Beso

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No podía recordar quién lo comenzó. Es tan delgada la línea, tan instintiva que a ojos cerrados era fácil cruzarla. No quería más bien recordar que fue él mismo en medio de una de sus acaloradas y al borde de la detonación peleas, cerró los ojos y dio ese paso. Estaba listo por si lo golpeaba, estaba preparado pero a una escala mucho menor, no para esa inclemente ráfaga en la que enseguida le envolvió. Un beso, eso fue todo lo que estaba buscando porque Tanjirou era así de puro, de limitado en su inocencia que pensó que eso era lo más lejos que podía llegar, no dimensionaba el incendio que podía comenzar. Para él aquello era sólo una dulce candela para alumbrar algo en su corazón que lo guiaba sin explicaciones hacia una pequeña vela que había encontrado en el corazón de Sanemi. Tanjirou después de todo es la clase de persona que se puede hacer un juicio completo, integral de las personas y no sólo por fragmentos. Había algo en él que le decía que sólo estaba igual de desesperado y roto que cualquier otro de los Pilares pero era más terco y no iba a dejarlo ver sus quebrantos. Un beso, esa fue su culpa, su carga. No hubo coqueteos, no hubo un gradiente, fue directo una explosión. Un beso en la mejilla antes que siguiera insultándole, una ofrenda de paz.

 Y lo siguiente que recuerda fue su autocontrol despedazado mientras Sanemi lo jodía duramente contra el piso.

-Vamos a despertar a alguien- suspiró contra su oreja, sintiendo que se iba a deshilar ahí, contra la pared de su habitación sujeto entre los brazos de Sanemi, acorralado con sus piernas enredadas en su cintura para no caerse, sintiendo sus labios en su cuello- no todos tienen el sueño como Nezuko- se lamentó de haber dicho su nombre al recibir una mordida como recordatorio de esa ocasión cuando intentó recuperar un poco de su integridad, diciéndole que no podían continuar esos extraños encuentros mientras él no se disculpara con su hermana. Lo hizo mientras ella estaba dormida y nunca se enteró.

-No tengo la culpa de que no sepas guardar silencio- volvió a morderlo, lamiendo su quijada mientras apretaba sus piernas contra su cintura para que lo sintiera ya duro, rozándose con sus muslos. Volvió a morderlo, bajando sus labios por el espacio abierto de su pijama. Sus mejillas rojas, sus labios mordidos. Sonrió con malicia, jalando a Tanjirou  dejándose caer al suelo con él encima escuchándolo jadear-¿No te estás quejando que van a escucharnos? A lo mejor necesitas entretener tu boca con otra cosa-  empujó su cabeza contra su pubis y Tanjirou ya le estaba bajando el pantalón, dejándose guiar por sus manos, abriendo su boca para él. Sanemi se mordió el brazo, con la lengua de Tanjirou enredada en su pene, sus manos en sus caderas para contenerlo.Le había enseñado bien o era muy buen alumno, cualquier opción le era válida, ahora sólo importaba enredar sus dedos en sus cabellos borgoña, jalarlos, marcar el ritmo, sentir sus lágrimas y su saliva por igual en su pubis, abrir más las piernas, la forma en que su lengua le sostenía por dentro mientras succionaba, se haría sangrar si seguía mordiéndose así, pero si soltaba un poco , si comenzaba a gemir no podría detenerse.Lo sentía tan cerca, jaló su nuca, lo retuvo contra su pubis mientras sentía su orgasmo desbordarse hasta la garganta de Tanjirou, lo retuvo aunque sentía sus arcadas y sólo lo soltó cuando lo vio tragarlo todo. El chico tosió, recuperando aire. Sanemi se sentó, pegando su espalda contra el filo de la cama y Tanjirou se sentó entre sus piernas, con su espalda contra su pecho. Le besó el cabello, rodeando sus hombros-¿Tuviste entrenamiento con Rengoku?- asintió, perezoso.

-Fue bastante pesado, es amable y estoy muy feliz porque me haya aceptado como aprendiz, pero todos los días me deja molido hasta los huesos- resopló, sintiendo a Sanemi colar sus dedos por la camisa de su pijama, besándole la mejilla.

-Yo te veo todavía muy activo- le mordió la oreja, provocándole una risa que tuvo eco en él. 

¿En qué momento habían acabado así?

No quería parar. Afuera se estaba iluminando un nuevo circuito de desgracias. Afuera había inocentes muriendo en ofrenda  a la noche y ellos estaban ahí, en el calor de una casa, envueltos en ellos mismos y Tanjirou quería pensar, no, no quería pensar. Quería sentir la mano de Sanemi subir por su vientre, sus labios en su oreja, su espalda soportando ambos pesos, sus piernas abiertas a lo largo de las suyas. El calor de su piel podía derretir a la misma noche, repintarla del color de sus ojos, de siunecesidad mientras Tanjirou apenas con sus manos se sujetaba de sus piernas para no doblegarse de nuevo. Los dedos de Sanemi ya se estaban enredando en su cuello para desnudarte el pecho, dejando que se abriera de nuevo el mapa de mordidas que le había dejado su pasión en otra hora, recordándole de nuevo que él mismo se había metido en eso. Abrió la boca, dejando que esos dedos de hombre duro, de trabajo sin descanso,  devastador tornado, entraran en su boca, haciéndole callar mientras le mordía el hombro, mientras comenzaba a frotarse contra él.

-¿Qué dirían ellos si supieran lo que estoy haciendo con su niño de oro?- era una burla, lo estaba humillando- Todos hablan de lo tierno que te ves con Muichirou, lo dulce que eres al lado de Kanao. Todos afuera son un mejor partido ¿Qué haces aquí?- Besó su hombro, volviendo a acariciar su pecho, su vientre. Sanemi no había recuperado sus pantalones y eso le permitía sentir contra su espalda su erección, de alguna manera diciéndole que era responsable.

-Yo sólo quería un beso- confesó, no tanto, abriendo las piernas para él al sentirlo colarse en su pantalón, bajándolo.

Lo escuchó reírse, estirando la cara para alcanzar sus labios mientras terminaba de desnudarlo.

Radiantes días secularesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora