Capitulo 28 - Tal vez...

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Estaba en pijamas sentado en mi cama viendo mi clóset y cajones llenos hasta más no poder, no había ni un solo gancho disponible. Y aún me quedaban la mitad de las bolsas sin vaciar. Suspire frustrado, en mi habitación ya no cabía un clóset más grande.

Mi recámara no era chica pero tampoco grande, estaba mi cama, mi escritorio cerca de la ventana que daba a la calle, el armario que era casi una pared de largo y tan alto cómo está las cuales eran de un azul suave, con el tapete blanco. Además de los cajones a los lados de mi cama y la estantería de los libros. No había más espacio, en este momento todas las bolsas estaban en el piso justo en el centro de la habitación.

—¿Sucede algo? - Pregunto Hyukjae al salir del cuarto de baño con una nube de vapor tras él. Se quedó a dormir conmigo, en mi casa, en mi habitación, por primera vez.

—Mi ropa nueva no cabe dentro del ropero, donde se supone que la ponga. -Me pare y saqué el abrigo de piel colocándomelo sobre los hombros. Era tan suave y elegante.

—En mi guardarropa, tal vez. -Puso su dedo en mi nariz y me abrazó besando mi frente.

Llevaba uno de mis pantalones de chandal y una camiseta. Le quedaban justo a la medida.

—Gracias... -Sonreí ampliamente y me acurruqué en su pecho.

—Me gusta tu habitación. -Dijo dándole un vistazo rápido. Acercándose conmigo al tablero donde tenía unas fotografías encima del escritorio, estiró la mano y tomó una de cuando era pequeño. Mis mejillas regordetas llenas de chocolate con las manos manchadas del mismo y una sonrisa enorme. Tenía tres años.

—Quiero un bebé igualito a ti. -Ante la declaración en lugar de asustarme, sentí una añoranza.

Me imaginé a ambos en la cocina con un bebé en una de sus sillitas dándole chocolate y tomándole muchas fotografías, cargándolo, meciéndolo y dándole mucho amor y mimos.

Sonreí sin darme cuenta, un bebé no sonaba mal. Después de todo, pero no ahora.

—Tal vez en unos cuantos años. -Quizá pueda hacer las pases con mi suegra. Pero ni que crea que me voy a casar en los próximos siete u ocho años.

Giró a verme con esa preciosa sonrisa de encías y un lindo brillo en los ojos. Me beso la frente y acaricio la espalda.

—No lo dices sólo porque...

—No. -Lo interrumpí. —Pero no me presiones. -Advertí viéndolo con los ojos entrecerrados.

—¡Claro que no! Cuando y como quieras. Estoy a tus órdenes. -Se separó y me hizo una reverencia.

No pude evitar reír, era tan lindo conmigo. Se irguió de nuevo y asentí con la cabeza en respuesta, abrazándome a mi suave abrigo. Me sentía como un príncipe y él mi fiel guardián.

—¿Dormirás con el puesto? -Pregunto sentándose en el borde de mi cama. Me encogí de hombros.

—Es tan precioso y elegante, ¿Me vería muy mal si me lo llevo a la universidad? -Pregunte girando frente al espejo del armario. Una suave risa salió de él a mi espalda.

—Sería bastante interesante ver eso. Dime cuando lo llevarás y yo personalmente te dejo ahí. -Podía escuchar como se estaba aguantando la risa. Tenía razón demasiado exagerado para una simple universidad, pero...

—¿En donde podría usarlo? -Pregunté pensativo. Si me vestía de negro con cualquiera de los dos sería magnífico, perfecto.

—Tal vez podamos hacer una parada en París antes de llegar a Grecia e ir a un desfile de modas o vamos a uno de esos lugares extravagantes y absurdamente caros. Lo puedes lucir exquisitamente. -Escuche como su voz se fue acercando lentamente hasta terminar con sus labios contra mi oído.

—¿Enserio? -Pase mis dedos por las hebras rubias y agite mi melena con chulería, sonreí con autosuficiencia y el me beso la mejilla.

—O puedes llevarlo a la entrega del premio de literatura. -Beso mi cuello y enredo sus manos en mi cintura.

—Me gusta. -Susurre cuando empezó a frotar su mejilla contra la mía. Una suave risa salió de sus labios y pude ver a través del espejo cómo sonreía con los ojos cerrados provocando que una sensación cálida se extendiera por mi pecho.

Y de la nada un bostezo se me escapo, rápidamente me cubrí la boca con la mano, mientras parpadeaba espantando al sueño.

—Vamos babe, es hora de ir a la cama. -Se la quito y la deslizo por sus hombros hasta dejarla encima de una de las puertas del clóset, cerré estas y me giré a el avance con lentitud hasta el precioso chico que estaba metiendose a las cobijas.

—Es mucho más chica que la tuya. -Dije subiendo a esta.

—Sí no te molesta dormir en mis brazos. -Se recostó y los abrió para que yo me acurrucara con él, y eso hice. Me puse las sábanas en los hombros y acurruqué en su pecho pasando un pie sobre su cadera sintiendo su miembro semi erecto contra mis muslo.

—Te ves exquisito en pieles, pero desgraciadamente estas saliendo con un anciano que quiere dormir. -Me dijo con la voz adormilada. Reí entre dientes y asentí, ir de compras era agotador. Baje mi pierna un poco mas, hasta dejarla sobre las suyas.

—Está bien señor Lee, podemos divertirnos por la mañana. -Susurre cerrando los ojos.

Y así nos quedamos dormidos, ambos abrazados en mi cama individual a oscuras solo con el sonido de nuestras respiraciones y me di cuenta que no importa donde estemos seré feliz con él donde sea. En su casa, en la mía, en Corea, París o Grecia, incluso varados en la carretera solos.

No importa nada de eso ya que nos tenemos el uno al otro, y los únicos mimos que son indispensables son los que podamos darnos con los labios.

Sugar Baby [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora