Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ VIII

447 48 29
                                    

La brisa húmeda de la noche infló las cortinas y agitó el pelo castaño oscuro de DongHyuck, que sentado en una mecedora ante la ventana del dormitorio leía Rebecca de Daphne Du Maurier. Aunque DongHyuck sabía que iba en contra de la crítica literaria, pensaba que Daphne Du Maurier era una escritora mucho mejor que Fyodor Dostoievski.

Pero le gustaba Danielle Steel todavía más y también era mejor que Dostoievski, principalmente porque los protagonistas de sus libros sobrevivían a tantas experiencias terribles que le daban el valor a DongHyuck. Sabía que en la vida real Danielle tenía niños, y cuando él pasó la gripe en el campamento, había tenido sueños maravillosos debido a la fiebre en los cuales ella era su madre. Incluso cuando estuvo despierto, se había imaginado a Danielle sentada a su lado sobre la cama acariciándole el pelo mientras leía uno de sus libros. Sabía que pensar eso era algo infantil, pero no lo podía evitar.

Cogió un kleenex y se sonó la nariz. La gripe ya había pasado, pero aún tenía una pequeña infección respiratoria, como consecuencia la directora de su escuela no lo dejaba ir antes del comienzo del curso. Habían avisado a TaeYong y fue forzado a volver a casa unos cuantos días después de que su hermano regresara a Seúl. No era que sintiera esa horrible casa como su hogar.

Deseaba que TaeYong lo dejase sólo. Continuaba sugiriendo que vieran películas o jugaran algo, pero DongHyuck sabía que sólo lo hacía porque debía hacerlo. DongHyuck odiaba a TaeYong, no sólo por lo dolorosamente hermoso que era, sino porque su padre había amado a TaeYong. Y sabía que su padre no lo había amado. Él le había dicho más de una vez que no le daba más que jodidos disgustos.

ꟷAl menos tu hermano tiene las agallas para hacerme frente, tú en cambio parece como si fueras a desmayarte cada vez que te habloꟷ Le había dicho cada vez que volvía a casa. Había criticado la forma en que hablaba, la manera en que miraba, todo lo que hacía y él sabía que él en secreto lo comparaba con su hermoso y seguro hermano mayor. Durante años, su odio por TaeYong fue formando una dura concha alrededor de su corazón.

En la distancia, oyó sonar un reloj repicando nueve tonos y haciendo que la gran casa pareciera aún más vacía y que se sintiera más pequeño y solo. Fue al lado de la cama y se arrodilló para sacar el objeto que escondía allí. Sentándose sobre sus piernas, abrazó a un mono oscuro manchado de barro al que le faltaba un ojo.

Apoyó la mejilla sobre una calva del pelaje entre las orejas del mono y murmuró ꟷEstoy asustado, Coco. ¿Qué nos va a pasar?

ꟷ ¿Hyuckie?

Ante el sonido de la voz de su hermano, DongHyuck volvió a meter a Coco bajo su cama, cogió de encima de la cama Los hermanos Karamazov, metió Rebecca bajo la almohada, y se volvió a sentar en la mecedora.

ꟷ ¿Hyuckie, estás ahí?

Pasó la página y la puerta se abrió, sin preguntar TaeYong entró en su habitación.

ꟷ ¿No me oíste?

Con cuidado ocultó los celos mientras miraba el peto de jean anchos que llevaba su hermano y el llamativo pullover naranja. El pullover era ridículamente ancho como los pantalones y para sumarle a todo traía puesta una bandana en la frente que resaltaba la belleza de su rostro. DongHyuck quiso esconder su rostro tras el Dostoievski.

No era justo, TaeYong ya era grande y no necesitaba ser tan hermoso, no necesitaba toda esa mandíbula afilada o esos ojos grandes, las pestañas largas ni sus labios bonitos. ¿Por qué no podía él ser tan hermoso en vez de parecer una fea caricatura con los ojos redondos y la piel oscura?

ꟷLeía.

ꟷYa veo.

ꟷMe temo que no estoy de humor para hablar, TaeYong.

It was always you [A¦Jaeyong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora