- Soy Gay.
- ¡¿Qué?!
No, definitivamente no podía creer lo que estaba escuchando, lo tenía ahí, parado frente a mi con sus manos tomadas de las mías, su pelo humedo, su traje de surfista apegado a la piel que dejaban ver esos musculos tan tonificados que tenía, su piel trigueña y su sonrisa, nunca en mi vida había visto una sonrisa tan bella y perfecta como la de él...
- ¿Por qué te sorprendes?.- interrumpió en mis voces internas.
- No... No me lo esperaba.- tartamudeé.
- Creí que había sido bastante evidente.- Soltó mis manos y me abrazó fuertemente.
- ¿Y por qué tuviste que hacer todo esto, acaso no sólo podías decirlo desde un principio y no haberme hecho tantas ilusiones?.- Lo separé de mi y me cruzé de brazos.
- Pero Anto...
No puedo creer que halla tanto idiota suelto en el mundo, más que idiota un imbécil, un imbécil ilusionista y muy lindo. Lo miro y sigue frente a mi con cara de perro arrepentido y yo sólo atino a dar media vuelta e irme, a mi ciudad, sin surfistas gays, sin playa, sin arena, sin nada; entonces lo miro por última vez y estoy dispuesta a marcharme.
- Anto, no, no te vayas.- agarró mi brazo y me atrajo hacia sí.
- ¿Por qué haces esto conmigo si se te quema el arroz, si se te da vuelta el paraguas? ¿Por qué?.- dije yo con un nudo en la garganta.
- No te quiero perder nunca.- Y con eso todos mis recuerdos de este verano volvieron a mi mente.