TanMui week 2. Poliamor(incesto)

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El corazón le aleteaba en el pecho a cada paso, los ojos más brillantes que piedras bajo la lluvia y la sonrisa. El sonrojo hacía más adorable su estampa, sin agachar la cabeza a pesar de sentir las manos agarrotarse por el peso de las flores que llevaba entre ellas. Imposible saber si ese aroma tan dulce venía de estas o de la inocencia con que iba floreciendo su amor a medida que avanzaba.

Todos lo sabían, era imposible ocultarlo tras un cristal tan transparente como lo era el alma de Tanjiro. Desde la primera vez que encontró esos ojos a veces menta, a veces espuma de mar o incluso turquesa iluminando aquél rostro de monarca aburrido, distante y mágico, encantador como un ángel pero tan terrible como una noche en vela, parecía que el mundo se había detenido. Era Mui a cualquier hora del día, al cruzarse en los pasillos de la escuela y no saber cómo abordarlo, sólo sonrojándose y agachando la cabeza, tan evidente que era imposible que no lo hubiera notado ya. Pero el muchacho era una criatura veleidosa, sólo se necesitaba un vistazo para saberlo y las leyendas que lo circundaban no ayudaban. Sobre todo las más crueles y oscuras como esas que afirmaban que alguien lo encontró besando a su gemelo en los baños del sexto piso. Tanjiro veía ese rostro limpio, salpicado de estrellas el color de sus ojos, escuchaba la melodía de su voz y el mundo se sumergía bajo la espuma. El primer San Valentín tras su incorporación al colegio fue un derrumbe de pétalos y chocolates, incluso alguien dejando dinero en los casilleros de los gemelos porque eran hermosos, místicos y amén de su carácter extraño y esa obsesión por estar juntos en todos lados, habían cautivado a todo el mundo. Alumnos, alumnas, incluso un par de profesores. Ellos pestañearon, podía jurarse que al mismo tiempo, y tomaron las flores, los chocolates e incluso el dinero para arrojarlo a la basura. Se tomaron de la mano y entraron al salón de clases sin una palabra ante el gesto desconsolado del profesor que vio su carta en el mismo fondo del bote de basura que los demás. Tanjiro pensó entonces que eran algo espiritual, seres intachables que repudian las muestras insulsas de afecto como las materiales, que si alguien iba a ganarse su corazón debía probar ser puro, sincero. Zenitsu se rió toda la semana llamándolo " ingenuo como una doncella queriendo acechar a un unicornio" pero Tanjiro tenía esa esperanza en el alma. Pasaron los meses y su amor sólo fue creciendo conforme los gemelos iban abriéndose más a los ojos del público. Inteligentes hasta la genialidad, deportistas excelentes. Sus padres fueron una vez a algún festival y pudieron constatar que eran una familia amorosa, el respeto con el cual trataban a su padre y madre debía hablar de las buenas personas que eran. Mui era sensible, dulce, encantador. Lo vio una vez abandonar su clase para correr a la calle al ver a un pequeño gato atorarse en una bolsa al intentar obtener algo de comida. Lo cargó contra su pecho sin importarle manchar su uniforme, acariciando su cabeza y por las fotografías del animalito que publicaba en sus redes sociales sabía que lo había adoptado. Había tantos motivos por los cuales Tanjiro podía sentir su corazón almibararse en el perfume de Muichiro que lo ridículo le parecía no hacerlo.

Entonces llegó por supuesto el cumpleaños de Senjuro. Era algo familiar, un chiquillo adorable, sobreprotegido por su padre y su hermano quien resultó ser el profesor de historia. Todos estaban implícitamente invitados y por eso Tanjiro se apersonó, sólo tras confirmar que su pequeño milagro marino estaría allí también. Se arregló durante horas, se perfumó y buscó el consejo de su padre para acercarse a la persona que le atraía. Era la excusa perfecta, llegó radiante como una custodia y aunque Senjuro primero lo miró dudoso, reconociéndolo como el hermano mayor de una compañera suya de cursos ( quien por cierto no estaba allí) decidió que esa fiesta era precisamente para ayudarlo a integrarse más. Era tímido y retraído, había pocas maneras en las cuales podía socializar. Le invitó a pasar, y aunque Tanjiro intentó no hacerlo evidente, su atención se esfumó del muchacho una vez que vislumbró a los gemelos sentados en el fondo, bebiendo de sus vasos coloridos mientras hablaban animadamente con el hermano mayor de Senjuro. Era una escena algo extraña, considerando lo poco comunicativos que eran y ahora incluso se estaban riendo. Tanjiro sintió algo encenderse en su alma, pensando que eran un par de niños con demasiadas presiones para tener un buen promedio y sobresalir, creciendo bajo el yugo de las exigencias y quizá sin sentirlas sobre sus hombros, se permitían ser un par de adorables chiquillos. Todavía estaba lejos, intentando encontrar la manera de acercarse sin parecer un acechador, y al menos se consoló charlando con unos cuantos conocidos, rogando que alguno fuera la conexión divina que necesitaba para ser presentado. Pero ninguna persona parecía tener la más mínima intención de acercarse a los gemelos. Necesitaba pensar algo o esa oportunidad de oro sería desperdiciada. Cuando giró la cabeza, pudo comprender el por qué todos estaban intencionalmente evitando mirar en esa dirección.

Radiantes días secularesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora