10. El duende minero.

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Lo primero que Alrep escuchó al caer fue su nombre siendo gritado por Cyd y Awa

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Lo primero que Alrep escuchó al caer fue su nombre siendo gritado por Cyd y Awa.

El lugar donde cayó no era del todo horrible, es más, interiormente aceptó que hasta le pareció bonito. Desde el suelo pudo medir una aproximación de casi cinco metros entre el lugar donde cayó hasta el agujero que se había formado, hizo una mueca, tuvo suerte de no caer de forma equivocada, pudo haberse roto el tobillo. A su alrededor, las paredes eran grandes y muy alejadas de donde se encontraba, llenas de rocas brillantes que probablemente correspondían a alguna roca valiosa.

Al final se levantó con dificultad y se sacudió el polvo de la retaguardia. Dirigió su mirada hacia arriba, por el mismo lugar donde había caído y no se sorprendió al ver a Cyd, Awa y Amaru asomados por el agujero. Lucían preocupados, sobretodo el dragón, quien tenía un gran interés en saltar, siendo impedido únicamente por el chico.

—¿Estas bien? —gritó Awa

—¡Sí! —respondió— ¡Al menos tengo la linterna!

—¡Espera ahí! Volveré con algo para sacarte

Alrep pensó que no podría ir a ningún lado de todos modos, pero asintió.

—¿Qué haces para que tu dragón no se mueva tanto? —gritó Cyd

Alrep soltó una pequeña carcajada.

Casi a los segundos, la pelinegra volvió con una cuerda, cuyo extremo lanzó por el orificio, con la esperanza de que Alrep pudiera sujetarla y subir. Sin embargo, sus deseos se volvieron abajo cuando observó que el largo de la soga no era el suficiente como para que ella llegara, ni siquiera saltando.

—¡Agh! —murmuró Awa

—¡Ey! ¡Cálmate chico! —gritó Cyd— Vamos a sacarla, pero deja de empuja...

La cuerda sostenida por Awa se le resbaló de las manos, y en un intento de recuperarla acercó su cuerpo peligrosamente al borde del agujero.

—¡La tengo! —exclamó, al tiempo en que Amaru, desesperado, la empujó casualmente con su cola, haciéndola perder el equilibrio— Ay no...

Y por ende, provocando su caída.

—¡Awa! —bramó Cyd.

La pelinegra, a pesar de extender los brazos y tratar de sostenerse a los salientes de roca, le fue imposible evitar el impacto, y dado que Alrep había sido muy lenta para reaccionar, fue usada, sin una intención de por medio, por la chica para amortiguar su caída.

—hmg —se quejó Alrep masajeando su cabeza— ¿Pero que demo...? ¿Estás bien?

Awa asintió poniéndose de pie y ofreciéndole su mano para hacer lo mismo.

Alrep: La joven de la perlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora