XXI. Ni lesbiana ni bisexual

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Otra vez en el bar.

Otra vez dibujándola en servilletas arrugadas.

Otra vez sacándole sonrisas que le aceleraban el corazón.

Natalia la miró con los ojos colmados de una ilusión que logró atravesarle el alma, descubriendo su propio reflejo en ese brillo traslucido que dejaba entrever sus más profundas sensaciones. Le encantó ser ella la causante de esa emoción palpitante en cada molécula de su ser.

La dibujaría cada minuto si el precio iba a ser esa sonrisa tierna que dejaba a la vista casi sin quererlo sus pequeños y adorables dientes separados.

Como cada vez que la había dibujado, la más alta se guardó la servilleta en el bolsillo de su delantal y se giró en busca de algo que, le sorprendería para bien.

-¡M&M's!— gritó como una niña pequeña en cuanto la del pelo negro zarandeó la bolsa amarilla con una sola mano— ¡Muchas gracias, Nat!— casi se sube encima de la barra para poder abrazar a la morena que la observaba con un cariño desbordante.

Se comió las bolitas en silencio, apartando las amarillas, mientras a su lado, una Alicia apenada, relataba sus últimos acontecimientos con Adrià.

-Y no me ha querido decir con quién está hablando, ¿os lo podéis creer? Me parece de lo más sospechoso— contó con las cejas fruncidas justo en el taburete contiguo al que estaba sentada ella—. Pero vamos, después de lo de la playa me queda más que claro que no tengo ningún tipo de oportunidad con él...— sopló ahora en voz más baja con el labio inferior temblándole.

Lo sentía mucho por la pelirroja, podía llegar a entender su dolor porque, en cierto modo, ella sufría exactamente por lo mismo. Sin embargo, en su caso, lo más aconsejable era olvidarse de él y pasar página, no obstante no tenía todavía la suficiente confianza con ella como para decirle algo así, por lo que permaneció callada.

Aunque la poca vergüenza de la Mari salió a flote.

-A ver, pelirroja, cariño— le sonrió con descaro—, búscate un chochito y vas a ver lo rápido que se te pasa.

La valenciana frunció las cejas en su dirección, reprochándole sin palabras la actitud a su amiga. Como siempre, la madrileña la ignoró.

-Lo que la Mari quiere decir— intervino Natalia— es que te abras a otras personas. Si no dejas de pensar en él, puedes estar perdiéndote a alguien que de verdad se interese en ti de la misma forma que tú— suavizó dejando totalmente embelesada a la pequeña con sus palabras.

Qué bien hablaba, joder.

-Ya, Nat, pero no sé— suspiró la chica—, es que ahora mismo me cuesta mucho pensar en alguien que no sea él— removió la Pepsi que se estaba bebiendo con el sorbete, jugando con los hielos del vaso de cristal que tenía entre las manos.

Alba, de nuevo, comprendía su punto perfectamente. Sabía lo duro que era estar enamorada, no poder estar con esa persona, es muy difícil dejar de hacerlo de un día para otro. Sin embargo, las chicas tenían razón, Alicia no merecía suspirar por alguien que no le correspondiera.

Ni ella ni nadie.

El amor no correspondido era una putísima mierda.

Y puede que el suyo sí lo fuera, pero se sentía como todo lo contrario.

-¿Y tú qué?— se dirigió la del pelo azabache a su compañera de trabajo— Ya te has cansado de tirarle la caña a la jefa, ¿o qué?

María bufó antes de echarse el trapo con el que había estado limpiando las mesas al hombro, adoptando una pose tan chulesca como despreocupada. Una sonrisa que igualaba el tamaño de la Ciudad de las Artes y las Ciencias dominaba su cara.

Rapport // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora