Cap.2. No me pegues

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La niña llegó en el mejor momento, a pesar de que mi esposo me dejó por otra mujer y  me quieren quitar la casa, ahora estoy tranquila porque gracias a esta niña no me quedaré sin un techo donde vivir.
Decidí entonces dejar en la mesa una carta despidiéndome de ese sin vergüenza y me llevé a la niña.

Salí con ella a la dirección que me envió la maestra, la casa era muy bonita.
Dos pisos y un balcón:

—Aquí viviré felíz.

—Tu eles mi tía, ¿verdad? —preguntó ella jalándome ligeramente los pantalones para que le prestará atención.

—Si si, ¿dónde dormía tu mamá? —pregunté a la niña cuando entramos mientras ella se  sentaba en el sofa, seguramente cansada por haberla traído a pie desde mi casa.

—En el segundo piso, pelo no subas.

—¿Por qué?

—Po que no quiero que vayas. Ahí duelme mamá, no tu —respondió acercándose a mi para evitar que avanzará.

La malcriadés de la mocosa me enfureció, así que solo atiné a empujarla.

—¡Haste a un lado! —ella se quedó llorando.

Subí las escaleras y me paré frente a una puerta amplia:

—¡Vaya, vaya! ¡Pero que cuarto más grande, algo bueno hizo mi hermano al casarse con esa señora!

Entonces me instalé, arreglé lo poco que llevaba y me puse a descansar un momento:

—Esto es vida.

Pasaron así dos semanas, y no soportaba la presencia de esa niña. A cada rato preguntaba por su mamá, la maestra llamaba para saber porque no iba a la escuela y no aguantaba ese tipo de cosas.

Un día la encontré durmiendo, sentía repulsión al ver a esa mocosa hechada, sin hacer nada; bajé a la cocina y llené un balde con agua fría. Cerré la llave, y fuí a la habitación.

—¡Despierta! —grité hechándole el balde encima.

La niña se sentó y se limpió el rostro con ambas manos mientras tiritaba de frío.

—Para que aprendas a no ser floja —diciendo esto la saqué de la cama con mucha cólera— ¡Quiero que te largues de aqui!

—Me lele tiaaa... po-porfavor de-déjame. Eta es mi casa, déjame —decía mientras yo la tomaba de la mano con fuerza para llegar a la puerta de salida; ella intentaba safarse de mí con un esfuerzo inútil.

—Ahora es mía y tú te vas.

Al fín logró soltarse y fué corriendo a su habitación, una vez allí, se agachó para poder ver debajo de  su cama; después de unos segundos sacó un cofre pequeño.

—¿Que haces? —le pregunto desde el marco de la puerta.

No me respondió. Y entonces pude ver lo que había en ese cofre.

—No me voy a il sin mi muñeca.

—No me hagas reir, ¿esa muñeca de trapo tan fea?

—No es fea, me-me la dió mi mami.

—¡Que más se podía esperar de esa mujer, merecido tiene que murió!

—¡No hables asi de mi mamita! ¡Ella no mulio! ¡No mientas tia!

—Jaja, dame esa porqueria —le dije mientras jalaba esa aquella muñeca , a la cual se aferraba—la voy a botar.

—¡Noooo! —lloraba mientras abrazaba a su muñeca con mucha fuerza —es de mi mamita, porfavo no me la quites.

Odio esos gritos.

— ¡Bueno ya! —dije  molesta y la solté.

Tomé a la mocosa de la mano y la jalé de regreso hasta la puerta de salida, una vez afuera le dije:

—No quiero que regreses nunca. ¿Entiendes?

Ella me miró extrañada, cómo si no entendiera lo que acababa de decir.

—Tia, yo vivo aquí.

—¡Ya no! ¡Ahora vete! —la empujé y cerré la puerta. "Al fín seré libre".

—No sé porque no me queles, no hice nada malo—oí la voz de la niña tras la puerta.

"No me importa, esa niña no me importa"

Luciana... *(terminada)*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora