c a p í t u l o
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Es un día soleado y de temperaturas cálidas, no hay nubes, ni rastro de una posible tormenta, es el momento ideal para una gran fiesta de cumpleaños, o el comienzo del Fin del Mundo, lo que venga primero.
Beelzebub está confundida.
Nadie sabría que Adán Dowling, un niño que estudió en casa toda su vida —o que lo hizo en su mayoría—, podría tener tantos amigos o, en su defecto, muchos seguidores en miniatura, y ella esperaba esperanzada una pequeña celebración entre familiares ¡No esa reunión monstruosa y atestada de mocosos insolentes que se divierten con la desgracia ajena! El demonio contuvo su mano más de tres veces, porque abofetear a esos fetos no era su idea principal, pero no los chasquidos que hicieron caer a los idiotas y partieron más de tres bocas como le hubiera gustado hacer con sus puños; Beelzebub no ama a los niños, ama a un niño, a su hijo, Adán.
La noche anterior al infierno en los jardines de los Dowling, Gabriel y Beelzebub optaron colarse al festejo, y el primer problema surgió; no supieron cómo carajos lo harían sin que nadie note dos presencias raras y un caniche negro con sarna muy hambriento. Ideas iban y venían de la boca del arcángel y el demonio rechazaba cada una de ellas (¡No, Gabriel, no haré de payaso!), hasta que al hombre se le ocurrió que podían tomar unos puestos en los servicios de caterin, y al demonio le sonó grato aquel ingenio. Era el plan perfecto, sólo que no pensaron que los clientes serían esos niñatos desagradables y unos padres irritables.
El demonio se posiciona en una de las mesas de mantel blanco —que de blanco ya no tiene nada— y llena la bandeja de comida chatarra, suministros para los mocosos y para ella. El arcángel se le acerca de atrás y acomodando el corbatín púrpura, un manchón de helado en una de las solapas del traje negro. Ella busca con la mirada algo más que no sea la alta figura de su acompañante que tiene una queja en la punta de la lengua, como en las últimas horas.
El demonio se traga un bollo de leche y Gabriel abre los ojos espantados por varios aspectos.
—Un niño me insultó por no darle otro emparedado de queso y huevo —se lamenta y la mujer alza una ceja mientras mastica —, me dijo que huelo a... G-gallina mojada ¡Cómo sabe el olor de una gallina mojada!
Resopla y revisa el reloj pulsera, pasando de alto la actitud del mayor.
—Me han dicho señor durante más de tres horas, así que cállate, Gabriel.
—Eso no es malo, realmente te ves guapa.
El demonio palidece y el hombre se sonroja como al comprender lo dicho por su propia boca. Tonto, tonto.
—¡Igual a un hombre! Me veo como un hombre, idiota, eso no es un halago —indica y Gabriel entrecierra los ojos —¿Te gustaría que te confundan con una mujer?
—Sólo si es bonita.
—¡Ah por S...! Por Satán, Gabriel —susurra admitiendo que es un caso perdido.
Ambos se dividen en un camino distinto para servir y Beelzebub pone su atención en un Adán rodeado de amiguitos, sonriendo a la par de él dá unos pasos; el niño está muy feliz con los buenos deseos de los mayores y los regalos que se amontonan a millares en una mesa aparte, también parece saltar de alegría aún cuando su padre está ausente en una reunión muy importante. La mujer encamina para ofrecer algún panecillo o simular, sólo quiere verle de cerca y desearle un buen día.
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the perfect parents // ineffable bureaucracy
FanficDónde el maldito Arcángel Gabriel y Lord Beelzebub buscan evitar el Armageddon. • • • Bienvenidos a una nueva aventura inefable. Aclaraciones básicas: ° La historia es de mi pura autoría; la diseñé, imaginé y creé por mi cuenta. La redacción r...