- Capitulo 24
Sentí cómo se acomodó en la cama, sentado justo a mi lado; la cálida piel de sus dedos me acariciaba la mejilla mientras mi corazón palpitaba desbocado. Quitó con gran sutileza un mechón de cabello que se encontraba desparpajado sobre mi rostro.
-¿Te confieso algo?-susurró con un matiz de candidez, por no saber que me encontraba despierta-Eres el suspiro que vaga libremente por el aire, cual frágil mariposa difícil de atrapar; incluso eres más inalcanzable que las estrellas, a las que les pido cada noche que me concedan estar contigo; eres el hermoso silencio que dejó un eco aturdidor dentro de mí; eres la eternidad a la que desearía estar condenado…-soltó una frágil risita acompañado de un delicado resuello-Abrirte mi corazón de ese modo es más sencillo si estás dormida-volvió a acariciarme desde la cien hasta la mejilla haciendo que el revoloteo de mariposas en mi estómago y el desbordante latido de mi corazón se intensificara más-No tienes idea de cuán difícil es luchar por no encontrarte, desviarme del camino; hacerme el fuerte para no pararme detrás de mi ventana para sólo verte salir por la puerta; tratar de ignorarte es casi imposible. Pero la verdad es que soy un cobarde; temía enamorarme de ti-dijo y mi corazón paró en ese instante, colapsado-y a pesar de todos mis enormes esfuerzos… no logré evitarlo-suspiró-La verdad es que no había un solo día, en que no pensara en ti; por mucho que yo me lo prohibiera, no pude controlarlo… No te imaginas la tristeza que me embargaba y que me pedía a gritos resignación. Me lo prohibí, me lo negué, quise evitarlo… y a final de cuentas, resulté ser el único corazón enamorado…-susurró.No podía dar crédito a lo que mis oídos oían con inmensa perplejidad… estaba aturdida, inmensamente desproporcionada a esto. Quería moverme pero no podía, entonces temí que pudiera ser un sueño; uno de esos sueños que hace tiempo no tenía. Esta vez, deseaba con fervor que no fuera así.
Sentí cómo se acercó puesto que su respiración me golpeaba con suavidad el rostro… los labios. Se mantuvo allí por un rato, y mi corazón que ya empujaba contra mis costillas con una fuerza increíblemente veloz, incrementó su golpeteo. Me pregunté si él podía oírlo, porque yo lo escuchaba con claridad ante la oscuridad y el silencio. Pero entonces me concentré más, no era el sonido de mi corazón, sino el suyo. Ambos. A pesar de que mis ojos estaban cerrados, mis demás sentidos estaban completamente despiertos… sintiéndolo a él… ¿indeciso?
Sentí entonces cómo su respiración ahora, trazaba un camino desde mi boca hasta la parte superior de mi rostro, donde dulcemente apretó sus suaves labios contra mi frente. Y me desarmó por completo. Me dejó totalmente sin defensas, rompió toda barrera de incredulidad y muros de desconfianza. Me dejó paralizada.
Se separó de mí dejando una cuerda atada de un extremo a mi corazón y del otro extremo atado a él. Escuché sus pasos en la totalidad del silencio yendo hacía la puerta. Y cuando me aseguré de que estaba sola. Abrí los ojos.
El estaba afuera, recargado en la madera de la cabaña, bajo el tejado del umbral. La lluvia caía furiosa sobre el delgado techo, y el frío bailaba alrededor de una manera desafiante. Sin embargo, mis pensamientos pasaron de un estado de confusión a uno de anomalía total. ¿Carlos de verdad me había dicho todo aquello que escuché? Me senté de la cama, y en un instante, experimenté la sensación de que mi rompecabezas estaba completo, sin embargo, había piezas que no encajaban bien. Si Carlos sentía todo eso por mí, ¿por qué demonios actuaba tan hostil? Aun no lo comprendía, y eso hacía que de verdad creyera que todo había sido un sueño. Podría pellizcarme para asegurarme de que no lo era, pero sabía que lo único que conseguiría sería un buen moretón. Suspiré. De repente, el terrible miedo había desaparecido, entre todo el silencio y la oscuridad de la noche una vocecita dentro de mi cabeza me gritó: ¡No seas tonta! No es un sueño, sabes que es real. ¡Levántate! Dile que tú sientes lo mismo. No era un sueño, era tan real como el arco iris, tan palpable como el agua. Carlos se había convertido en la medicina para el vacío. Era mi Roberto, mi Carlos, él mismo que se pintó en mis sueños por dos meses, al que echaba de menos cuando desapareció. Simplemente, esta noche, no quería extrañarlo. Me levanté con nueva fuerza de la cama. Y me encaminé hasta la puerta. La abrí e instantáneamente el aire gélido se infiltró por toda la cabaña rodeando mi trémulo cuerpo. Carlos se giró deprisa a mirarme, sin dejar de lado el encanto con el que siempre lo hacía.
Nos miramos el uno al otro por un largo rato; él me miraba con los ojos resplandecientes de luz, mientras que yo, sentía como el rubor corría por mis mejillas coloreándolas de rojo.
-¿Te desperté?-preguntó asustado y aun así, su voz era el sonido más dulce que había escuchado jamás.
Negué con un ligero movimiento de cabeza.
-He estado despierta…-dije y me sentí culpable, pero plenamente halagada a la vez.
-¿Des…despierta?-abrió los ojos de par en par mientras su cabello era despeinado por el gélido viento de la lluvia.
Asentí ligeramente.
-¿Oíste…?
-Todo-admití y él pareció tensarse.
Bajó su mirada al piso.
-¿En realidad piensas todo eso de mí?-pregunté cual niña ansiosa por abrir sus regalos de Navidad.
-No puedo pensar otra cosa…-musitó con una voz tan cálida y aterciopelada que me erizó la piel-Soy un idiota.
-¿Qué?-pregunté confundida; sin pensamiento claro dentro de mi cabeza.
-Soy un idiota-repitió-por enamorarme de alguien que ya no quiere amar…-su voz estaba bañada de un matiz de profunda tristeza.
-Carlos, no entiendo nada.
Él resopló frustrado y triste.
-¡Me enamoré de ti, _____! Justo desde el primer momento en que te cruzaste en mi camino… en la biblioteca
-¿Eras tú?-pregunté, queriendo asimilar todo lo que me decía, sobre todo lo primero.
Asintió con un movimiento de cabeza.
-¿Pero… si tú sientes todo eso por mí, porqué… me tratabas tan mal?-pregunté confundida. Me sentía cómo una niña tonta que no coordinaba del todo bien.
-Es que… yo creí que sería más fácil-musitó.
-¿Más fácil?-pregunté queriéndole mirar a los ojos pero su vista seguía fija en la madera maltratada del piso del porche.
-Cuando te vi la primera vez, te cruzaste en mi camino en aquella biblioteca. Me pareció ver a la chica más linda que jamás había visto, llámame loco, desquiciado o como tú prefieras, pero sentí lo que es el amor a primera vista. Me deslumbraste con esa luz tan propia de ti que me quedé cegado. Pero tú ni siquiera me miraste a la cara… estabas tan distraída pensando no sé qué cosa, hasta que escuché que Schmidt te llamaba… allí supe tu nombre. Supe también que te gustaba leer aquellos libros. Simplemente me encantaste. Pero mi mente me jugó mal y pensé que Kendall era tu novio; así que sólo caminé y salí de allí con la esperanza de tan sólo verte de nuevo. Dos días después, cuando Josh te conoció, me habló sobre ti; me dijo tu nombre e instantáneamente supe que era la misma linda chica con la que había tropezado aquel día. Pero tan rápido como llegó la alegría, así de rápido se fue… cuando Josh dijo que te habían hecho daño antes y que ya no te volverías a enamorar. Me explicó también que Kendall era tan sólo tu amigo. Pero mis ilusiones de igual forma se cayeron con el sólo hecho de que ya no estabas dispuesta a amar.
¡Por supuesto! Ahora parecía todo más claro que antes, escarbé entre todas las irregularidades de mi mente, y entonces encontré las palabras que él había mencionado hace unos minutos:"...por enamorarme de alguien que ya no quiere amar”. Sentí cómo había encajado una de las piezas de mi rompecabezas.
-Cuando te vi entonces parada en mi puerta-continuó-, pensé que era una bella ilusión, quise imaginar que me buscabas a mí, pero era algo absurdo porque no sabías que yo vivía allí. Ni siquiera me conocías-gimió-En un pensamiento rápido entonces deduje, que si te trataba de una forma indiferente, evitaría que el sentimiento que de alguna manera ya estaba dentro de mí, creciera. Haría que me odiaras para que yo no te pudiera amar; porque tú no ibas a cambiar de idea a pesar de lo que sea que yo intentara; así que preferí mejor retirarme del juego…
-¿Retirarte del juego?-gemí-Carlos, ¡ni siquiera lo empezaste!
-Y para qué jugarlo si sabía que de igual forma iba a perder…-me atajó con profunda tristeza-No quería sufrir siendo el único corazón que se había enamorado.El silencio hizo presencia, el único ruido era el golpeteo de la lluvia sobre el tejado y la tierra. Tomé fuerza para hablar de nuevo, debido a la sorpresa que todas sus bellas y conmovedoras palabras me había producido.
-Carlos…-musité queriendo hacer que me mirara, pero no lo hizo.
Me armé de valor y llevé mi mano derecha hasta su barbilla y con sumo cuidado la levanté haciendo que me observara. Sus ojos lucían especialmente hermosos, relucían con la luz de luna que se reflejaba en ellos y les daba un brillo tan especial que me deslumbró. Su mirada encendió todo sitio oscuro dentro de mí… y de pronto me sentí completa. Después mi mano, con una vida propia, recorrió su cabello despeinado… era tan suave… luego, la bajé hasta sus labios, el sonreía tímidamente, pero igual sabia que era el...
-Increíble que seas tú…-musité observando maravillada su hermosa sonrisa.
-¿Qué haces?-preguntó confundido.
-Ya me contaste tu historia; déjame contarte la mía-susurré-Te he estado esperando desde hace tiempo, sabía que llegarías y que, de alguna forma, tú serías el que me encontraría… Te busqué por lugares en los que no estabas, ¡estaba tan ciega! Te soñé desde antes de conocerte, sabía que eras tú. Mi Roberto.
Se acercó un poco… su dulce aliento pegaba contra mi rostro.
-¿Qué me tratas de decir?-susurró también muy cerca de mis labios.
Sentía su aliento juguetear por mi boca.
-¿Tú me amas?-pregunté.
Se separó de pronto y se giró, caminó un poco hasta alejarse unos cuantos metros de mí. Me quedé transpuesta allí, mirándole solamente cómo se quedaba bajo la lluvia, completamente confundida por su reacción.