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  c a p í t u l o

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  El Armageddon había sido interrumpido a causa de un error de actitud y aptitud —en un futuro se notaría que, si el Anticristo hubiera sido criado por cierto ángel y demonio, el Fin del Mundo pudo haber marchado bien, puesto que las influencias contradictorias habrían ajustado las malas desiciones del Anticristo—. No fue planeada la consciencia que el niño Young tendría a cerca del significado de la destrucción masiva del mundo; en realidad, los Cielos planificaron cada detalle, sólo que olvidaron al Anticristo en el proceso. Otro error.

  De este modo, dos horas después del horario establecido para el Armageddon que jamás sucedió, Muerte pliega inmensas alas tras la espalda, aquel jinete alias motociclista, mejor dicho, se esfuma brindando una última y escueta reverencia al estoico y algo abrumado Anticristo, mientras un Fiat 600 lila aparece en el aeroparque a una velocidad lenta, a paso de tortuga. Los Ellos miran las tres figuras que descienden del carro; en definitiva, si el mundo en verdad estuvo en manos de ese par de idiotas... Bueno, el chiste se cuenta solo.

  —¿Quiénes son esos? —cuestiona Pepper y Warlock niega con la cabeza y alza los hombros.

  No les conoce ni les interesa. No conoce al alto hombre de cabellos y ropas grises que se tambaleante fuera del diminuto auto como si realmente pudiera manejar allí dentro, menos al otro de peinado raro y traje oscuro que se ríe y luego se pone a olfatear el aire igual que un desquiciado, menos al niño que les sigue y contempla maravillado el entorno caótico de la base aérea, y está el perro enano que huele cada partícula de cemento, ladrando. Aunque nota que Condesa sí parece reconocer al can de manchas, mas le resta importancia.

  ¡Acaba de ver a tres de sus amigas cargarse a tres jinetes, escuchar a Pepper decir perra y descubrir que puede hacer cosas geniales con sólo pensarlas! Vamos, a comparación de lo sucedido, ya nada le importa.

  —Aficionados, seguro —apunta con el fin de dar una explicación, quizás están en una excursión.

  Beelzebub, entretanto y a unos metros lejos, se endereza oliendo su alrededor frente a las no sofisticadas burlas de Gabriel (bromas de perros o algo así), y el aroma característico de los demonios se cuela por su nariz, azufre y pelaje, mucho pelaje chamuscado. Mygga salta de su cabeza para tomar la forma de un caniche rizado, negro, rabioso y sarnoso, y muy juguetón, por cierto; el demonio frunce el ceño al notar que al frente hay cuatro niños mirándole de vuelta, y sabe que el pelinegro de mala cara y con el animal cerca es su hijo, o lo presiente, sí, se guía por las apariencias, y él es el único de fachada de chico malo y heredero de sus genes buenos.

  Camina con el ceño cada vez más fruncido, y toda su atención gira hacia el sabueso infernal grande que induce el miedo a quien le mira, claro, al demonio no se le mueve un pelo, sin embargo ante los ojos de Gabriel esa bestia le parece una monstruosidad salida de los mismísimos Infiernos, en especial cuando babea de aquel modo y rugue en su dirección. Condesa está entrenada para atacar a todo ser con alitas y olor a muffin.

  —Lindo p-perrito —halaga con la voz estrangulada el arcángel.

  Warlock eleva los hombros y chasquea la lengua. Otro adulto más asustado por su Condesa.

  —Cállate, Gabriel, y ¿Warlock Young? —pregunta al pelinegro y le señala con ambas palmas unidas, una costumbre que se le pegó debido a la compañía de cierto idiota.

the perfect parents // ineffable bureaucracyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora