CAP. 10 : DÍAS DIFÍCILES

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Narra Samuel :

Metí la llave en la cerradura y abrí la puerta del apartamento. Nada más hacerlo, escuché gritar a Guille. Cerré la puerta despacio, estaba con otra persona, no quería hacer ruido para anunciar que estaba allí. Me asomé al salón cautelosamente, vi a David encima de Guille, pero él intentaba quitárselo de encima por todos los medios sin conseguirlo.

- ¡Quítate! - Gritó desesperado, pero no le hizo caso.

- Creo que te ha dicho que lo dejes en paz... - Le advertí a David, con tono amenazador. Ambos se quedaron de piedra, como estatuas, pero pude ver como Guille suspiró aliviado. 

- Creo que es mi novio, no el tuyo - Me contestó David con frialdad mientras se apartaba de Guille.

- Lárgate de mi casa - Bufé con asco hacia él. Guille se arrinconó en la esquina del sofá, intentando tranquilizar su respiración.

- No puedes hecharme, también es su casa - Me recriminó.

- Lárgate ahora que tienes las dos piernas, porque como te tenga que obligar... - No me dejó terminar.

- ¿Qué me harás? - Se levantó del sofá y se puso en frente de mi - Solamente eres un niñato engreído -

- ¿Estás seguro? - Su mirada se volvió más oscura y yo sonreí con ironía.

Me embistió y me golpeó contra la pared, intentó agarrarme del cuello, cogí su muñeca en el aire y se la retorcí hasta que se vió obligado a darme la espalda, le inmovilicé el brazo y después le agarré por la nuca. Cambié de posición y lo estrellé contra la pared, haciendo que su mejilla estuviese pegada a ella.

- ¿Sigo siendo un niñato? - Susurré contra su oído.

- Eres peor que eso, gilipollas -

- Tienes razón -

Le giré para que me mirara y le agarré por el cuello de la camiseta. Levanté el puño en el aire y rápidamente golpeé su cara. Uno, dos, tres... Hasta diecisiete puñetazos. Me dolían los nudillos, estaban hinchados y tenían un color morado bastante espantoso. David sangraba por la ceja, el labio y la mejilla, que supuse que estarían partidas y tenía hinchado el ojo izquierdo debido a los golpes.

- Ahora lárgate de mi casa, hijo de perra - Le solté y me separé de él.

Me miró con sus ojos cargados de rencor, se incorporó y le costó mantener el equilibrio para no caerse de morros al suelo. Caminó hasta la puerta y le acompañé para asegurarme de que se marchara.

- No te vuelvas a acercar a él... - Le susurré a modo de amenaza y después le cerré la puerta en las narices.

- ¿Estás bien? - Le pregunté a Guille al entrar en el salón.

- ¿Y tú? - Se incorporó.

- No se responde una pregunta con otra pregunta - Dijimos casi a la vez y estallamos en carcajadas. Me senté a su lado en el sofá.

- No, en serio - Dije cuando me recuperé de las carcajadas, aún con la respiración agitada.

- Si, estoy bien - Me sonrió tímidamente - ¿Y tú? -

- También - Miré mi mano derecha.

- Anda, espera... - Se levantó y fue a la cocina, sacó del congelador una bolsa de hielo y la envolvió en un trapo de tela. Se volvió a sentar a mi lado.

- ¿Me dejas? - Me preguntó no muy convencido y le tendí la mano.

La acarició suavemente con su mano, muy despacio para evitar hacerme daño. Hizo que un escalofrío me recorriera desde la punta de los dedos hasta todas las partes de mi cuerpo, poniéndome la piel de gallina. Tensé todos mis músculos y aparté rápidamente la mano, ¿cuándo había empezado a jadear?

"El chico de la taquilla 77 " (WIGETTA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora