Détruire.

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Theo.

Theo

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Al instante después de que me di cuenta de que estábamos a salvo, supe que esa chica cuyo nombre aún desconocía, era valiosa

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Al instante después de que me di cuenta de que estábamos a salvo, supe que esa chica cuyo nombre aún desconocía, era valiosa. Por eso mismo no pude evitar sentirme algo extraño cuando Boris puso especial atención en ella, como si hubiera descubierto él mismo un tesoro de valor incalculable.

Valor incalculable, alrededor de cuarenta millones de dólares.

La chica desconocida había bebido de mi granizado de fresa, extendiéndome el vaso de vez en cuando, para que yo bebiera también. Habíamos comenzado a caminar a casa, y lo más extraño era que ella lo hacía con nosotros, sin preguntarse dónde íbamos ni como se llamaba el chico que me había dicho Potter.

–¿Quieres más?–extendí el vaso hacia mi izquierda, ladeándome un poco para que ella pudiera verlo. Me miró con los ojos abiertos y la boca hecha una línea, para después asentir y sonreír.

–¿Cuál es el nombre de tu amiga?– volteó por un momento Boris, quien iba más adelante que nosotros. Su cabello azabache tenía un Dorito enredado en la parte de atrás, suponía yo, perteneciente a mi casa.

–No lo sé.– recibí el vaso de sus manos, mientras ella se limpiaba la boca llena de colorante con el antebrazo, dejando un rastro rojo en su piel.

–Me llamo Juliette.– la chica alzó la mirada y la barbilla, mirándonos a los dos y esbozando una sonrisa radiante.

–Bien. Yo soy Boris, él es Theo.–terminó de apuntarse a sí mismo para apuntarme a mí, a la vez que se volteaba y se posicionaba a mi lado, acercándose como cuando iba a decirme un secreto.

–¿Vamos al parque hoy? Tengo unos papelitos que nos van a hacer volar más alto que cualquier cosa que hayas visto.– pasó un brazo por mis hombros, y levantó la cabeza y el otro brazo hacia el cielo, balanceando su mano por los aires, como si estuviera tocando el agua de una piscina gigante. La brisa le revolvía los dedos y le daba un ligero color dorado, quizás por el atardecer.

Debo estar muy drogado.

–¿Estás seguro de que ese porro sólo tenía hierba? Creo que estoy alucinado algo con tus dedos...– levanté la mirada hacia el cielo, ahora concentrado en la mandíbula de Boris, marcada y delineando toda la majestuosidad de su tráquea, cuyos relieves podían verse a través de su piel lechosa. Tenía los labios entreabiertos y los párpados cerrados, las pestañas sobresaliendo de ellos como hechas de brea.

–¡Adiós!– escuché a nuestras espaldas, en la lejanía. Juliette estaba corriendo hacia su hogar, saltando con cada paso que daba. Llegó a la puerta, volteó, se despidió con la mano y un difuso 'au revoir', y entró, así nada más.

–Creo que perdimos a la francesita.– volteé otra vez hacia Boris, riendo porwue se había adueñado de ese apodo. Los párpados me pesaban y tenía unas profusas pero contenidas ganas de vomitar, aunque sabía que no había comido más que un paquete de papas fritas en todo el día. El mundo se veía confuso y con halos de colores cada vez que Boris se movía. Era como tener una estela que mostraba su posición anterior, y estaba hecha de rosa, azul y amarillo.

–¿Quieres tirártela, Potter?– Boris apretó su agarre entorno a mis hombros y por consecuencia nos acercamos, lo suficiente como para que él posara su frente contra mi sien. Podía sentir su aliento recorriendo mi mejilla, cosa que me provocaba cosquillas y una sensación de calidez propia de un hogar.

En cuanto pude procesar su pregunta, un escalofrío me recorrió de pies a cabeza y me apresuré a negar con fuerza. La conocía desde hace cinco minutos, no podía hablar así de ella, ¿qué le pasaba? Pero luego pensé en sus manos balanceándose a los costados de su cuerpo, y su comportamiento errático, y mis mejillas ardieron.

Antes de que pudiera agregar algo más, quizás explicarle porqué me había negado, él inhaló, mientras apoyaba su frente contra la mía y nuestras narices se juntaban. Estábamos tan cerca que podía sentir su aliento mezclándose con el mío. De pronto, un estremecimiento que me revolvió algo en el vientre bajo; tal vez quería besarlo. Porque estaba drogado, claro.

–Entonces lo haré yo.

La sonrisa se desvaneció de mi rostro cuando logré procesar sus palabras. Su cabello azabache danzó en remolinos con la brisa, y me regaló una sonrisa inofensiva antes de alejarse hasta quedar a mi lado. Volví a sonreír cuando caí en cuenta de que probablemente era una de las tantas bromas que hacía en nuestros viajes, como la de comerse a Popper porque tenía mucha hambre, o la de que drogado él era igualito a Snoop Dog.

Pero la leve sensación de inquietud no abandonó mi pecho en toda la tarde, e incluso cuando estábamos acostados, sus brazos alrededor de mi cintura y su cuerpo emanando una tibieza consoladora, pensé en que si fuera cierto, Boris iba a destruirla.

Y así fue.

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ʙᴏɪʟɪɴɢ sᴜɢᴀʀʏ ᴛᴇᴀ ♡ ʙᴏʀɪs ᴘᴀᴠʟɪᴋᴏᴠsᴋʏ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora