Capítulo 11

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HADES

Tres horas después...

Junto a dos amigos de confianza, me deshago del cuerpo de Alejandro, el tío de los hermanos Jefferson. Katherine y Priscila están sanas y salvas en su casa, su hermano vino por ellas al depósito. Le doy una buena suma de dinero a mis acompañantes y conduzco a casa. 

Al llegar, subo a mi habitación, tomo una ducha y me pongo ropa limpia, tomo mi chaqueta y me encamino a mi auto, recorro las calles del pequeño pueblo y termino escuchando la radio, interrumpen la música para dar una noticia de último minuto:

—Reportan desaparecido al futuro alcalde, fuentes confiables afirman que el aspirante a alcalde del pueblo lleva desaparecido más de 48 horas...

Detengo el auto a unas cuadras de la casa de los Jefferson, toda la cuadra está llena de policías y eso solo aumenta mi preocupación por la pequeña Jefferson.

¿Por qué mierdas me preocupo por ella?

Me acerco despacio, intentando no llamar mucho la atención de los policías, en el camino, miro a mi alrededor y veo a varios de mis colegas entre los policías, éstos son policías corruptos que me ayudan a que mis pequeñas perdidas de control no sean tan notorias. Me ayudan a esconder los cuerpos que masacro y incriminan a otros pobres infelices por las muertes que yo causo.

Aquí es donde me planteo la idea de irme por donde vine.

Me dejan pasar a la casa, cuando le digo al policía que está en la puerta que soy amigo de la familia, lo cual no es del todo mentira, Adán Jefferson, padre de Katherine, es amigo muy cercano de mi papá, me sorprendo cuando Sara De Jefferson se acerca a saludarme con el rostro lleno de lágrimas.

No se supone que está mujer estaba de viaje y volvía dentro de un mes.

Le doy un leve abrazo y me hago el tonto preguntando que pasó y el por qué de tanto alboroto. Entre lágrimas me dice lo que ya sé. Me deja acercar a su esposo e hijos, que están en la sala siendo entrevistados por tres policías.

—Disculpen —carraspeo.

Todos se centran en mí, y yo no encuentro que cara poner, el primero en acercarse es Adán, me palmea el hombro y yo le doy mis condolencias por la muerte de su hermano, condolencias que no siento. Me alegra que ese hijo de puta haya muerto. Vuelve a donde estaba para seguir contestando las preguntas que el policía le formula, Priscila me mira y no tiene buena cara. Debería de agradecerme, gracias a mi su hermana gemela no está entre las rejas de una fría y solitaria prisión.

Katherine ni se digna a mirar hacia mi. Pasa una hora y me voy dando la excusa de que mi padre me necesita, cosa estúpida considerando que son pasadas las tres de la madrugada.

***

Días después...

No sé nada de las gemelas Jefferson, no se han presentado en la escuela y en vez de estar preocupado, estoy enojado. No contestan mis llamadas ni mensajes y eso me enoja aún más. Planteo la idea de ir a su casa, la descarto al darme cuenta de que sería muy desesperado, su familia está atravesando un momento difícil en estos momentos y debería darle espacio.

Como si eso te importara. 

Me reclama mi subconsciente. Y, es la verdad, no es que me importe mucho la muerte de un bastardo como Alejandro y, mucho menos me importa el sufrimiento de la familia Jefferson. Sé que la pequeña Jefferson no sufre esto, de algún modo, en su dulce y tierno interior disfrutó matar a su verdugo. 

Es miércoles y debo asistir a mi cita con mi psiquiatra, a la cual no quiero asistir, prefiero enterrar mi polla en el coño de alguna puta de la escuela o hacerle la vida imposible a Priscila Jefferson. La segunda idea es muy tentadora. Mientras pienso en lo próximo que haré para fastidiarle la existencia a la gemela de Katherine, tomo una ducha.

El agua se desliza por todo mi cuerpo causando un leve momento de tranquilidad al recordar el olor que estaba impregnado en el baño de Katherine. 

Su olor. Fresas y vainilla con un toque de perfume Chanel. 

Pienso en su sonrisa, en como se achican sus ojos cuando sonríe. Pienso en su pequeña figura, su cabello castaño oscuro, sus ojos azul grisáceos, sus espesas y risadas pestañas, su pequeña y rosada boca... Me imagino besando esa boca, chupando su labio inferior, mordiendo y besando su cuello, bajar a sus clavículas, lamer todo a mi paso hasta llegar a sus pequeños pechos y...

—Hades, ¿piensas quedarte todo el día en la ducha? Tenemos que entrenar.

Paul me saca de mi fantasía.

Casi me la toco en las duchas de la escuela pensando en la pequeña Jefferson.










HadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora