La ruda.

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Extra 2

20 de Octubre de 1916

Para su mala suerte, a
George Joestar II le había tocado enamorarse de una chica un tanto... severa. Desde que la conoció por parte de un amigo de su padre, se había enamorado de Elizabeth Jones.
Al principio a lo mejor era indiferente con George, llegando a ser grosera. Pero con el pasar de los meses, se encariñó con él, sin poder evitarlo.

Ella era siete años mayor que él, y vaya que le recordaba eso.

—Eh, niño.
Pásame un lápiz.

—Vamos, tengo 20 años.
Pero está bien, anciana.

Eliza sonrió divertida tras el comentario de el peliazul. No importaba que fuera lo que le dijera a George, él encontraba la manera de devolverle el disparo, y eso le gustaba mucho. Por lo general los hombres que conocía no soportaban mucho tiempo su forma de ser... y nadie había visto quién era en verdad.

George se giró y buscó en los cajones de su escritorio. Estaban en el cuarto de trabajo de Eliza, mientras ella trabajaba en un libro. Le gustaba escribir. Finalmente vió uno al final de un cajón, y sin más, lo tomó.

—Toma, ahí te va, damisela.

Estaba por lanzarle el lápiz, pero fue interrumpido por Eliza.

—Hey, no seas grosero, mi niño.
Ven y dámelo en la mano.

George era un caballero al igual que su padre, pero tuvo que adaptarse a la pelinegra, y por eso era como era.
Se puso de pie, riendo por sus adentros al hacerle caso a la joven después de que le dijera 《niño》.

—Aquí tienes, abuela.

Extendió su brazo, esperando a que ella hiciera lo mismo. Ella le miró con diversión y seguido extendió su brazo también, para tomar el lápiz.

—Te estás tomando tu tiempo, ¿no, Eliza?—George río un poco.

El corazón de Elizabeth estaba latiendo demasiado rápido. Era estúpido que a una chica como ella le pasara eso, pero no podía evitar sentirse así por lo que estaba por hacer. Hizo una finta y en vez de tomar su lápiz, tomó el brazo del inglés y lo atrajo hacia él, dándole un beso.

Supongo que se podrán imaginar la cara de sorpresa de George cuando fue besado tan abruptamente por la chica que amaba. Fue un par de segundos, pero los dos se sintieron en los cielos. Luego de eso, Eliza se separó lentamente.

—Te amo... te amo, te amo, te amo...

La voz de la pelinegra sonaba un tanto extraña. Se sentía indefensa.
Había salido de su zona de confort, y estaba perdida. George le miró con sorpresa, no entendía muy bien que pasaba, pero era un muchacho inteligente y comprendió todo en un momento.

—eh, ¿qué es lo que pasa, Eli?

Él ya lo sabía, pero quería escucharlo de ella. Era un poco como su hermao menor.

—Y-yo... no quiero que nada cmabie, George, por favor, si quieres podemos olvidar est-

—Yo también te amo, Elizabeth.

De repente, recibió un puñetazo en el rostro tan veloz, que ni siquiera pudo alcanzar a ver el puño.

—Maldito, prácticamente me humillaste. Pudiste haberlo dicho antes.

George comenzó a reír, mientras se acomodaba la quijada, al parecer estaba un tanto dislocada por el golpe.

Ella le preguntó, todavía con enojo, que de qué demonios se estaba riendo.

—¡Te amo, Elizabeth Jones!

Ella parecía seguir enojada.
Pero estaba muy, muy feliz.

La Mansión Joestar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora