Capítulo 9

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Bajé del auto al igual que él y sentí cuando el frío me rozó los brazos.

— Ven, vamos. Tenemos que ir a una de las góndolas. –hizo un movimiento con la cabeza indicándome que lo siguiera.

Nos acercamos más y pude ver el agua del canal y otras tres personas que querían subir al negro transporte de madera. Me paré justo antes de subir. Hansol me miró.

— ¿Qué pasa? –preguntó.

— He oído que las aguas de los canales de Venecia son profundas. –dije con temor.

Él rió.

— ¿Tienes miedo?

— No. –mentía, pero tampoco quería que él pensara que soy un cobarde.

Él volvió a reír.

— Ven, no tengas miedo, estas cosas son seguras. –me extendió la mano para que yo la tomara y su cálido tacto era algo que no podía rechazar jamás.

Me tomó la mano, sujetándome fuertemente y haciéndome sentir completamente seguro, era como si el infantil miedo de antes se hubiera evaporado como el aliento frío que sale de la boca y no tarda más de tres segundos en desaparecer.

Subí a la góndola y él se sentó a mi lado mientras que las otras tres personas se sentaban delante de nosotros.

El gondolero comenzó a remar y el bote comenzó a moverse, me estremecí un poco.

Hansol me miró, y en su mirada había una ternura que brillaba, ese par de ojos que brindaban una auténtica protección con el resplandor que soltaban.

— ¿Estás bien? –preguntó y su voz se llenó de dulzura.

— Perfectamente. –musité atontado.

Me sonrió, y aquella sonrisa hizo que miles de burbujas se inflaran en mi estómago y flotaran en el.

Miré hacia arriba, sintiéndome más seguro que hace unos segundos y me topé con el cielo grisáceo. Luego miré hacia mis lados, los ladrillos se elevaban formando un edificio barroco y arcaico de color beige.

Oía el murmullo de las personas delante de nosotros, un murmullo ininteligible para mí, puesto que su idioma era diferente al mío; mientras que el gondolero pasaba el remo por el agua y hacía mover la góndola provocando que la brisa me acariciara el rostro.

— ¿Sabes por qué se llama el puente de los suspiros? –preguntó Hansol interrumpiendo mi análisis del paisaje.

— ¿Por qué?

— Bueno, este puente une al Palacio del Duque con la antigua prisión de Inquisición. Da acceso a los calabozos del palacio y los prisioneros veían desde aquí el cielo y el mar por última vez, y suspiraban.

— Nada romántico. –me reí.

— No, pero la gente le ha dado tanta fama que el nombre les sirvió a unos poetas para inspirarse en ese género literario.

Me reí, encantado por su brillante explicación.

— ¿Por qué te ríes? –preguntó divertido.

— Porque pareces de esos maestros de colegio y me haces sentir como un alumno.

Perché in questo caso, sono felice di essere il vostro insegnante. –rió.

No sé que me había dicho, pero sea lo que sea me hizo ruborizar. El acento italiano adornaba su melodiosa voz de terciopelo y hacía que las burbujas de mi estómago se agrandaran más.

^___^ ## ★ MANUAL OF THE FORBiDDENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora