez que tuvo libre la vista de todo su escenario, no dudó en comenzar a explorar visualmente las posibles salidas del problema en el que ahora se encontraba. Logró soltar su mano derecha tras un discreto forcejeo entre su sigilo y esa cuerda que comenzaba a dejarle marcas dolorosas. Tomó el arma que se asomaba en su cinturón de herramientas y se dirigió a apuntar directo al rostro del maldito que sostenía las manos de su compañera Hansell. Pues sí, allí se encontraba ella, frente a él, inmovilizada por uno de esos hombres. Pero no pudo disparar...

¿Qué haces idiota? –Le gritó Hansell, mientras aquel hombre la soltaba, como si nada sucediera-.

A lo que William se sintió muy confundido. Bajó su arma, pues sabía que no asustaba a nadie con eso. Por lo que no supo que hacer, solamente continuó apuntando hacia el suelo mientras intentaba comprender como su compañera de viaje había terminado con esas personas tan altas, sabiendo el peligro que eso podría representar para la misión.

¿Te encuentras bien? –Preguntó William-.

Si Will, me encuentro bien, al parecer buscan lo mismo que nosotros (dialogar), aunque tenemos suerte, pues uno de ellos habla nuestro idioma –Contestó ella mientras tomaba el arma de Will por el cañón y la guardaba de vuelta en su cinturón.

¿Y cómo estás tan segura de eso? –Pregunto él, con un poco de curiosidad-.

Entonces aquel que hablaba su idioma entró a la sala donde todos se encontraban reunidos, tal asamblea de pueblo.

La Mancha En La OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora