Epílogo
-Vamos _____, no es tan malo-me acarició la mejilla-Tuviste todo un mes para prepararte.
Era cierto, mi plazo había sido de todo un largo mes para platear bien las palabras que le diría a mis padres, y creí poder llegar a tener el valor suficiente, pero ese valor parecía desaparecer conforme mis padres se iban bajando del auto y se acercaban al umbral.
Me retiré de la ventana y Carlos me siguió. Sus padres lo había tomado perfectamente bien; incluso, con el trascurso del mes, habían desarrollado un cariño hacía Andrea y a mí y por supuesto yo hacia ellos. Pero ahora, era de mis padres de quienes estábamos hablando. Respiré agitada unas cuantas veces y Carlos me hizo sentar en el sofá.
-Tranquila, ¿sí? Todo va a salir bien.
Lo miré con el pánico pintado en las facciones al oír cómo la llave se metía entre el pestillo de la puerta. Él me apretó la mano para tranquilizarme.
Oí los pasos de dos pares de zapatos caminando hacía la estancia y me paré inmediatamente al ver a mis progenitores dentro de la casa, parados a lado de la pared color perla que separaba la sala del umbral.
Inmediatamente el par de ojos se posaron en Carlos y mi corazón se aceleró desesperado. El tan ensayado guión que tenía aprendido se disolvió cual niebla de la mañana.
-Hola, _____. ¿Algo que quieras contarnos?-preguntó mi madre con ese tono acusativo en su voz, poniendo el bolso sobre la mesa de roble que estaba a un lado.
-¿Quién es él?-se apresuró a decir mi padre con cierto recelo.
Tomé una gran bocanada de aire. Mis padres no habían cambiado en lo absoluto, seguían siendo los mismos desconfiados que hace cuatro años. Mi madre hizo su cabello castaño hacía atrás quitándolo de sus hombros, en espera de una respuesta; mientras mi padre tenía bien puestos sus recelosos ojos miel sobre mi novio.
-Me llamo Carlos, CARLOS PENA-dijo.
-Bueno, Carlos ¿en qué podemos ayudarte?-preguntó despectivo mi padre; las canas en su cabello se habían multiplicado quizá en un diez por ciento, pero este no era momento para sacar las cuentas exactas.
-Señor, señora-dijo el aludido-Estoy aquí porque…
-Es mi novio-me apresuré a decir puesto que sentí aquellas palabras explotar dentro de mi boca.
Todos, incluido Carlos, me miraron sorprendidos.
-Papá, mamá podría apostar a que sé cuál será su reacción, pero antes de que me hagan un drama y que me den el discurso típico, déjenme decirles algo-tomé otra bocanada de aire, mi acelerado corazón lo necesitaba-Tengo diecinueve años, sé razonar perfectamente y sé lo que quiero y necesito en mi vida. Ustedes son mis padres, de los cuales he tenido un apoyo incondicional; por eso les pido ahora tan sólo un poco, les ruego que me comprendan. Carlos es algo de lo mucho que necesito en esta vida, y todo lo que quiero, con él soy completamente feliz, por favor les pido no me separen de él; les juro que si el no está en mi vida, mi vida sería una existencia completamente vacía. Lo necesito.
Solté las palabras con todo el impulso del corazón, temía que el drama se volviera real y que la escena de un padre despiadado que le negará a su hija el amor de su vida se pintara en el ambiente, una Julieta sin Romeo no tendría sentido.
Mis padres me miraron sorprendidos, pensativos y cautelosos; mientras Carlos me regalaba la mirada más dulce debido a que mis palabras quizá lo conmovieron.
La ansiedad por la respuesta de mis padres era algo que me consumía con cada minuto que pasaba.
-_____-dijo mi madre, el tono de su voz era un poco más suave que antes, lo cual me tranquilizó en gran manera-Sabemos la edad que tienes y la capacidad que posees para hacer las cosas-miró a Carlos-Carlos parece… simpático-dijo como quien no quiere la cosa-, honesto-Carlos le sonrió de tal manera que mi madre quedó absorbida por la magia de su sonrisa-Y si él te hace feliz-continuó-No soy quien para ponerme en medio. Se nota que eres feliz, _____. Hace tiempo que no te veía así.
Sentí de pronto como si una carga del peso de una tonelada se me fuera de la espalda, el alivio brotó por mis poros casi al instante. Le di una gran sonrisa a mi madre, pero entonces mi padre hizo presencia en mis pupilas. El veredicto aun no había sido dado por completo y eso hizo que una parte de la carga volviera a mí.
Miró a Carlos de abajo hacia arriba y la expresión de su rostro era sería, precavida y recelosa.
-Joven-se dirigió a Carlos y éste concentró de inmediato su atención en él-Confío en que usted es todo lo que _____ dice. Estoy dejando en sus manos mi tesoro, fiándome en un desconocido hasta el momento, sólo por ver feliz a mi hija; y si usted, joven Pena, es aquel que la hace feliz, entonces no puedo decir no.
Las palabras de mi padre fueron el alivio completo, el color me volvió al rostro y la sangre corrió de nuevo por mis venas. Sonreí.
-Prometo jamás faltarle al respeto a ninguno de ustedes, y por supuesto, mucho menos a ella. Les aseguro que la cuidaré como el tesoro que sé que es. Muchas gracias por compartir conmigo ese precioso tesoro-dijo mi novio con las palabras llenas de honestidad.
Aquel momento fue lo más parecido al juicio del día final hasta ahora. Pero era de verdad todo un alivio saber que mi padres me hacían oficial el noviazgo.
-Te preocupaste de más-me dijo cuando por fin nos quedamos solos, sentados en el borde de la acera de afuera de mi casa.
La noche había pintado estrellas en el oscuro cielo y aquellos puntos brillantes sobre el cielo se reflejaban en sus bellos ojos avellana.
-Lo sé-hice un gesto.
-Eres muy dramática-rió por lo bajo y fruncí el ceño.
-Acostúmbrate.
-Me gusta-me sonrió-Tengo algo para ti, cierra los ojos-musitó entusiasmado.
Obedecí con cierta curiosidad ante la incógnita y sentí cómo Carlos colocaba una fina cadenita sobre mi cuello y la abrochaba por detrás, haciendo mi coleta a un lado-Ábrelos-me ordenó dulcemente.
Toqué la cadenita de oro blanco con las yemas de mis dedos y la miré con los ojos resplandeciendo de ternura; en ella había un dije del mismo metal en forma de una pequeña llave antigua.
-Qué hermoso detalle, Carlos-dije conmovida hasta los huesos.
-No es sólo un detalle-musitó-Es simbólico.
Sacó de dentro de su camisa azul una cadena que colgaba de su cuello, en ella había un corazón que tenía una cerradura para una llave justo en el centro.
Me llevó dos segundos comprender a lo que se refería.
-Ambos los encontré en distintos lugares, no venían juntos… pero están hechos a la medida-se quitó la cadena y tomó el corazón que pendía de ella, tomó también la llave que colgaba de mi cuello y unió ambas, justo como él había dicho, se acomodaron a la perfección. La llave entró en la cerradura con tal facilidad como si fuese propia de allí-Esto demuestra que solo tú tienes el acceso a mi corazón.
El simbolismo que le había dado me conmovió hasta que los ojos se me empañaron, aquellas joyas tenían otro significado diferente para mí. Aunque yo llevaba la llave colgando en mi cuello, y él el corazón, para mí era al revés. Lo irónico era que mi corazón se encontraba cerrado como lo representaba aquella joya y el único que pudo abrirlo de nuevo, fue él. Una llave llamada CARLOS. Aunque en este caso, el significado que él le había dado era que yo tenía la llave de su corazón.
-Carlos...
-La tienes… por siempre y para siempre-prometió.FIN
**Espero que les haya gustado esta historia, tanto como a mi, debo decir que es mi novela favorita por eso decidí compartirlas con ustedes. Espero que nos volvamos a encontrar con otra historia tan linda como esta. Y gracias por comentar y por votar!! Es de mucha ayuda. :)
Muchos saludos!! Celeste. PD: Amo a Carlos y extraño a Big Time Rush!!