Una tarde inesperada

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Pobre, se veía tan pequeña, y tan buena ¿cómo ese chico podía haberla dejado así? si Andrea me hubiera querido como ella lo quería a él las cosas habrían sido diferentes. ¡Qué mal organizado estaba el mundo! a quien quieres no te quiere y te quiere a quien no quieres...

Amaia me sacó de mis pensamientos que con un hilo de voz me dijo:

-Voy a prepararme un café ¿quieres uno?

-Si, gracias!- dije intentando moverme lo menos posible, mientras estuviera dormida no lloraría ni pensaría en él.

Poco después notaba como se me dormía el brazo así que la aparté con cuidado y me fui a mi habitación. No tenía nada en particular que hacer allí, pero mi mente necesitaba soledad, todo estaba yendo tan deprisa que no podía asimilar los cambios. Pero como era de esperar mi soledad no duró mucho, alguien golpeaba mi puerta con suavidad:

-Pasa- dije

- ¿Estás ocupado?- Amaia me miraba con sus grandes ojos azules y no podía decirle que sí.

-Claro que no, ¿pasa algo?

- Me preguntaba si tenías plan para lo que queda de tarde- me dijo cautelosa, estaba tensa, y no me gustaba que se sintiera así.

- No, ¿necesitas algo?- sin saber por qué cuando ella estaba cerca me comportaba de forma segura  y decidida.

- Podría enseñarte un poco la ciudad, y así nos despejamos un poco- ¿se estaba poniendo colorada o era un espejismo?

- ¡Me encantaría!- dije y  no pude más que sonreír ante la situación- Pero tendremos que despertar Clara- eso ya no era tan bueno pues volvería a verla triste.

- Creo que dormirá toda la tarde, ayer ha dormido mucho... –dijo bajando la cabeza.

- Pues vámonos solos- ante la última palabra ella se había puesto de nuevo colorada.

-Voy a prepararme- dijo entusiasmada

Cuando estuvimos en la calle comenzó a explicarme como habían empezado a vivir juntos, cosa que yo ya sabía, pero me gustaba escucharla hablar.

No eres muy hablador, ¿no es cierto?- me dijo

-Nunca he tenido la necesidad de expresarme, nadie me prestaba la suficiente atención como para mejorar esa faceta de mi vida- ante eso sentí una punzada en el pecho, mi madre era una mujer callada, quizás fueron los golpes de la vida los que hicieron que fuese así o quizás sea propia de su forma de ser, y por eso nunca se había dado cuenta de que yo hablaba poco. Después de decirle eso decidí que quizás ella me entendería y decidí contarle algo más- Yo siempre he estado solo, y todos los profesores recomendaban a mi madre psicólogos para que mejoraran mis relaciones con los compañeros, ella nunca aceptó... verás, esto nunca se lo he dicho a nadie pero supongo que tengo fobia al fracaso.

Ella permaneció en silencio unos segundos, me agarró del brazo pegándose a mí y me dijo

-          ¿fobia al fracaso?

-      Sí, si no me juntaba con nadie, nadie me dejaría y no fracasaría en ningún intento de “amistad”- dije interpretando las comillas con la mano que me quedaba libre.

-       ¡Vaya! y yo que pensaba que simplemente eras tímido... y ¿entonces, nunca has tenido novia?- Al acabar la pregunta mi cuerpo se tensaba mientras ella fijaba su agarre a mi.

-          Esa es otra historia- dije con la mayor serenidad posible.

-          Perdona, no debería haber hecho esa pregunta- dijo con un tono de culpa en su voz

-       No pasa nada, supongo que era necesaria después de lo que te he contado- dije intentando sonreír

No sabía por qué pero tenía ganas de contarle a Amaia todo lo que pasara, algo dentro de mi quería contarle mi historia y que ella, solo ella, supiera quien era yo en realidad, pero no podía, ese miedo a perder se apoderaba de mí y no podía hablar. Llevábamos en silencio un tiempo cuando ella rompió el hielo explicándome el nombre de calles, y lo que podía encontrar en ellas. Nos paramos frente a un bar cuando se puso seria:

-       Juan, hemos llegado al lugar más importante de la ciudad, aquí y solo aquí se pueden tomar las cañas más ricas que jamás he probado y seguro que tu habrás probado- Parecía una niña pequeña anunciando lo que quería por reyes, me quedé embobado mirando lo bonita que se veía con sus pómulos ligeramente rosados.

-          ¿Entramos y probamos? ¡invito yo!- dije

-          Para nada, invito yo que para eso soy la anfitriona por decirlo de alguna manera- dijo con un tono que no permitía discusión

El local estaba medio lleno, al fondo se veía una pequeña mesa desocupada, así que nos dirigimos a ella. Nos antedió un camarero sonriente

-          ¿Que va a tomar la linda pareja?

Ante la afirmación de "linda pareja" los dos nos miramos y sonreímos y fue ella quien tomo las riendas de la situación

-          ¡Dos cañas, por favor!

Cuando el camarero nos dejó solos comenzó a hablar

-          Cuando lleguemos a casa ya puedes decir que yo fui la primera que te trajo aquí e hizo que probaras esta maravilla

-          También puedo decir que fuiste la primera que hizo que me olvidara de mis problemas- dije sin pensar

Antes de que ella pudiera decir nada llegó el camarero y nos puso los vasos sobre la mesa

-¿Todo bien?

- Sí, muchas gracias- dijimos al mismo tiempo y comenzamos a reírnos

-Te prometo que tu vida va a ser diferente a aquí- dijo ella poniéndose seria con la expresión amable que tantas veces había visto en ella en tan solo 1 día.

Solo sonreí y me dispuse a probar la caña ella me paró y dijo

-          Es la primera, debemos brindar para que se repita muchas veces- dijo alzando su vaso mientras yo hacía lo mismo

-          Brindemos, por que tengamos más tarde como la de hoy

Seguimos charlando de la universidad, de lo que había pasado por la mañana. Me sentía tan cómodo con ella que no me preocupaba guardar las distancias que mantenía con el resto de la gente, con ella tenía la necesidad de ser completamente yo.

Recién llegadoWhere stories live. Discover now