Capítulo 11

794 130 54
                                    

— Perdóname. Es que soy un poco distraído. –musitó, ligeramente ruborizado.

— No, no; el distraído soy yo. –dije y luego me reí.

— Soy Soonyoung –me estrechó la mano.

— Seungkwan. –me presenté.

— ¡Vienes de Corea! –adivinó.

— Sí, Seúl, de allí vengo.

— Yo soy coreano; pero con raíces europeas. –explicó.

Ahora había entendido entonces, porque me había hablado desde un principio en ese idioma; pero luego dirigí la mirada hacia la puerta del departamento en el que él iba a introducir la llave antes de que yo lo chocara.

— ¿Vives aquí? –balbuceé, al captar el trío de numeros que formaban el trecientos ocho.

— Sí, con mi tía; te dije que tenía raíces europeas.

La vieja gruñona con la que Mina me había dejado la llave de su apartamento era su tía del lindo muchacho que me sonreía en este instante. Abrí los ojos ante la sorpresa.

— ¿Eres sobrino de la señora Montórfano? –inquirí.

— Sí, ¿La conoces?

— Sí, bueno... –su expresión pasó a ser una mueca de confusión– Mi amiga me dejó la llave de su departamento aquí y solo pasé a recogerla, de allí conozco a tu tía. –expliqué.

— ¡Oh! ¿Eres tú el lindo chico que se mudó con Mina? –preguntó, como si hubiese completado un rompecabezas en su memoria.

— Sí y... gracias por lo de lindo.

— Oh, bueno, eres lindo. –musitó y se encogió de hombros– ¿Vas a algún lado?

— Sí, a un laboratorio de fotografía. ¿Sabes donde queda la calle Squero di San Trovaso? –pregunté, mirando el papelito arrugado en mi mano y tartamudeando al leer el nombre de la calle.

— Si, es cerca de uno de los canales hacia el norte.

— ¿Está muy lejos?

— No, puedes ir caminando; son como cinco cuadras de aquí.

— Oh, gracias.

— Puedo llevarte si quieres, tengo un auto. –ofreció.

— No, gracias, hoy caminaré, tengo tiempo de sobra. –musité con aplomo.

— Oh, está bien, ¿Puedo invitarte luego un café? Para conocernos, digo, vamos a ser vecinos. –se encogió de hombros un tanto avergonzado y ligeramente ruborizado.

— Claro, me encantaría.

— Hasta luego, entonces.

— Hasta luego. –dije– Oh, y grazie mille. –murmuré lo que había aprendido de Hansol el día de ayer, cuando agradeció al mozo.

Soonyoung me sonrió.

Di niente, bello regazzo. –pronunció.

Me ruboricé un poco y le dije adiós con la mano; luego bajé las escaleras y me encaminé por las calles de Venecia esperando encontrar lo que buscaba.

Luego de unos minutos y de contabilizar mentalmente las cinco cuadras que Soonyoung me había mencionado, miré hacia el pequeño recuadro blanco ubicado en el muro externo del último edificio de la cuarta calle: Squero di San Trovaso. Sonreí satisfecho al haber acertado en mi búsqueda.

^___^ ## ★ MANUAL OF THE FORBiDDENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora