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c a p í t u l o

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Que no te engañen las apariencias. Es una noche despejada como ningún otra, la luna en los cielos ilumina su alrededor como si tuviera luz propia, el manto oscuro salpicado en cientos de diminutas luces plateadas que dan el toque de belleza, el aire helado y adormecedor que eleva el vaho fuera del las bocas de los vivos, una calma digna de ensueños; sólo porque la noche esté tranquila no hay que dar por sentado que las fuerzas del mal no andan sueltas. En realidad, están en todas partes.

En ese caso sólo un mensajero del mal acecha en la Tierra, una figura baja y malhumorada.

Golpea el teléfono contra la casilla unas cuantas veces aullando en frustración y gritando un inaproperio por cada segundo de su tiempo frente al aparato, cuestionando cada acción hecha por manos propias que le llevaron a ese destino y las condiciones actuales, mierda, quien diría que dejarse estar sería un gran problema en futuro. Gime mirando el foco sobre su cabeza y las moscas giran en torno a la luz, zumban y le susurran que siga intentando, le instan a que dé un último intento; suspira asintiendo en dirección a sus niñas y busca en sus bolsillos unas cuantas monedas contando las últimas, su mano halla un chicle de menta y envoltorios de toda clase, encuentra lo buscado y las introduce en la ranura y vuelve a marcar el número deseando obtener la maldita respuesta.

Mira a través del vidrio, los árboles sacudidos por una posible tempestad, y ella allí metida.

No es tan difícil, se convence queriendo ser positivo y esperando a que no le envíen al buzón de voz una séptima vez - y de seguro no se dará cuenta de ello pasado el lapso de llamada -. El idiota cerebro de pájaro la contó, por motivos desconocidos, que cayó en la monotonía de la eternidad, nada de aquí, nada de allá, ningún atractivo que pudiera entretenerle, y eso, según el demonio y el semblante sugestivo del hombre de ojos púrpuras, significa que está libre las 24 horas de los desgraciados 7 días al año, por lo que no entiende qué le impide devolver la llamada, no es tan difícil estirar la mano y atender el estúpido aparato ¡No es tan difícil!

Beelzebub siempre atiende al primer ring sin importar que esté en medio de una guerra mundial, y le descontenta saber que su desesperada soledad es demasiada en comparación al aburrimiento del otro. Su intensidad es demasiada para el ser celestial como le informó un día al echarle del auto, y habrán pasado años, décadas, y el mal sabor persiste en su memoria ¡Y no es su culpa tener...! No es su culpa.

- ¿Ga-Gabriel, eres tú, imbécil? - pregunta exasperado al percibir ruido tras el teléfono, esperanzado, asqueado y esperanzado por igual.

La esperanza es una de las tantas emociones tachadas en la lista de los Infiernos.

Las moscas le felicitan y les sonríe, la grande en su cabeza le arregla los cabellos.

- ¡Son las tres y media de la noche, Santo Dios! - El demonio simula unas arcadas sonoras, murmurando blafemias para contrarrestar las palabras sagradas; ese tal Gabriel sabiendo lo molesto que se pone su interlocutor al pronunciar al jefe, lo nombra, otra vez -. Por amor a Dios, que sea de vida o muerte.

Vida o muerte repite saboreando el significado de esa frase, o sólo se trata de muerte concluye el demonio decaído y con el ceño fruncido a más no poder, recordando porqué está allí cuando podría estar llamando su estómago con basura humana, mira sus zapatos sucios en lodo; Un día estás comiendo almas a montones y recuperando las energías robadas en meses y al siguiente huyes de los Infiernos cayendo en cuenta que el Fin del Mundo se aproxima como un meteorito imposible de esquivar, no sólo condenando las estadías estacionales del demonio, sino la vida de todos esos humanos que la alaban sin saber, y sobre todo significa una guerra entre los Cielos y los Infiernos. No quiere alzar una mano contra los Cielos, al menos no contra ese cielo.

- ¿Aún estás ahí, Ba'al?

Escupe a un costado maldiciendo el nombre saliendo de su ensoñación.

- Escucha idiota, el Anticristo está siendo entregado en estos momentos.

Y, aunque Anticristo suena como un paquete de título extravagante, no es un paquete. Beelzebub lo sabe más que nadie, puesto que ella pudo ver al pequeño bebé que condenará a todos, contempló los horrorosos ojitos pestañeando, un rastro pequeño de cabellos rubios, unos piecitos y las manitas que se aferraron a sus cabellos azabaches para chuparlos. Sí, el Anticristo no es una broma.

- ¿Quién? No te escucho.

Restrega su cara.

- ¡El Anticristo! Cerebro de plumas, el Armageddon se acerca, el Fin del Mundo, la Destrucción ¡La Guerra de las Guerras!... ¿Estás escuchando, Gabriel? - interroga cuando percibe un leve ronquido.

-... Sí, qué pena - Beelzebub exhala - ¿Nos vemos mañana? Estoy con resaca.

- ¡Oh hijo de p...! ¡Ah malditos humanos del carajo! - Golpea el teléfono unas siete veces y se detiene, suspirando por enésima vez.

El Armageddon se acerca y él ni siquiera pudo... Suspira entristecido, él ni siquiera pudo hacer lo que quiere hacer o decir lo que su defectuoso corazón desdea decir. Y el tonto de su amigo con resaca le complica todo como siempre; se desliza por los suelos y se apoya contra el vidrio de la caseta, la gran mosca Mygga dejándose caer a sus manos. Afuera la lluvia golpetea la cabina.

Había lluvia en la Tierra aquel comienzo del siglo XV y lo recuerda tan bien, más que nada porque el odio y resentimiento le impiden olvidar. Y porque fue el inicio de su decadencia.

Belfegor le dio una visita como de las tantas en los últimos días, la séptima y la última que tomaría sonriente; entre risas y charlas le sugirió que descansara un poco, unos meses no se oían mal. Puesto que la Muerte Negra había sido un golpe fantástico y de gracia que devastó a los Cielos, toda el Consejo Oscuro - según el veredicto de aquel príncipe - estaba orgulloso de su trabajo en conjunto con su viejo amigo la Peste, y que unas merecidas vacaciones no estaban demás y eran más que recomendadas. Debió haberlo sabido, cuando es Belfegor quien ofrece un descanso en verdad es un soga en el cuello y el tiempo suficiente para colgarte.

Claro, no pudo negarse, de repente estaba cansada y el sueño podía con él. Aceptó sin ver consecuencias.

Meses, el Príncipe Beelzebub se dejó estar en el paraíso de la nada, sucumbió a la tentación más vaga e infravalorada, y la primera alarma se encendió cuando Juana de Arco fue ejecutada a eso de 1430, mas no le llamó la atención y se echó a pegar una cabeceada, tres décadas que no calculó como mucho y creyó que podía seguir así, después de todo Belfegor le susurró que unos meses más no matan a nadie, no a nadie que no fuera él mismo; Constantinopla cae a manos de los otomanos y se dice que un demonio fue quien se encargó de tal azaña y el Príncipe de los Infiernos pidió diez meses más de holgazanería ajustando la soga en su cuello, y en menos de lo esperado, Colón descubre América iniciando una conquista que concluye con una masiva esclavitud y miles de muertos. Beelzebub es ahorcado.

Sorpresa la suya cuando es llamado por el nuevo Príncipe de los Infiernos y se le informa que quedó destituido de su cargo como gobernante, y el Consejo Oscuro le regaña su mal y exagerado obrar, señalando que esas vacaciones jamás fueron ordenadas, ni permitidas o pensadas, y su deber es recuperar el siglo perdido en la Tierra, claro, superando al sucesor actual. Jamás escuchó a Belfegor reír tan alto como ese día.

El Príncipe Beelzebub se convirtió en Beelzebub, un demonio de bajo rango con una condena que no logra cumplir. El maldito de Crowley se luce cada década con su ingenio.



se viene directa y fuerte la cosa, obvio.

espero hayan disfrutado esta primera parte, espero se hayan enganchado a la historia y narrativa.

hasta la próxima, que pienso será pronto.

Cactus_03

the perfect parents // ineffable bureaucracyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora