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Después de eso, sentí como si estuviera muriendo. El alma se me cayó a los pies y en mi pecho no quedó nada más que mi corazón acelerado y desbocado, presionando insistente por salir. La observé anonadado, con la lengua inflamada y turgente de palabras. ¿Qué debía decirle? ¿Que quería aplastarla en un abrazo eterno? ¿Que era lo más tierno que alguna vez había visto? ¿Que yo la...?
–Ahora acompáñame a bailar bajo el agua.
Inmediatamente después de eso, tiró de mi mano hasta que ambos quedamos sumergidos en el mar esmeralda del agua sucia y penosamente iluminada por las luces averiadas de la piscina. Estaba fría y me golpeó las mejillas cuando caí, pero valió la pena. Lo único que podía ver era una borrosa bruma oscura con pequeños destellos plateados de burbujas que salían de nuestra ropa y nos acariciaban las mejillas, y a ella, como un espectro, flotando en la negrura del infinito, con los mechones de cabello revoloteando en espiral debido al movimiento de nuestras manos y cuerpos.
En un momento de claridad, tomé sus manos entre las mías y la detuve.
Al principio no entendió mi propósito, pero cuando forcejeó y yo volví a poner sus manos entre las mías, lo hizo. Nos quedamos quietos, bajando y subiendo en la envolvente y masa de agua, observando cómo los rayos de luz traspasaban la superficie hasta refractarse en trayectorias diversas. Así, sin burbujas de plata, todo se percibía más envolvente y calmado.
