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c a p í t u l o

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  Beelzebub avanza con un archivo en manos y Mygga zumba, Dagon y dos duques de los Infiernos le acompañan arrastrando un carrito cada uno, de esos carritos miles de papeles y datos son recopilados en carpetas donde un nombre se remarca en dorado y una firma muy tonta a su parecer; los demonios a su alrededor recrean forzosas reverencias, y otras quitan la mirada de encima del nuevo y reclamado Príncipe de los Infiernos, el antiguo Beelzebub regresando al ruedo. Abre de un empujón una puerta maciza y halla a Crowley sentado en una silla similar a un trono y hablando hábil por un celular de tecnología humana, al verle frunce el ceño y corta la llamada, baja los pies del escritorio, el antiguo escritorio del Señor de las Moscas.

  —¿Qué carajos, mosca? ¿Vienes por más?

  Y Beelzebub ríe, ríe en medio de un graznidos placentero y lágrimas se arriman a los ojos, lágrimas de gloria que se deslizan fuera y zurcan a los labios, Dagon amplia las comisuras en un intento de sonrisa, Ligur asiente modesto y alegre, y Hastur hace de eco a las risas de su señor, y aquel comportamiento llama la atención al de ojos ambarinos, mismo que se endereza y frunce el ceño. El demonio más bajo lanza el archivo a la cabeza del pelirrojo acestando y muestra una fila de dientes.

  —Lee eso.

  —¡¿Qué mierda, Beelzebub?! ¡¿Sabes con quién tratas?! —Crowley se alza y a zancadas enfrenta a Beelzebub— ¡Soy el maldito Príncipe de estos estúpidos Infiernos!

  —¡Lee, mierda! —rugue y él se echa hacia atrás y mira el archivo en los suelos, quizás temiendo lo peor; Beelzebub jamás se hubiera sublevado, no ella.

  A pasos lentos se acerca a la carpeta, reconoce el cuero y el título en la tapa, trémulo se arrodilla y lo alza, las manos tiemblan cuando lee la primera línea "Estimado Anthony J. Crowley, demonio del distrito Edén, Crawley el Caído;", su corazón se desemboca en un trote nervioso y sus ojos ambarinos captan algunas palabras que llaman su atención, mismas que se clavan en el fondo de sus glóbulos oculares, recordando a su interior el verdadero significado de su existencia.

  —Consejo Oscuro —susurra asustado y su lengua de serpiente se enreda en más partes de la carta, sus piernas flaqueando con cada una de ellas y con el zumbido en su oído—, revocado, Príncipe de los Infiernos, revisión temporal por los Jueces de los Infiernos, enfrenta... acusaciones.

  Alza la cabeza y sus iris se posicionan en los contrarios, en aquellos mismos fríos y carentes de piedad o carisma; la respiración agitada y las facciones deformadas en miedo le indican al Señor de las Moscas que su objetivo se cumplió. A Crowley se le seca la boca.

  —¿Acusaciones?

   Y Beelzebub une las manos, amplía el gesto sardónico en su rostro.

  —Son muchas, sólo te puedo contar algunas —murmura paseándose a su alrededor, mirándole del mismo modo en que alguna vez le miró—. Abuso de poder entra en la lista, Crowley ¡Y sorpresa! Procrastinar ante situaciones importantes también, vaya cosa, según los registros no estuviste en la Revolución Francesa tal como mentiste en los memos, es más, te la pasabas bebiendo absurdas cantidades de vinos y salvando a ¿Ángel, era?, no moviste ningún dedo en ninguna de las Guerras Mundiales y poco te importó el Armageddon.

  El demonio de menor altura queda a su par y le mira fijo.

  —Cumplir tentaciones sin una base sólida demoníaca que pudiera excusar tus acciones, los cuales se tiene un total de tres millones ¡Y contando aún! Manipular historiales y archivos, entre ellos los míos, y la cereza del pastel, fraternizas con el enemigo.

the perfect parents // ineffable bureaucracyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora