Capítulo 3

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HADES

—¿Por qué haces todo esto?

—Porque quiero y me da la gana de hacerlo.

—Hades, sabes que no me refiero a eso.— Sé de que habla, pero a Paul no le interesa lo que pase en mi vida. —Quiero ayudarte.

—¿Ayudar?— pregunto— Por favor no me hagas reír, Paul.

Una pequeña risa se desliza en mis labios al tiempo que me volteo para encararlo. Está recostado contra la pared del balcón, de manera despreocupada. Lo veo llevarse el cigarrillo que tiene entre sus dedos a su boca, le da una calada, luego deja ir el tóxico humo.

—¿Qué es tan gracioso para ti? —pregunta.

—¿A qué te refieres con ayudar? Porque dudo mucho que quieras involucrarte en esto.

—Quiero ayudarte a ti, Hades... —hace una pausa —sé porqué haces esto.

—¿Así? —le digo enojado —Si tanto sabes, entonces, dime: ¿por qué lo hago?

El silencio que le sigue a mis palabras dura un largo rato.

—Eso pensé, no sabes nada, Paul. ¡NADA! —digo con más violencia de la que espero.

—Es por ella —al terminar su cigarrillo, responde. ¡Qué equivocado está! —Todo lo que haces desde que se marchó, es por lo que sucedió, quieres que vuelva a ti. Aunque si lo hace, eres lo suficientemente orgulloso como para rechazarla, sientes tanta culpa que ahora juegas con las hermanas Jefferson, y no sé porque razón Priscila aceptó entrar en este maldito juego tuyo, pero te digo desde ahora... ¡Detente, Hades! ¡Déjalas en paz!

—A mi no me das órdenes, ni tú ni nadie. Me detendré cuando yo quiera, cuando a mí me dé la gana.

Cuando termino, camino hasta la puerta de entrada del balcón y me detengo bajo el umbral de esta. Lo miro por encima del hombro.

—Sabes como terminarán ellas si siguen haciendo todo lo que les digo. Sabes de lo que soy capaz de hacerles.

—Justo por eso quiero ayudarte Hades. Déjame ayudar. Aléjate de ellas, déjalas en paz.

—No puedo. Llegamos a este punto en el que la quiero solo para mí.

—¿Quieres a la pequeña Jefferson? —me pregunta Paul y le dedico una mirada que dice todo eso que mi boca no puede. El cambio en su expresión, una que antes era enojada ahora está llena de confusión, entendimiento y más preguntas. Me da un asentimiento y eso me dice que entendió.

***

Hace alrededor de dos horas que llamé a Priscila y me dijo que casi llegaban. Están retrasadas.

Son casi las once de la noche y la fiesta está en su mejor momento. El alcohol no ha faltado, incluso creo que hay chicos buscando más; la música retumba en cada rincón de la casa, la pista de baile está repleta de adolescentes frotándose unos contra otros, en las esquinas y paredes de todo el lugar hay personas besándose como sino hubiera un mañana, incluso creo haber visto parejas subiendo las escaleras que dan a las habitaciones para hacer quién sabe qué cosas.

Voy al minibar, pido un whisky sin hielo, casi al instante el chico que está detrás de la barra me lo entrega.

 Un olor a fresas y vainilla inunda mis fosas nasales. 

Katherine...

¡Mierda! ¿Por qué tiene que oler tan bien?

Bebo todo el contenido de mi vaso y volteo para verla, por unos segundos nuestras miradas se encuentran, ella la aparta primero, y yo como un imbécil que quedo mirando lo bien que le queda ese vestido negro y como acentúa sus curvas. Aparto la mirada y le paso por un lado, no le digo nada y voy hacia las escaleras, no espero que me siga, ella sabe que tenemos un conversación pendiente.



Dos horas después

He obligado a Katherine a bailar conmigo mientras que Priscila le hace un favor a Paul.

He pensado toda la noche en mi conversación con Paul, hace alrededor de una hora que le dije que si me quiere ayudar con esto debe tener sexo con la hermana de la pequeña Jefferson, y para asegurarme de que cumpla le he pedido que grabe todo. En estos momentos estoy bailando una canción de The Weeknd con la Katherine, y me lleve tremenda sorpresa al ver lo bien y sensual que baila.

Llega un momento en el que estoy cansado de estar bailando por tanto tiempo, muchas chicas después de haber bailado algunas canciones, me dan su número en un pequeño papel y me invitan a llevar la fiesta a un lugar más privado, son esa clases de cosas que me hacen preguntarme que les pasa a las chicas de hoy en día. A todas mi respuesta ha sido no, no tengo ganas de ligar con nadie en estos días, tengo demasiadas cosas en la cabeza.

Voy por otro trago cuando se me ocurre una idea, como si supiera que pienso en ella, la pequeña Jefferson aparece en mi campo de visión, le hago un gesto con la mano para que me siga, cuando llego a las escaleras volteo para ver si esta detrás de mí, cuando lo confirmo, continúo. Mientras subo las escaleras una sonrisa se forma en mis labios. Cuando llego al final de las escaleras, camino hacia mi habitación, entro y dejo la puerta abierta, segundos después la escucho cerrarse.

Camino hacia mi mesita de noche y  tomo mi celular. Katherine está en el centro de la habitación, reviso el celular y tengo dos mensajes de Paul, en los cuales me dice que ya esta hecho, en el otro pregunta que si  necesito algo más, no le respondo y me concentro en Katherine.

—¿Estás nerviosa?

—No, solo quiero saber que quieres ahora. Ya le hiciste algo a Priscila hoy, ¿no fue suficiente?

—Ahora quiero que hagas algo por mí.

Eso le sorprende, a mi no, estuve pensando en eso desde que vi como baila y quiero que lo haga, deseo que lo haga y espero que diga que sí.

—¿Qué quieres?

—Quiero que bailes para mí.


HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora