Me voy

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-¿Qué pasa? – dijo asustada

No respondí a su pregunta, simplemente la abracé. La necesitaba solo a ella.

-Juan, me quieres decir que pasa?

-Mi padre

-¿Qué le pasa a tu padre?

- Quiere verme

-¿ Y, que tiene de malo que tu padre quiera verte?

Levaba un tiempo con ella pero nunca le había contado nada. No sabía que mi padre había decidido irse sin ni siquiera darme una oportunidad , sin saber como era ni si merecía la pena.

-Que…que…. que Dios Clara me cuesta mucho hablar de esto. Nunca se lo é contado a nadie.

-Quieres que vallamos a casa y me lo cuentas?

Asentí ya sin ganas de hablar, en casa por primera vez le conté mi vida y la de mi madre.

-Es una decisión difícil, pequeño

- ¿por qué ahora? Mi vida está en orden estoy teniendo la vida que el me arrebató cuando se fue.

-¿Y si lo que tiene para ofrecerte mejora lo que ya tienes?

Ante la pregunta sonreí, supongo que fue la sonrisa más triste y amarga de toda mi vida. Quizás irónica ¿qué podría tener el que yo necesitase?

-Yo creo que nada podría mejorar mi vida de ahora, además no puedo echar de menos algo que nunca tuve- dije con un resentimiento que guardaba solo para él.

- Conócelo

Parecía simple, una sola palabra, ella lo hacía tan fácil y bonito. Conocer a mi padre a ese hombre que había arruinado la vida de mi madre. Que había contribuido a mi creación pero que no quiso ver la obra finalizada. ¿Debería utilizar la palabra padre para referirme a él?

Un portazo interrumpió mis pensamientos. Amaia entraba en casa de forma brusca, el enfado se reflejaba en su cara.

-¿Somos amigos Juan?- me miraba fijamente solo a mí

No obtuvo respuesta, y pasó su mirada hacia Clara que se adelantó a su pregunta

-No permito que dudes eso.

- He cedido en todo, absolutamente en todo para que seais felices, e aparcado mis sentimientos hacia ti, conformándome con lo que decía ser una amistad, pero en un momento, solo uno, en el que te necesito, me dejas sola y te vienes a casa con tu amada Clara.

-¿De que hablas Amaia?- dice Clara con voz desconcertada

- Que me voy del piso, buscaos otra compañera, lo siento- las lágrimas empezaban a asomar a sus ojos y vi una pena enorme quizás tan grande como la mía.

-No, no puedes irte- dije sin pensar

-Pagaré mi cuota hasta que encontréis a otro- sus ojos contenían tristeza, frialdad y mucho dolor.

- Me voy yo, Amaia- dije con la mente perdida en todo lo que estaba pasando

-¿Qué? – fue una pregunta conjunta, fuerte y clara.

- El problema siempre soy yo. Mi madre era feliz con mi padre hasta que llegué yo, vosotras erais felices hasta que puse un pie en esta casa. Se supone que si yo me voy todo se arregla.

-No puedes dejarme, Juan

- No te dejo, tengo que ir a casa. Vamos a poner fin a la mala suerte.  Amaia, quédate- no sabía que más decirle, ni siquiera sabía que le pasaba pero no tenía voluntad para preguntarle, quizás ese nuevo chico le había hecho daño pero yo no podía ayudarla, ahora solo podía pensar en mi padre.

Recién llegadoWhere stories live. Discover now