Avanzaron por lo que a Alrep le parecieron horas, aunque en realidad no habían transcurrido más de cuarenta minutos. No había podido hablar con nadie, puesto que todos, incluido su dragón, estaban envueltos en las mismas celdas de fuego que les impedían comunicarse.
Se lo estaba tomando con más calma de la que debería tener, a diferencia de Amaru y los demás, que lucían agitados y temerosos. Pero ella sabía que nada malo ocurriría, después de todo, él seguía siendo el mismo chico que había conocido hace años, intrépido, valiente y de buen corazón. O eso quería creer, no se imaginaba un mundo en donde Nieals podría tener oscuras intenciones.
Finalmente el muchacho se detuvo frente a lo que parecía ser una duna pequeña a simple vista, pero que si se le prestaba más atención, podía claramente distinguirse una gran cabaña de dos pisos, cuya fachada estaba camuflada principalmente por enredaderas, musgo, entre otras plantas, además del de por si necesario hechizo de ilusión para que la casa pasara desapercibida; y que Alrep pudo distinguir no sin hacer acopio de mucho esfuerzo.
El chico estiró su brazo sosteniendo el báculo en alto, apuntando a la entrada, que estaba formada por dos puertas de casi dos metros de alto tapizadas en musgo. Como respuesta, estas se abrieron todo lo que se permitían, que para alivio del muchacho, era lo suficientemente grande como para que el caballo pudiera atravesarlas.
Dentro parecía un sitio común. El salón principal, que fue aquel donde pararon al ingresar, era una sala amplia, con un par de grandes sofás a pocos metros de la puerta, posicionados uno pegado a la pared y otro frente a aquel; además de dos sillones individuales colocados entre los espacios que separaban a los más grandes. Una pequeña mesa de centro hecha de madera pulida descansaba en el centro de todo, con un par de papeles desordenados, que contrastaban con la cantidad de libros colocados sin cuidado en las estanterías de la pared contraria, justo al lado de unas lámparas altas apagadas y relativamente cerca a una chimenea que tenía apariencia de no haber sido usada en mucho tiempo, ya que una fina capa de polvo decoraba su superficie.
Desde su posición, cerca a los estantes, Alrep pudo distinguir la figura de Awa buscando desesperadamente su mirada, y cuando la obtuvo, formuló con los labios un ¿Dónde estamos? Que como respuesta, obtuvo un encogimiento de hombros por parte de Alrep, dando a entender que no tenía ni la más mínima idea.
Siguió con la mirada cada uno de los movimientos del pelinegro, quien sin prestarles atención, los dejó flotando en medio de ese lugar y se dirigió hacia una puerta corrediza de madera, seguido únicamente del pegaso. Atravesaron ambos aquel portón y desaparecieron cerrando nuevamente la puerta tras de sí. Alrep supuso que con aquello conseguiría llevar al animal a un lugar más seguro, como un establo o un patio trasero, sin embargo no estaba del todo segura.
Pasó al rededor de un cuarto de hora antes de que él volviera. Al atravesar esa puerta, Alrep pudo distinguir la espalda ligeramente encorvada y la mirada algo desenfocada. Fue cuestión de segundos, pero allí estaba la misma expresión de aquel día que todo terminó. Se le notaba cansado, sin embargo, a penas levantó la vista hacia ellos, todo amago de su estado de ánimo cambio por un gesto más hostil.
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Alrep: La joven de la perla
FantasíaAlrep era la clásica hechicera promedio en Urbe Margarita, un antiguo, pero perturbador pueblo que esconde secretos que nadie se ha atrevido a desvelar. La familia de Alrep ha vivido a la sombra de la sociedad, escondida durante mucho tiempo, sin em...