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c a p í t u l o
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  En pueblito pequeño, llamado Tadfield, y al otro lado del continente americano, el Fin del Mundo se moviliza de maravilla bajo los ojos de nadie.

  Warlock Young, un chico de once años de edad, dirige una pequeña legión de niños a una no aventura que consiste en movilizar el panal —alias el "Obstructor o Algo Así"— que impide el acceso al columpio. Están conscientes que no puede salir bien o no tan mal (“—Wensleydale ¿eres alérgico a las abejas?” “—No lo sé, Warlock, pero sí soy alérgico a la miel.”), mas no les interesa. Los Ellos están centrados en saber cómo su amigo continuará con un plan que no es alentador y no está bien diseñado, como la mayoría de los planes.

  El señor R.P Tyler, un hombre bajito y de una considerable moral, camina por las calles con el perrito salchicha de su esposa, Shutzi; no hay día en que él no merodee los entornos en busca de alborotadores o niños malos a quienes castigar y acusar. Es bien sabido que su ley no considera ningún tipo de grises, lo malo es malo y lo bueno, bueno. Por ello, esa tarde vigila atento si hay alguna anomalía en la tranquilidad, y oye las voces alocadas de la pandilla.

  Alza a Shutzi lejos de las fauces del perro de los Young y amenaza al cuarteto que se desplaza en bicicletas. El líder, un muchachito muy malo, le saca la lengua en modo de burla, riendo.

  —¡Tu padre se enterará de esto, Young! ¡Ya lo verás!

  A Warlock Young no le importa, sus padres conocen lo exagerado que es el señor Tyler.

  Un caluroso y estrellado 15 de Septiembre, hace once años atrás, sucedió una de las noches inolvidable para los Young, y para el resto de los vecinos. Mientras, los Infiernos enviaban una cesta con un contenido especial al convento de la Orden de las Parlanchinas de Santa Berilia, y un demonio y su mosca se fugaban de la oficina en busca de su amigo.

  El nacimiento del primogénito de la familia ocurría a mitad de un charla entre las monjas y el padre del recién nacido, y Deidre Young durmió luego, sin saber que el bebé propio era intercambiado por el Anticristo, por un error que nadie notaría en la siguiente década. La pobre mujer no supo ni sabe muy bien la razón por la cual nombró a su hijo como lo hizo, quizás fueron las secuelas que le dejó un parto largo y arduo o porque la hermana Mary Locuaz hablaba y no se detenía, pero recuerda oír el nombre y pensar que era el correcto, aún cuando se esposo casi se infarta al descubrirlo.

  El bebé, las primeras noches, era un desastre grande y que más de una vez preocupó a sus padres, no lloraba ni hacía ruidos o molestaba a las noches cuando eso era lo normal, sin embargo estaba rodeado de insectos, como moscas o grillos, comía mucho, no se saciaba por nada del mundo y tampoco permitía a su madre amamantarle durante la primera y fatídica semana, después se acostumbró a la idea de estar prendido a un seno desconocido y se adaptó a las rutinas, lloró, comió y cumplió con cada aspecto de bebé; el nacido, también, trajo consigo visitas inesperadas y que sus padres nunca hubieran pensando, primero un tipo raro con una lagartija a la que paseaba con una correa y que les felicitó por el gran regalo, una mujer emplumada que sonrió y murmuró que era igual a su madre y padre, y aquel perro, ese mismo perro que atemorizaba a los Young a las noches cuando permanecía fuera de la casa y sollozaba para dejarle entrar, el mismo que salvó a Deidre cuando otro animal quiso atacarle, el canino que el Anticristo adoptó.

  Warlock, a la vista de Deidre, tuvo cambios considerables a medida que crecía, los rizos que una vez fueron rubios se oscurecieron y tomaron un tono azabache inusual, también perdieron la ondulación; Arthur Young aludió las similitudes a cuando él era joven y que era normal, y después los iris celestes se hicieron verdes, y no hubieron explicaciones para el fenómeno, prefirieron callar. Y con respecto al resto, el niño tuvo una infancia placentera. Los bichos le amaban y jamás le picó nada, la imaginación nunca le falló, las estaciones tenían el clima perfecto, y a su corta edad se hizo con dos amigos, Brian, un descuidado y amable chico, y Wensleydale, la voz de la razón, una caja de anécdotas de sus familiares norteamericanos. Claro, eran ellos tres contra el mundo —mejor conocido como patio escolar—, jugaban, bromeaban y huían gateando de los peligros, que en su mayoría eran los adultos y las papillas de manzana.

  A sus cuatros años, Warlock tuvo el auge de diversión que todo infante hubiera deseado, en su cuarto cumpleaños llegó su amada Condesa, una perra doberman de orejas y cola cortada, kilos de pelaje negro, patas pesadas y mandíbula de acero. Pensó en llamarle Rompe Huesos, Satanás o Destructora, pero su mamá apuntó a la cuarta idea que no existía, le gustó la elegancia del mismo y así quedó, y al final conoció a quien sería el último miembro de los Ellos: Pippin Galadriel Hija de la Luna —o Pepper—, pequeña, peleona y agresiva como ningún otra niña, la mano derecha del líder.

  Warlock Young, actualmente, es el chico que vive en la puerta 14 de Hogback Lane, Tadfield. Y el que iniciará el Armageddon mañana.



Qué tal todo? Yo acá, sobreviviendo a la crisis.

Nos leemos en la próxima.

Cactus_03

the perfect parents // ineffable bureaucracyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora