Marmelade.

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Theo.

Siempre supe que Juliette no pertenecía a ese lugar, desde el primer día que la vi

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Siempre supe que Juliette no pertenecía a ese lugar, desde el primer día que la vi.

Fue un encuentro casual en un 7 eleven casi vacío, cuando Boris y yo ya llevábamos un tiempo robando comida. Posé mi mirada en ella por accidente, quedando instantáneamente maravillado por el cabello caramelo volando por todas partes en una bruma de puntas afiladas y a la vez rizos. Se movía con gracia inclusive cuando elegía snacks de los estantes, paseando lentamente frente ellos con un dedo acariciando los stickers de precios.

Era bella sin saberlo, con ese desinterés propio de personas que tratan de esconder cierta superioridad intelectual. Tenía unos ojos que parecían escrutar todo a su alrededor, sin sentirse culpables por ello. La piel pecosa y acaramelada, con un rubor natural debido a la exposición al sol. Recordarla me hace pensar en las granadas, los libros viejos de lengua, los croissants y el café matutino. Siempre inundaba mi cocina con el aroma tostado de los granos recién molidos.

Hablarle fue mucho más fácil que mantener la calma frente a ella. A pesar de que teníamos la misma edad y estatura, esa aura de ojos afilados y almendrados me hacía estremecer de pies a cabeza, como si estuviera frente a una majestuosa princesa encerrada en un cuadro de óleo brillante. Todo en ella me hacía pensar en siglos pasados, pues podía imaginármela en aceras victorianas, canales venecianos, o incluso entre los tulipanes pigmentados de la tierra de Fabritius.

Al instante de cruzar palabras con ella pude entender que sin importar su apariencia nobiliaria, su voz suave era la única que me hacía sentir en casa. Desde la muerte de mi madre, me había refugiado en el tibio hogar de Hobie, la gélida superioridad de la señora Barbour y los continuos cambios de Boris. Pero por primera vez desde aquel día, pude sentirme de mi tamaño, pues sus dulces gestos, el timbre de su voz, su perfume de jazmín y el bello broche renacentista de imitación que se posaba en su vestido, me reconfortaron a niveles que nunca creí vivir de nuevo. Con ella me sentía a salvo, como si estuviera en el oscuro pero dorado salón de un castillo lejano, rodeado de diversos capullos de flores y reliquias invaluables. Ella me escuchaba, me entendía, y cuando estaba triste por mi mamá, no me hacía hablar de ello, sólo me abrazaba y me daba una cucharada de marmelade de pêches.

Aún hoy no puedo entender cómo fui capaz de dejar que su final fuera tan distinto a su refulgente destino, y porqué sigo vivo después de haber extinguido la única luz que tuve después de pasar tanto tiempo con y entre las sombras.

# t #

Mermelada de durazno.

Y aquí vamos con la stori. La mayoría va a ser narrada por el Theo, pero también por la Juliette, y en ocasiones por nuestro bb Boris.

Espero que les guste.

Mucho amor,

Silk.

ʙᴏɪʟɪɴɢ sᴜɢᴀʀʏ ᴛᴇᴀ ♡ ʙᴏʀɪs ᴘᴀᴠʟɪᴋᴏᴠsᴋʏ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora