Presente - iii

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—No... no... no... no. No puede ser así. No quiero estar así. No... —Sollozó Arthit. —Por favor sálvame —suplicó, cubriéndose con los brazos.

—El único que puede salvarte eres tú —dijo Futuro en voz alta, con su voz haciendo eco.

—No... Kong, ¿en dónde estás? No. Kooooong... ahhhhhh.

Arthit siguió llorando. ¿Cómo dejó que su vida se convirtiera en esto? ¿Cómo decepcionó a toda esa gente que lo amaba? ¿Cómo dejó que el amor de su vida se alejara? Este podría estar muerto también. No hay razón para vivir cuando su vida está vacía y morirá solo en un piso duro y frío. ¿Para qué vivir?

Arthit siguió sollozando entre sus propios brazos. No debió de haber desperdiciado su vida por cosas que al final no importaban. No debió haber decepcionado a sus padres. No debió haber dejado que el único amor de su vida lo dejara.

—Kong... ahhhh.

Entonces, entre sollozos oyó que su alarma sonaba. Al fin levantó su cabeza y sólo entonces se dio cuenta de que estaba de vuelta en su propia habitación. Miró alrededor buscando a Futuro, pero ella ya no estaba allí.

¡Espera! Si su alarma estaba sonando, significaba que son sólo las 7 am. Arthit se levantó del suelo y tomó su teléfono que había tirado antes. Apagó la alarma y revisó el calendario. Hoy es Navidad. Aún no se la pierde. Se acercó al espejo y seguía siendo el mismo. No tiene cabello canoso ni piel ceniza. Sus ojos están hinchados por el llanto, pero sigue siendo guapo.

Arthit llamó rápido a su oficina y les dijo que necesitaba el día libre. Nadie se lo cuestionó, pero pudo oír a un compañero al fondo sonando sorprendido y diciendo que por fin habían liberado al esclavo. Arthit giró los ojos por esos malagradecidos. ¿En qué estaba pensando? Todo ese tiempo, trabajó tan duro para ganar la bonificación para su equipo. Ellos claramente no lo apreciaban.

Arthit se alistó para el día y eso significaba café. Necesitaba una taza bien cargada como combustible para el día.

Buscó el mejor hospital en el área y llamó para hacer dos citas para un chequeo de cuerpo completo por dentro y por fuera. No iba a correr ningún riesgo.

Primero que nada, llamó a su padre.

Ring, ring, ring.

Papá de Arthit: ¿Arthit? ¿Hola? Hijo, ¿está todo bien?

Arthit tuvo que contener las lágrimas. Estaba tan feliz de oír que su padre lo llamaba hijo con una voz que tenía un toque de preocupación.

Papá de Arthit: Hijo, ¿estás bien?

Arthit se animó. Se dio cuenta de que debió haberse quedado en silencio por mucho tiempo.

Arthit: Eh, buenos días, papá. ¿Cómo estás?

Papá de Arthit: Buenos días, Oon. Espero que todo esté bien. Normalmente no llamas... Bueno, al menos no tan temprano.

Arthit: Lo siento, siempre estoy ocupado. Intentaré hacerme tiempo. Escucha, creo que es tiempo de que tú y mamá se hagan un chequeo médico completo. Programé uno para ambos la próxima semana.

Papá de Arthit: ¿De qué hablas, hijo? Tu madre y yo estamos muy sanos. Tu madre baila todos los días con sus amigas y yo doy paseos diarios por el parque. No tienes por qué preocuparte.

Arthit: Sólo es un chequeo. Los llevaré la próxima semana y punto. No más discusiones.

Papá de Arthit: Estás tan ocupado, ¿estás seguro?

Todo lo que quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora