Si había algo a lo que Alrep estaba acostumbrada, era a las visitas. A menudo, las personas la visitaban por diversos motivos, ya sea para aliviar dolencias, para ubicar a sus mascotas perdidas o para cambiarse el color del cabello. Los poderes de Alrep eran muy parecidos a los de las hechiceras convencionales que habitaban en la Colmena de las Intrusas, por lo que todo aquel que la conocía y necesitaba de algún hechizo, acudía a ella.La mayoría de las veces, el pago era en Edamons, pero ella nunca negaba recibir algún vívere como reemplazo.
Pero ¿Paquetes? Eso era nuevo.
Los ojos de la castaña mostraron extrañeza al percibir el pequeño bulto verde con el que Amaru tropezó al subir hasta su vivienda. No era más grande que un libro y al levantarlo se dio cuenta que era tan ligero como cargar una almohada.
Se encogió de hombros y entró, después de todo, siempre había una primera vez para todo.
Dejó el paquete a un lado y preparó sus huevos. Tenía temas más importantes en los que enfocarse en ese momento.
Le preocupaba mucho su madre. Debía encontrarse sumamente grave como para que Leo haya tomado la decisión de aventurarse solo en un mundo completamente desconocido para él. No negaba la valía de su hermano y sabía que en ese momento su hermana no estaba en condiciones de prestarle ayuda. Además, el no tener noticias de su padre tampoco ayudaba a mejorar su estado de ánimo. Se suponía que luego de haber partido el mes anterior en busca de comida a las tierras casi inexploradas del norte volvería con reservas para los siguientes seis meses en dos semanas.
Alrep sabía el odio que se había ganado su familia con los años, y también era consciente de que el único modo de sobrevivir era esconderse, ya sea en un lugar seguro o con una nueva identidad. Ella optó por la segunda, su familia por la primera, pero si había la obligación de salir al mundo, obligación que su padre asumió, el único modo de seguir con vida era con el método de Alrep, pero si alguien lo descubría...
Sacudió la cabeza para apartar esos pensamientos. No. Su padre estaba con vida en algún lugar del norte de Urbe Margarita. Tal vez le tome más tiempo del previsto rastrearlo, sin embargo, lo haría, conocía los métodos, tenía la obligación de hacerlo.
Se llevó un bocado de huevo de fénix a la boca mientras sus pensamientos volaban hasta sus tíos, sus primos, su madre, sus hermanos y sus sobrinos. Cada vez que podía escaparse para verlos, notaba como los huesos se le notaban con mayor profundidad. Todos tenían una apariencia enfermiza, lo cual era lo más natural, apenas tenían algo para comer y no salían a la luz. Sentía lástima por ellos, no obstante no podía hacer más que llevarles alimentos de vez en cuando. El resto era decisión suya.
Aunque claro, existía otro camino.
Alrep contemplaba desde hacía varios años la posibilidad de participar en los juegos de los blancos. Había pasado numerosas tardes sentada en rincones de la biblioteca municipal rebuscando entre los montones de información sobre dicho evento que se guardaban allí, con la esperanza de obtener alguna pista para ganar el juego.
Solo encontró lo mismo una y otra vez: Consigue una perla y obtén un deseo.
No le gustaba admitirlo, pero si las cosas con su familia empeoraban iba a tener que ofrecerse voluntaria. Y ganar.
—¿Pero qué rayos...? —exclamó Alrep consternada— ¡Amaru no! ¡Lo vas a estropear!
Ligeramente acongojado, el reptil se alejó del paquete, permitiendo que la castaña se apresurara a recogerlo y retirar las tiras de papel que no habían sido desgarradas por el animal.
—¿Qué te sucede? —preguntó
Amaru solo emitió un sonido lastimero y la dejó sola en el salón. La castaña movió la cabeza, a veces no podía comprender a ese animal.
Se sentó en el sofá y abrió por completo las envolturas del objeto. Al inicio quería dejarlo para después, sin embargo, su curiosidad pudo con ella y antes de leer la carta que encima de las envolturas descansaba, ojeó rápidamente las fotos.
Alrep no lo podía creer. En sus manos descansaban fotografías muy recientes en donde iba a esconderse tras el viejo puesto de telas con su hermano en el mercado. En otra se le veía enviando una carta incendiaria junto a la chimenea. En otras dos aparecía escondida tras una capucha mientras entraba en la a antigua casa familiar, escondida en una cueva al oeste de la ciudad.
Dejó las imágenes a un lado y leyó la carta, rápidamente los colores de su cara cambiaron. Su palidez era preocupante y la mano le temblaba ligeramente. Con la mayor rapidez posible fue a cerrar con llave todas sus ventanas y otras entradas. Corrió las cortinas y guardó en una mochila todas las cosas que ella considero básicas, además de Edamons y todo el contenido del paquete, tanto la carta, como las fotos. Se colocó una capa con capucha y oculto parte de su rostro con una pañoleta. Luego de cargarse la mochila, se colgó un bolso en donde estaban todos sus complementos básicos de hechicería.
—¡Amaru! —llamó. El animal se acercó lentamente a Alrep e inclinó ligeramente la cabeza— Nos vamos... deprisa
Abrió la puerta y cuando ambos estuvieron fuera la cerró con llave.
Bajaron del árbol y luego de mirar a todos lados para asegurarse de que nadie la seguía ni la observaba, le dio al dragón un durazno plateado, el cual devoró en el acto.
Amaru creció y alcanzó el descomunal tamaño de dos metros de longitud. A su cuerpo ofidio y escamoso le crecieron dos alas de murciélago y al rededor de su cuello apareció una lustrosa melena dorada.
Alrep se subió y ambos volaron muy alto, al punto en donde el ojo humano no es capaz de distinguir entre una criatura descomunal y una paloma. El dragón no necesitaba órdenes ni dirección, sabía a dónde iban. Alrep lo agradeció, en el fondo no estaba completamente bien como para dirigir a su compañero en el vuelo. Tenía muchísimas cosas en que pensar y, a pesar de que su mente era un revoltijo de ideas entremezcladas, tenía claro una sola cosa: Iba a jugar.
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Alrep: La joven de la perla
FantasyAlrep era la clásica hechicera promedio en Urbe Margarita, un antiguo, pero perturbador pueblo que esconde secretos que nadie se ha atrevido a desvelar. La familia de Alrep ha vivido a la sombra de la sociedad, escondida durante mucho tiempo, sin em...