Park Dark Ho, el Ceo mas reconocido de Corea del Sur tiene un odio extremo hacía los gays y cada Sábado organiza una reunión para hablar de lo muy hombre que es su hijo Park Jimin.
Pero lo que este no sabe es que uno de sus socios, el hombre al que...
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El peli rosa se encontraba revolviendo todo su armario buscando algo adecuado para su cita y para su maldita suerte toda la ropa estaba "pasada de moda" según él, mañana obligatoriamente iría de compras con sus amigos para así renovar su jodido guardarropa. Con un poco de molestia agarró unos pantalones negros ajustados y una camisa blanca que se cernía muy bien a su pecho.
Dejó la ropa sobre la cama y fue a buscar ropa interior, agarró un par de boxers rojos que se apretaban deliciosamente a su esbelto culo. Y si las cosas salían como estuvo pensando durante toda la tarde, estaba seguro de que Yoogi amaría quitarle la ropa interior con los dientes.
Con una gran sonrisa se vistió rápidamente y se puso un poco de aquella colonia que tanto le encantaba a Yoongi, se colocó los zapatos y agarró su gabardina negra. Salió de la habitación a paso rápido y bajo las escaleras de la misma manera, escapando de partirse la cara unas dos veces por lo rápido que bajó. Ya dispuesto a salir de la casa tomó el pomo de la puerta, pero como siempre había algo que siempre lo detenía y ésta vez fue su "querido" padre.
—¿A dónde vas? —preguntó con el ceño fruncido —¿Y porque mierda estás vestido como un puto marica?
Jimin suspiro tratando de calmar su ira y se giró para encarar a su padre. Sus ojos se clavaron en él y sin dejarse intimidar se acercó un poco.
—Primero, te importa una mierda a donde sea que yo vaya —respondió arisco —Segundo, deja de joderme los cojones con eso de que me veo marica, porque más marica te ves tú al expresar tanto odio a personas que no te han hecho nada —escupió con rabia y al instante recibió un duro golpe en su mejilla que lo hizo girar la cara.
—no vuelvas a hablarme así Jimin, soy tu jodido padre —gruñó el mayor molesto por las palabras de su hijo.
—Lastimosamente tengo que compartir la mierda de tu sangre en mis venas, pero escúchame claramente, estas muy lejos de siquiera llamarte mi padre —dijo sin dejarse intimidar por la mirada del vejete —Y ni se te ocurra pegarme de nuevo, es la última vez que permito que me levantes la mano.
