[XVI] OCVLVS ASPICIENTIS

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CUARTA PARTE: HACIA LO DESCONOCIDO

La clase de cosas que he podido contemplar con mis nuevos ojos, esferas del tamaño de bellotas pequeñas que salen de extremidades de mi espalda, se me hacen difíciles sino imposibles de describir: de la suerte de un suspiro estruendoso a los oídos o una sensación escalofriante a los sentidos.

Son cientos sino miles de ellos, los miro lentamente trepar por las paredes u observarnos fijamente desde un rincón sombrío rascando sus patas en sus pequeñas cabezas como pensando inquisitivamente aterrados de lo que ven y lo que saben.

Todo lo que siento es profunda vergüenza. Mi rostro se sonroja por no poder explicar nada de lo que hay en este mundo o en el otro, ¿acaso son el mismo? Ni siquiera eso lo sé. Estas son las consecuencias de la conjunción que tanto temíamos que pudiera llegar a suceder.

Los ojos pequeños que salen de los brazos de mi espalda observan a estas criaturas con detenimiento sin poder descifrar lo que hacen y lo que no hacen. En su silencioso andar en la oscuridad nos toman a los dos por tontos: al AEON y a mí.

Estoy paralizado junto a uno de los seres conocidos como AEONES, una aberración extradimensional tan antigua como los ángeles. Tras el suceso de la conjunción, fuimos unidos en uno solo y forzados a resguardar la puerta entre los mundos. Su presencia no me molesta, más bien podría decirse que me agrada. Encuentro su voz muy reconfortante.

—Bienvenido a la Edad de Piedra, criatura celestial. No me pidas que explique lo que es este mundo o verás en el periódico titulares que leerán "criatura extradimensional pierde la cabeza".

El AEON se refería al pergamino que aparecía cada día en la caverna donde nos hallábamos sin poder movernos. Alguien muy pequeño lo deslizaba todos los días en la mañana por debajo de la puerta.

—Quien ha perdido la cabeza no puede explicar dónde la ha dejado. Pero dime una cosa, ¡gran Penemuel, ángel tatuador, por qué te atemorizan tanto los insectos, son solo arañitas! Trata de usar tu gran sabiduría. No te enfrasques en intentar comprender lo que hay a tu alrededor. En vez de eso, trata de mirar hacia dentro y entender la situación en la que estamos unidos los dos.

El sonido de sus palabras me trae alivio. Pero no puedo explicar por qué y eso me avergüenza.

—Lo único que puedo decir en nuestra defensa es que, llegada la hora de enfrentar todos aquellos errores que hemos cometido y últimamente nos han traído aquí, no es tarea sencilla saber por dónde empezar mientras el mundo que amamos se destruye en mil pedazos frente a nosotros. Solo somos contempladores dotados de bastantes ojos para verlo todo, encerrados en medio de los mundos y albergando un sueño que se vuelve añicos mientras lo observamos en silencio. Con nuestras acciones hemos destruido lo que amamos. Es lo que hemos hecho. No pusimos suficiente atención ni enfrentamos la realidad que yacía frente a nuestros ojos. En este nuestro fatal desenlace, vemos aquello que amamos pasar efímero solo para desaparecer. Destinados a terminar como fríos observadores, cómo podríamos siquiera soñar con enmendar nuestros errores si lo único que podemos hacer ahora es mirar.

Dios todopoderoso, te pedimos ayuda. Envíanos una señal. Dinos de qué manera podemos intentar hacer algo más para salvaguardar la vida o morir en el intento. Dios, por favor ayúdanos. Te lo suplico.

* * *

—Yo dejo el periódico allí, eso es todo lo que hago —asegura el pequeño hombrecillo que trabaja en el hospital y que he privado de movimiento para interrogarlo. Estoy seguro de que hay algo más que no me está diciendo. Se le ve demasiado atribulado para una tarea tan trivial. Ya que las catacumbas debajo del hospital se encuentran bajo llave, le solicito fehacientemente que me acompañe.

Bruja terrenalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora