Capítulo 2

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"Las personas más importantes no se buscan, la vida te las presenta."
-Rafael Vidac.

Al día siguiente, extrañamente me desperté por mi cuenta, antes de que la alarma sonara. Pronto estuve bañada y lista. Bajé las escaleras y mi madre estaba terminando de servir el desayuno, así que le ayudé a acomodarlo en la mesa y luego nos sentamos juntas a desayunar.

—¿Y eso que te levantaste temprano? ¿Estás enferma? ¿Te ocurre algo? —Preguntó preocupada, poniendo su mano en mi frente para revisarme la temperatura. Yo me reí.

—No, no estoy enferma, solo me levanté temprano —dije encogiéndome de hombros.

—¿Y eso por qué?

—No lo sé. Bueno, me voy —me despedí dándole un beso en la mejilla—. Te quiero. Suerte en tu trabajo.

—Yo también te quiero, suerte para ti también.

Minutos después, llegué a casa de April, quién salió de nuevo corriendo. Esta vez traía una manzana en la boca a medio comer, el pelo desaliñado y un jugo en la mano. Entró al carro y me miró raro, seguro odiándome por haberla apurado.

—No me pasa nada, deja de mirarme así —repliqué, sabiendo que me iba a preguntar algo similar a lo que dijo mi madre.

—Debemos pasar por Nathaniel.

Asentí y arranqué. Siguiente parada: Casa de Nathaniel.

April se terminó de comer su manzana y la puso sobre una servilleta en sus piernas para poner música en la radio. Empezó a sonar la canción Anaconda de Nicki Minaj y fue esa la que nos acompañó en el trayecto. Ella iba haciéndose un chongo en el cabello mientras se movía en el asiento de copiloto al ritmo de la canción.

Por otro lado, yo voy en todo el camino sumida en mis pensamientos.

Toco el claxon al llegar a la casa de Nathaniel y tras cinco largos minutos de espera, sale corriendo, poniéndose un zapato. Suena imposible, pero de verdad así venía. La mejor parte fue cuando llegando al carro se cayó boca abajo.

Nosotras empezamos a reír sin poder controlarlo. Tal vez unas buenas amigas le hubieran ayudado a ponerse de pie, pero no pudimos hacerlo por estar muertas de la risa. Al final Nathaniel solito se levantó y entró al auto de malhumor.

—Sí, sí, qué risa —dijo con sarcasmo.

Nosotras nos seguíamos riendo.

—Bueno, vámonos pues que llegamos tarde. ¡Dejen de reírse ya!

—Le quitas lo divertido a la diversión, amigo —bromeó April sacándole la lengua.

En cuanto llegamos al colegio, April se fue para su clase. Mi primera clase era laboratorio y como esta clase la compartía con Nathaniel, nos fuimos juntos para el salón. Para mi desgracia, en ningún momento de la clase el chico nuevo apareció. Tampoco en la siguiente clase.

En la hora del almuerzo, le avisé a los chicos que en un segundo los alcanzaba, que iba a buscar al profesor de física a ver si había encontrado mi cuaderno de matemáticas. Los pasillos estaban vacíos, todos se encontraban en el comedor o el patio almorzando. Suspire y comencé a caminar acelerando un poco mis pasos hacia el gimnasio.

Inclusive el ruido de mis zapatillas contra el suelo me desconcentraba, de la nada alguien puso una mano en mi hombro sobresaltándome e inmediatamente pegué un grito.

—Lo lamento, no quería asustarte —dijo alguien aclarando su voz con un tono de culpabilidad, a lo que relajé mi respiración y lo miré, al hacerlo me topé con esos ojos verdes brillantes que no me dejaban prestar atención en clase. Los del chico nuevo—. De verdad que no quería asustarte.

Me regaló una sonrisa y al instante me percaté de que le salió un pequeño hoyuelo en su mejilla derecha.

—Emm... Tranquilo, no pasa nada. Casi muero pero ya estoy bien —solté una risa nerviosa.

—Soy Cormac Wainwright —se presentó extendiendo su mano, la cual estreché.

—Yo soy Caeli Tillman —le sonreí.

—Ayer noté que dejaste olvidado tu cuaderno de matemáticas, salí del gimnasio para dártelo pero no te vi entre la multitud escandalosa que apareció de repente —alzó sus hombros despreocupado. Extendió mi cuaderno, del cual no me había percatado de que reposaba bajo su brazo. Así que ahí estaba el condenado. Por lo menos había obtenido algo bueno de esto, que Cormac me hablara.

—Sí, por lo general esto se vuelve un caos cuando es la hora de salida o del almuerzo pero muchas gracias, de hecho exactamente iba caminando al gimnasio para buscarlo —comenté agarrando el cuaderno para guardarlo en mi bolso.

—Supongo que siempre es así —se rio, dejándome hipnotizada escuchando su risa y viendo esa hermosa dentadura.

«¡Por Dios! Contrólate, Caeli, debes parecer una lunática viéndolo».

—Créeme que sí, llevo ya años aquí y aun no me acostumbro a tanta gente amontonada queriendo escapar de aquí —abrí mis ojos de sobremanera, metiéndole drama y consiguiendo con ello que se riera de nuevo—. Iré a almorzar, ¿vienes?

Asintió. —Claro, muero de hambre.

Entonces empezamos a andar hacia el comedor, recogimos nuestros almuerzos y caminamos hacia la banca donde estaban April y Nathaniel sentados. Cuando estábamos llegando a la banca vi como April me volvía a ver con una cara de asombro, dejando caer la cuchara en la bandeja mientras que Nathaniel solo alzó las cejas. Llegué hasta donde ellos y me senté a la par de April.

—Amigos míos, él es Cormac. Cormac, ellos son April y Nathaniel —les presenté, señalando a cada uno respectivamente y sonriéndoles.

—Caeli, qué mal educada eres. Cormac siéntate hombre, que no muerdo —indicó Nathaniel señalando el asiento al lado suyo, a lo que Cormac se rio y se sentó.

—Así que, ¿por qué se mudaron? ¿Te está gustando el colegio? —Le empezó a cuestionar April sin pestañear y casi sin tomar aire en cada pregunta, a lo que le pegué un codazo poco disimulado—. ¡Auch! —Se quejó, haciendo una mueca y viéndome con una mala cara. Los chicos se rieron.

—April, déjalo comer —la regañé y April me rodó los ojos.

—Supongo que mi madre quería salir del escándalo de la ciudad. Y sí, ahora más que nada me gusta el colegio —eso último lo dijo viéndome con una sonrisa y yo contuve la respiración por varios segundos, sin poder creerlo.

Nathaniel empezó a hablar con él sobre el fútbol americano, entonces me desconcentré de la conversación. Volví a ver a April, buscando que me sacara charla, pero estaba concentrada en su celular seguro hablando con el chico que conoció ayer. Rodé los ojos.

Nota mental: Preguntarle más tarde a April sobre su chico.

El timbre sonó y nos fuimos a clases. El resto del día pasó normal. A veces cuando me tocaba lecciones con Cormac, me volvía a ver sonriendo a lo cual yo también le sonreía. Supongo que se empezaba a volver costumbre.

Cuando terminaron las clases, nos despedimos todos y me fui para mi casa con April, quien se quedó a dormir allí para tener una entretenida noche de chicas.

Cuando terminaron las clases, nos despedimos todos y me fui para mi casa con April, quien se quedó a dormir allí para tener una entretenida noche de chicas

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El ciclo de la vida de Caeli ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora