Ese viernes por la noche, cuando Natalia iba de vuelta al terminar su ruta de ejercicio, volvió a encontrarse a Alba paseando a su perro en el mismo parque que la otra vez. El animal, que ya la conocía de otras veces en las que se habían encontrado, corrió a su encuentro con la lengua fuera.
-¡Hola, cariño!— le saludó en cuanto el perro llegó a su lado dando algunos saltos de alegría. Le rascó la parte trasera de las orejas, ganándose unas cuantas vueltas en círculo por parte del pastor alemán que la hizo reír.
-No merezco que le caigas tan bien— comentó la rubia al llegar a su lado. Kion, nada más escucharla hablar, acudió al encuentro de su dueña y empezó a darle toques con el hocico en su mano derecha, buscando ahora su atención.
La pequeña le acarició el lomo con brío antes de clavar sus ojos en los de la más alta y dedicarle una sonrisa pequeña pero tierna que acabó contagiándole a ella.
Terminaron por sentarse en el mismo banco de siempre, con el perro correteando por sus alrededores y la luz de la luna llena acompañando el brillo que ejercían las incontables farolas sobre el verde parque.
-Mañana te recojo yo— se ofreció Natalia girándose a mirarla—, para que nos vea tu madre y eso— comentó sacando la cajetilla de tabaco de su riñonera y encendiéndose un cigarro.
-Vale, va a venir bien.
Tras esas palabras, las dos se quedaron en un silencio agradable tan sólo lleno por el sonido de la respiración pesada del perro al correr de un lado a otro, hasta que la valenciana se atrevió a romper el silencio con algo que acabaría por descolocarla.
-Esta tarde he discutido con mi padre— hizo una mueca de cansancio—, otra vez.
La morena frunció el ceño totalmente desconcertada. Se suponía que ya habían estancado el tema del compromiso y sus progenitores estaban contentos, entonces, ¿cuál era el tema de la discusión ahora?
Alba suspiró, a Natalia no le hizo falta preguntar para que la pequeña se explicara.
-Quiere que nos vayamos a vivir juntas— reveló con algo de vergüenza, apartando la mirada de los bonitos ojos que la observaban con confusión—, dice que nos deja la casa que tiene en frente de la playa— la rubia apretó la mandíbula con rabia y la navarra se recreó en el músculo que hizo presencia en su perfilada quijada.
-Alba, yo no puedo... Irme a vivir así como así, mis hermanos... Ya sabes que mis padres no están y no puedo dejarlos solos— le explicó con pesar.
-Lo sé, Natalia— asintió sin ser capaz de mirarla todavía—, por eso he discutido con él.
La morena no supo qué responder a eso, ¿por qué Miguel Ángel tenía que ser tan exigente con ella? ¿No podía dejarla respirar ni un mísero segundo sin querer controlar su vida de esa forma? Joder, que sólo tenía veintidós años. ¿No estaba satisfecho con que ya le hubiera presentado a su novia que tenía que meterle presión de nuevo?
Obviamente no iba a decirle nada de eso, ya tenía suficiente con la coacción de su padre como para que encima ella se pusiera a recalcarle todo lo que estaba mal.
-Siento no poder ayudarte con eso— se disculpó cabizbaja. Sentía impotencia, empezaba a encariñarse con Alba y, por ende, a preocuparse por ella, así que el no ser capaz de hacer algo para aliviar su agobio la frustraba de una forma inconcebible.
-No importa— se giró la ilicitana mirándola por fin con una sonrisa—, ya se cansará.
Ambas sabían que eso era una mentira como el Oceanogràfic de grande, pero pensarlo les venía bien para la angustia que estaban sintiendo. Si en todos esos años no habían dejado de darle la brasa con el hecho de tener pareja, no iba a ser menos con lo de vivir juntas.

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Rapport // Albalia
Fiksi PenggemarPROHIBIDA SU COPIA Y/O ADAPTACIÓN. «Rapport; en psicología, dícese de la relación existente entre paciente y terapeuta, generalmente, siendo necesario que sea positivo de cara a poder establecer una buena relación terapéutica.» Alba, tras una exper...