Fui despojado de mi posición de capellán y me internaron como paciente psiquiátrico del hospital. Los primeros días los pasé en una habitación regular donde tenía cierta libertad para andar por los pasillos y hacer preguntas.
Preguntaba dónde se encontraba mi hermana para verla de nuevo pero nadie me daba una respuesta. Finalmente una enfermera tuvo el valor de decirme la verdad, que mi hermana... ya había muerto. ¿Jen había muerto y todo había sido mi culpa? Yo mismo había llamado al verdugo y había guiado de la mano a mi propia hermana hacia una sentencia por un crimen que nunca cometió. No podía creer lo que escuchaban mis oídos. Algo cambió dentro de mí, una luz cuyo resplandor no volví a ver.
* * *
El doctor Troy se encontraba sentado en la cama repasando las escrituras cuando lo escuchó. El tenue sonido de un golpeteo parecía provenir de la ventana. Las cortinas de seda de su habitación revoloteaban con el viento. ¿Había dejado la ventana abierta? No lo recordaba. Al acercarse para cerrarla, emergió del umbral una mujer vestida en harapos negros y un hedor a azufre envolvió la habitación. Los sentidos del doctor se estremecieron al verla. La mujer llevaba tatuado en su frente el número de la Bestia.
Dormido, el doctor se retorcía en su cama a causa de la pesadilla y de su boca brotaba profusa glosolalia. A veces emitía una que otra frase inteligible como "no por favor, mamá, ya no más", "seré un niño bueno" o "¡te mataré, ramera!".
Se despertó de un brinco. Su rostro escurría sudor frío. Durante el resto del día, escuchó sin descanso en su mente los gritos de aquella mujer a la que le realizaron un exorcismo. Sus pensamientos no lograban alejarse de ese último estertor, "se cubrirán de sangre...", y no había razonamiento alguno que pudiera consolarlo. A su parecer, no había cometido crimen alguno, ¿entonces por qué se sentía así? Las últimas palabras de la mujer no cesaban de horadar su mente. "Se cubrirán de sangre...". Solo podía hacer una cosa.
Se dirigió inmediatamente al hospital, aunque aún era temprano, por lo que no encontró al acostumbrado guarda de seguridad a la entrada que le trataba con alto respeto, sino a un perro callejero desaliñado que le rugía y ladraba sin cesar.
Al ingresar al edificio, despertó a uno de los pacientes del ala psiquiátrica.
—Jeremías, ven conmigo —le dijo.
Jeremías era uno de los pacientes psiquiátricos más graves y antiguos del hospital. Uno de los casos más extremos. Había perdido la capacidad de hablar y comunicarse por completo hace varios años en un accidente automovilístico. Una gran cicatriz que cruzaba su rostro se lo recordaba cada vez que se miraba al espejo, lo que no lo dejaba superar su trauma. Esto lo hacía el sujeto ideal para contarle secretos y sueños oscuros en la comodidad de su consultorio sin que nadie lo supiera.
—Después tuve otro sueño... con la misma bruja. Yacía postrado en una cama de hospital pero fuera del edificio, en el jardín. Desde mi cama observaba las ventanas, la mayoría con las cortinas cerradas. No podía moverme. Me encontraba paralizado. Desde una de las ventanas se asomaba la figura de una mujer, aunque no podía distinguir su rostro. Llevaba puesta una bata y su cabello era negro, largo y desaliñado. Se acercó a la ventana como si estuviera observándome. En la siguiente ventana había otra mujer igual. Estaba en cada ventana observándome. Yo intentaba moverme pero era en vano. Cada vez más brujas se asomaban por las ventanas llenas de rabia. Algunas golpeaban en la ventana, otras me arrojaban libros y lámparas a través de la ventana y yo no podía hacer nada. No podía ni siquiera girar la cabeza. Desde un costado noté de repente que una mano se estiraba hacia mi rostro. No, no era una mano, era una garra...
—Doctor, tenemos una emergencia...
Una enfermera entró en el consultorio sin tocar la puerta. El doctor Troy se enfureció. Jeremías cerró los ojos y se tapó los oídos con las manos asumiendo una posición fetal sobre el suelo, buscando la calma hasta que lo malo pasara. Unos minutos después sintió una mano que lo tomaba del pelo.
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Bruja terrenal
FantasyUna bruja internada en el hospital psiquiátrico donde trabajaba su hermano como capellán, a quien no veía desde la infancia, ha sido sometida a un exorcismo; su reencuentro trajo consecuencias más allá de lo que cualquier mente sana puede concebir.