LV. Hasta que cante el final

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En calma.

Así es como se sentía exactamente en aquel momento, con la lluvia de caricias que una morena de metro ochenta— quien la acogía entre sus brazos y su espalda— dejaba caer por debajo de su jersey de lana rojo, ese que había descubierto que le encantaba.

El tacto metálico de sus anillos de plata le provocaba cosquillas a lo largo de las costillas que componían su caja torácica, produciéndole escalofríos que la hacían suspirar a la vez que la sensación cálida que le oprimía el pecho resultado de su cercanía.

De vez en cuando, la humedad de los labios de Natalia se dejaba caer sobre el calor que escondía su cuello, en un contraste de temperaturas que le erizaba la piel al mismo tiempo que le ardía, con la banda sonora de la Bella y la Bestia de fondo reproduciéndose en la televisión con la que tantas veces lo habían hecho.

-Qué guapa es Emma Watson— comentó en otro suspiro provocado por el tacto de su lengua en esta ocasión—. Nat, para...— murmuró en un ronroneo en el que no pudo evitar removerse en su sitio.

Porque las caricias sobre su piel desnuda quemaban, y la humedad de su lengua intrépida incrementaba su quemazón, algo que le removía sentimientos y lo que no eran sentimientos.

-¿Por?— maulló ahora la otra, ejerciendo más presión con la yema de sus dedos en la carne de su abdomen.

La cabrona lo sabía perfectamente, pero con un último beso que dejó caer contra su mejilla, se retiró y la dejó seguir disfrutando de la película en paz.

-¿Te has crusheado de Emma Watson?— la dulce voz de la pelinegra sonó contra su oído, pero pronto sintió la tensión que abarcó su cuerpo por la pregunta que había formulado, suponía. Sus sospechas se vieron confirmadas cuando continuó hablando entre tartamudeos— Perdón, yo no... yo no quería... quiero decir que... yo...

Se giró en el hueco de sus piernas para mirarla directamente a los ojos y agarró su mentón entre la fragilidad de sus dedos cortos y pequeños, degustándose por el tacto de su mandíbula afilada entre ellos.

-Nat, tranquilízate—sonrió por el intercambio en los roles tan repentino—, ya tengo más que asumido que hetero no soy— y sin más se inclinó para depositar un suave besito encima de la puntita de su nariz—. Respondiendo a tu pregunta, Emma siempre me ha parecido muy guapa, lo que pasa es que no era capaz de darme cuenta de en qué sentido— se encogió de hombros—. Y ahora que lo pienso... en muchas películas y series me fijaba más en las chicas que en los chicos, pero lo veía como algo normal, no sé, admiración...— susurró eso último para sí misma.

Qué tonta había sido.

-Admiración una mierda— dijo ahora en voz alta acompañada de una carcajada que terminó contagiando a la otra, justo antes de girarse y volver a acurrucarse en el regazo de la navarra.

-Creo que eso es algo que nos pasa a todas— continuó ahora su novia—, sólo que yo me di cuenta demasiado rápido— la risa con la que vibró su cuerpo le acarició también el oído— y no me costó demasiado aceptarlo, cada persona lo lleva como puede y tarda en asimilarlo lo que le hace falta, la presión es peor— susurró eso último contra la curva de su cuello antes de dejar un beso sobre el mismo y dar por finalizada la última conversación que tuvieron hasta el final de la película.

Al momento en que se levantó para llevar a la cocina el bol ya vacío de palomitas que se habían comido durante todo el tiempo que habían estado en el sofá, un azote en su trasero le sorprendió, lo que le hizo girarse con un semblante sorprendido al mismo tiempo que divertido.

-¿Acabas de azotarme el culo?— le preguntó entre carcajadas roncas.

La morena se levantó hasta posicionarse a su lado con una sonrisa tan grande como la diferencia de altura que le sacaba.

Rapport // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora