Primero fue ella. Su reinado de hijo único no duró lo suficiente para que tomara consciencia al respecto, y aunque la hubiera tenido, para él fue más apabullante la maravillosa responsabilidad de ser el hermano mayor de una preciosa niña de ojos violeta. Después vinieron los demás, y era cierto que los amaba a todos con el mismo justo latido pero con Nezuko tenía una complicidad muy precisa. Era la más cercana a su edad y ambos eran los mayores. Se repartían esa solemne tarea con el mismo gesto augusto y dulce, siempre dispuestos a sacrificarse por los pequeños y a darles un buen consejo. Ella fue primero que nadie, que el resto de sus hermanos y sus amigos y en honor a eso, Nezuko era la reina en su corazón. Crecían apenas con dos años de diferencia pero con la misma resignada indulgencia para que el resto fuera feliz, que les hizo crecer en una edad diferente y equiparable. Ella confiaba en su hermano para todo, para las pequeñas travesuras que le ocultaban al resto del mundo que no quería ver más que su lado amable y dulce, para cubrirse en los accidentes, para las preguntas que no podía hacerle a nadie más, para las inquietudes que podían hacerla víctima de miles de suposiciones. Eran el pilar del otro y entre ambos había una red de secretos que los ceñía desde los huesos hasta el alma. Eran hermanos, esa clase de hermanos que la sangre sólo formaliza, pero desde más profundo estaban enlazados. Tenía un amor mucho más tierno por ella que por cualquier otra persona en el mundo y era algo evidente a todas las miradas. Era desmoralizador ver la forma en que Tanjirou la hacía estallar en risas, la forma displicente con que atendía sus necesidades y esos gestos que enseguida leía y comprendía sin necesidad de las palabras. Los demás veían a Tanjirou como su estatuto de cómo debe ser un hombre y veían sus errores como inaceptables, jurándose entre ellos que ninguno podría pretender a la bonita flor de albaricoque que era Nezuko sin antes haber conseguido igualarse a él. Tanjirou por supuesto desconocía ese pacto a sus espaldas. Sus amigos no se lo dirían jamás, más que seguros que aquello sólo le causaría congoja. No quería alejar a Nezuko de la gente, sin duda, no era el hermano celoso porque estaba seguro que el papel que tenía en la vida de su hermana era irremplazable. Quería verla feliz, quería verla crecer, no quería sujetarla entre sus manos hasta asfixiarla. La veía de cerca, las líneas que hacían las lágrimas en sus mejillas, las formas de ramas de sus venas y hacia dónde llevaban su marea. Cuidaba, claro que nadie encasillara a su hermana por su belleza, ni juzgara errónea su amabilidad, la protegía, no la limitaba y era algo que muchos no alcanzaban a diferenciar, tachándolo siempre a él también de formas más que hirientes, otras veces sólo desertando en sus cortejos a la chica. Tanjirou se había encargado entonces de ahorrarle las decepciones amorosas a su hermana, y ella, a su vez, le recompensaba con un lugar al cual podía llegar a explotar, ella lo escuchaba maldecir, le curaba las heridas de sus peleas y se guardaba los motivos. Todos sus amigos, sus compañeros de clases y cualquier persona con la suficiente atención sabía como una verdad absoluta que ellos dos se amaban y nunca habría una relación más cerrada que la suya.
Tanjirou lo pudo haber jurado miles de veces, aún sabiendo que las verdades absolutas no existen. Lo pudo haber jurado por su vida, por la de su propia madre. Hasta que Nezuko comenzó a decirle que podía adelantarse a casa sin ella, a llegar hasta entrada la noche, diciendo que había hecho la tarea en casa de alguien. Los mensajes a medianoche, a media mesa que la hacían sonreír a pesar de las reprimendas porque en la mesa se come, no se mira el celular. El perfume y el maquillaje. Todas esas señales que Tanjirou no quería mirar, no quería interpretar. Bueno, Nezuko estaba en sus catorce, podía estarse haciendo algo vanidosa sin que significara que lo hacía por gustarle a alguien más que a sí misma, no había absolutamente nada raro en eso. Podía ser que no quisiera que fueran juntos a la escuela porque se estaba integrando más a sus amigas y eso le parecía algo muy positivo. Nezuko era algo tímida a veces.
Pero, cuando vio a aquél muchacho besar su mejilla y tomarla de la mano para entrar a la escuela, al ver ese rubor en su hermana , supo que no podía seguirse engañando. Su hermana estaba enamorada y con el favor de todos los dioses, estaba siendo correspondida. Lo que le dolía y fue evidente en su cara de decepción fue haber sido mantenido al margen. Incluso Inosuke parecía saberlo, diciéndole con esa falta de tacto que su hermanita parecía demasiado cercana a ese tal Muichirou, que debía tener cuidado porque los gemelos Tokitou eran conocidos por ser unos bravucones de primera. Zenitsu chasqueó la lengua, pellizcándole el brazo, diciéndole que le diera tiempo de asimilar una a una las pedradas. Y dolía, claro que dolía sentirse traicionado, empaquetado junto al resto de mortales por su reina, su adoración y su lazo de oro. Sin embargo decidió que no diría nada si ella no quería contárselo. No la iba a presionar, no la iba a increpar por querer tener su privacidad aunque a él le doliera hasta que unas lágrimas se le escaparon esa mañana de escuela y ni Zenitsu ni Inosuke tuvieron la falta de empatía para no consolarlo. Porque su pequeñita flor de albaricoque estaba creciendo fuera del patio, floreciendo lejos de sus cuidados.
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Radiantes días seculares
FanfictionMuichiro es constantemente reprendido por su hermano ya que siempre se distrae escuchando las historias de los viajeros con demasiada atención. Omegaverse. Soulmate AU. MuiTan. KnY.