11. La salida

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Alrep empezó a toser inevitablemente y escuchó a Awa hacer lo mismo. El muro de polvo que se había levantado se iba disipando poco a poco, hecho que contribuyó a que al cabo de varios minutos se recuperaran y lograran ponerse de pie, no sin dificultad.

Al observar a su alrededor, Alrep constató su situación. Sus poderes no habían surtido el efecto deseado en ese momento, puesto que la jaula improvisada de metales había estallado y sus fragmentos estaban desperdigados por el suelo y, por si fuera poco, el duende tampoco se veía por ningún lado.

—¿Dónde se ha metido? —preguntó Awa con el ceño fruncido— ¡Pudo habernos matado si uno de esos pedazos nos hubiera atravesado! Y pensar que hace unos mi autos estaba a nuestra merced...

—Nunca estuvo a nuestra merced —interrumpió Alrep— Si hubiera recordado lo suficiente a tiempo...

A lo lejos, se escuchó el eco de una carcajada, pero Awa, haciendo caso omiso del suceso, preguntó:

—¿Y cómo pudiste haberlo sabido? —dijo Awa, quien al no obtener respuesta se acercó a la chica con los brazos cruzados— Alrep, hay algo que no me has dicho aún... No estarás pensando en seguirlo ¿Verdad?

La castaña, nuevamente no respondió.

—¡Por Dios, mujer! ¡Pareciera que amas estar en peligro! —Awa negó con la cabeza— No puedes ir por una mina desconocida corriendo tras un enano egocéntrico ¿Para qué? ¿Con qué fin? Solo nos alejaremos más de Cyd, que por cierto volverá en cualquier momento para sacarnos, ¿Y si no nos encuentra? Es muy susceptible y sin duda entrará en pánico y... no se que podría hacer después de ello. Piénsalo, es una criatura que sin duda solo ve su propio beneficio ¡No puedes caer en su juego y perseguirlo!

—¡Si puedo! —dijo Alrep masajeándose las sienes, ligeramente irritada— ¡Y debo hacerlo! ¿Es que acaso no entiendes? Solo de esa forma podría encontrar el bismuto... No tengo alternativa, nada me garantiza que si tomo más y salgo de aquí no se convertirá en arena nuevamente —Alrep la miró a los ojos— Lo necesito

Awa tenía en su rostro una expresión cansina y con un diminuto deje de molestia. No quería presionarla, pero para la azabache, lo que Alrep planeaba carecía de lógica. Quería contenerse, pero no pudo.

—¡Es qué no comprendo tu obsesión por ese estúpido material! —gritó— ¡¿Arriesgarías tu vida por algo tan insignificante como el bis-no-se-qué?! ¡¿Sin pensarlo si quiera?! Toda tu charla sobre lo necesario y tu deber y bla, bla, bla... Es tan... tan...

—No entenderías mis razones, Awa

—¡Entonces explícamelo! —exclamó levantando los brazos— Tenemos que apurarnos para encontrar fragmentos de la perla si queremos salir con vida de este horrible lugar lleno de cosas que no dudarían en matarnos y lo único que quieres es perseguir a un duende por un poco de piedra. ¡Hay cosas más importantes! ¡Como volver con vida!

Alrep: La joven de la perlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora