5. Un pequeño libro o... ¿Algo más?

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El petricor de la mañana siempre la animaba

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El petricor de la mañana siempre la animaba. Amaba ese delicioso olor que desprendía la tierra luego de que la lluvia caía sobre ella. Alrep apreciaba cada fragmento de su alrededor que quedaba grabado en su memoria, cada sonido, cada olor, cada gota que le salpicaba los pantalones mientras saltaba un charco de agua empozada... era su manera de despedirse de la ciudad que la acogió a ciegas.

—¡Alrep! —escuchó que la llamaron

Volteó en busca de la voz, se le hacía familiar, pero aún no la ubicaba entre sus recuerdos. Amaru, por el contrario, sacudió la cola, reconociendo de inmediato a una rubia que se acercaba a ellos a la carrera.

— ¿Uxía? —preguntó con una sonrisa la castaña— ¿Qué haces aquí?

—Iba camino a tu casa de hecho —respondió la chica desde el suelo, acariciando el mentón de amaru, quién gruñía satisfecho— Es una suerte encontrarte antes de que mi madre me hallara.

—¿Por qué lo dices?

Uxía se levantó y empezó a caminar al lado de Alrep. La conocía desde hace poco, gracias a que la castaña la ayudó con una dolorosa infección estomacal, era de las pocas personas que Uxía conocía, pero aún así la consideraba su amiga.

—Sabes que ella no me ha dejado salir jamás de casa ¿Verdad?

—Si —respondió Alrep— por eso me sorprende verte aquí.

—Necesito tu ayuda —mencionó Uxía acelerando el paso— ¿Podemos hablar de esto de preferencia en tu árbol? No necesito que alguien le diga a mamá que me ha visto por aquí.

Alrep se lo pensó por un momento, tenía planes para esa mañana, había considerado ir a inscribirse inmediatamente a los Juegos, sin embargo sintió la ansiedad de la rubia, por lo que al final asintió. No le incomodaba que la vieran hablando con Uxía, pero si la chica, prefería privacidad, Alrep no podía negársela.

El resto del camino fue rápido y silencioso. A la castaña se le hacía extraño regresar al lugar que había pensado abandonar el día anterior, sin embargo, no mostró nerviosismo a su acompañante y con toda la naturalidad que pudo obtener abrió la puerta de aquel que de un momento a otro había dejado de ser su hogar.

—Ponte cómoda —mencionó quitándose los morrales que traía encima— ¿Quieres que te prepare té o algo?

Uxía negó efusivamente, pero se sentó, con la cabeza de Amaru descansando sobre sus piernas.

—Alrep... soy conciente de que lo que voy a pedirte puede ser inesperado y extraño, pero...

—Tranquila —calmó la castaña— ya superé mi límite de cosas inesperadas y extrañas.

—Bueno... —Uxía se retorcía las manos nerviosamente, pero al final con un suspiro, se lo pidió— ¿Podrías esconderme en tu casa?

Alrep parpadeó confundida.

Alrep: La joven de la perlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora