Prologo.

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Era un día frio para el primero de enero de 1914 en Virginia Occidental, un pequeño pueblo de provincia de Roncenverte. Aparentemente alejado de todo, donde la mayor fuente de comercio era la siembra y la ganadería. Una mala temporada para la cosecha por las fuertes tormentas heladas.

Aquello se resentía para la familia Stilinski. Uno de los cimientos de la familia había fallecido hace algunos años atrás y solo quedaban Noah, el jefe de la familia y su único hijo Mieczyslaw mejor llamado Stiles. Su padre era caudillo del pueblo, militar retirado y en tiempos libres granjero que le permitía sostener la familia. El joven Stiles que recién había cumplido sus 18 años ayudaba en casa haciendo tareas del hogar, así como la siembra. Solía ser objeto de burla para los otros jóvenes de su edad por tomar las tareas que correspondían a las mujeres.

A él no le importaban las habladurías del pueblo, estaba feliz con ayudar a su padre, además que, debido a las complicaciones de parto de su madre en su nacimiento y un mal trato por una partera inexperta, su pierna derecha había quedado lastimada, una fastidiosa cojera que le impedía avanzar al ritmo promedio de las personas. Aquello le mantenía ligado a su casa, más por las limitaciones de su padre que se su propio cuerpo, el temía que fuera a lastimarse si salía más allá de los terrenos de su granja.

Fuera de eso Stiles era un chico normal de su edad, bastante hablador y soñador. De belleza exquisita. Una piel blanca bañada de lunares simulando constelaciones que hasta ahora el solo se había visto en el espejo. En pocas palabras, un joven muy apuesto. Pero por su problema no sería considerado un buen partido por el padre de ninguna chica del pueblo.

Eso Stiles lo sabía y era algo de lo que supuestamente él estaba preparado a lidiar. No casarse jamás, a no tener una familia.

Como todas las mañanas se levantó de su pequeño colchón en la esquina de la habitación. Tomo el abrigo de lana colgado en la cabecera y se vistió con él. Su padre no estaba, seguramente se encontraba en alguna junta del pueblo.

Se abrió paso al frio invierno, apoyándose de un viejo palo recargado en la pared de la entrada para el cambio arenoso de terreno. Justo enfrente de la parcela solo para darse cuenta que el viento había destapado la sabana con la que los helechos habían sido cubiertos, congelados durante toda la noche, 25 metros cuadrados tirados a la basura, un desperdicio de las semillas de ese mes y ni siquiera habían logrado salvar la mitad de la parcela.

El clima estaba siendo duro con ellos, no solo por el invierno. En temporada de calor la sequía había azotado el pueblo sin clemencia. Su madre hubiera dicho que una catástrofe peor estaba por venir y que el clima solo era el mensajero.

Stiles recordó a su madre con añoranza, limpiando una pequeña lágrima que se había escapado de sus párpados, apoyó su mano en el palo para darse impulso y camino hacia el granero solo para recordar a medio camino que ya habían vendido la última gallina que les quedaba el día de ayer.

No tenía ni idea de que sería del desayuno del día de hoy y mucho menos de la comida y la cena. Solo quedaba esperar que a su padre le fuera mejor.

Regresó a casa y como todos los días espero sentado a la mesa.

No faltó mucho para que la puerta se abriera dejando entrar la fuerte ráfaga, cerrándose tan pronto como se abrió. El hombre se quitó el sombrero y la bufanda.

—¡Padre! — le saludo Stiles desde su lugar y el hombre le acompañó en la mesa, puso sobre ella una bolsa de papel, Stiles se apresuró a ver su contenido. Dos piezas de pan dulce. —¿Cómo te ha ido?

—Malas noticias Stiles. Las cosechas de todos en el pueblo van de mal en peor, muchos están pensando migrar a la capital para ver si les va mejor. Si tantas personas se van, la economía de este pueblo se irá al carajo. — explico tomando una pieza para darle una mordida de mala gana.

Innocent lust-SterekWhere stories live. Discover now