Capítulo 11

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[04 de Abril de 1889; 06:00 am]

El día había llegado, el día en que Jonathan Joestar cumplía 17 años.

El día comenzó con George y los sirvientes de la casa levantando al joven con una comida especial, alegrando al joven hasta el fondo de su corazón.

—¡Gracias, padre!
¡gracias a todos por esto!

Jonathan era muy querido por todos, era un muchacho de buen corazón y si podía, siempre resolvía los problemas mediante una conversación, lo cuál lo hacia destacar de entre los demás.

La mañana continuó, y al joven le fueron dados varios regalos y distintos detalles de parte de sus amigos.

Mientras tanto, Dio Brando se encontraba dormida en su cama, al parecer algo desvelada.

Ella había decidido escribir una carta como algo extra, pero al poner el papel sobre su escritorio se quedó en blanco, trataba de encontrar las palabras correctas... y se tardó un poco más de lo que ella hubiera esperado, finalizando cerca de las 2 de la madrugada, tal vez cansada, pero satisfecha con lo que había redactado.

Dio terminó poniéndose de pie a eso de las 3 de la tarde, una hora record, en el peor día en que podía hacerlo.
Su primera reacción fue la de todos los días, "Tsk, otro día más" aunque segundos después vió el florero en su escritorio, lo que la obligó a ponerse de pie y ver la hora, para preocuparse aún más.

—¡Mierda, Dio, tenías que levantarte a esta hora y en su cumpleaños!

Con muchas prisas, se cambió, tomó los objetos y fue en busca de su amigo, al cuál, después de al menos 10 minutos de búsqueda no encontraba, por lo que decidió preguntar a quién fuera, sólo quería encontrarle.

—disculpe, ¿usted... ha visto a Jonathan por aquí?

Dio llegó con una jardinera afuera de la mansión, con las esperanzas de que ella si supiera su ubicación exacta.

—Oh, el joven Jonathan, vi que iba de camino al ring de boxeo... ¿esas flores son para él?

Dio se sonrojó y asintió, evito decirle "que te importa" a la jardinera pero por muy poco.

—Gracias, que tenga un buen día.

Dicho eso, la rubia fue hacia el ring, con una sola meta, entregar su humilde regalo.

Estaba un poco preocupada de no ver al peliazul ahí, pero al acercarse un poco a su objetivo, alcanzó a vislumbrar al chico, aliviándose bastante... aunque eso no duró mucho.

Enfrente del chico, estaba aquella ojiazul que había visto anteriormente Dio, Erina Pendleton, con un... con un ramo de flores, rosas rojas.

Dio se detuvo, estaba impactada al grado de ni siquiera poder hablar para sí misma.

Ver eso le causó algo extraño, un sentimiento de ira, tristeza, confusión, y demás, todo combinado.
Le dolió ver eso, y normalmente, cuándo se presentaba algo que le doliera, lo destruía, pero ella sólo conocía el dolor físico, no ese nuevo y tan horrible sentimiento.

Así que ella, tras algunos segundos de shock, se dió media vuelta y se fue de ahí.

¿qué mierda estás haciendo, Dio?

Se oyó una voz en su cabeza, al parecer la vieja Dio seguía viva, y se quejaba de lo débil que se había vuelto.

—¡Estoy huyendo!
¡eso es lo que hago, mierda!

¡¿y cuándo mierda hacemos eso?!
es más, ¡¿porqué carajos la gran Dio Brando está huyendo?!

—¡NO LO SÉ! ¡WRRRRY!

Dio huyó por primera vez en su vida, por la razón más estúpida.

Aunque a su antiguo ser no le quedaba tiempo, en el fondo de su negra alma estaba Dio Brando, la original, preguntándose cómo era que estaba muriendo.

—No me puedo creer esta mierda.
Hasta hace algunos meses yo solía ser una persona sin sentimientos, ruda, de acero... y ahora estoy aquí, viendo cómo Jonathan Joestar atraviesa el estúpido y casi inexistente corazón...
¿será qué... Dio Brando se ha ena-

No le dió tiempo a terminar su parloteo cuándo se dió cuenta que probablemente ya era su hora.

—Carajo.
Supongo que ese ya no es mi problema.

Se acostó en el suelo, dolida.
Le dolía todo, algo normal, pues estaba desapareciendo.

¡MADE IN HEAVEN!

Entre el silencio de la muerte, algo más allá de su compresión le permitió ver algo imposible, cómo si fuera un regalo del cielo.

De repente, lo que parecían decenas de miles de momentos se incrustaron en su mente.

—Ah.
Eso explica... todo.
Entonces... Za Warudo...
mi querido Dio Brando.

Dicho eso, Dio se deshizo, dejando a su 'evolución' tomar el control.

Mientras tanto, la rubia de afuera notó un cambio mínimo en el ambiente, cómo si todo se hubiera detenido por un instante... pero estaba tan triste que no le puso atención.

Jamás se daría cuenta del poder que perdió por Jojo.

La Mansión Joestar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora