Epílogo.

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•~ e p í l o g o ~•

  Azirafel fue acusado de procrastinar y aislar casos muy importantes que les incumbía.

  Según los registros, el Principado comenzó a fallar apenas un siglo después de iniciar en el cargo de Líder —más por culpa de un demonio que le sometió a conductas hedonistas—, pasaba más tiempo en la Tierra y su librería a que en los Cielos, dejando a cargo al Arcángel Miguel y no vigilaba los comportamientos de los ángeles a su cargo; si el ángel le hubiera prestado atención a cada señal de los inicios, quizás hubiera podido manejar de un modo responsable el tema del Anticristo y detener el golpe que le dejó en la nada. La condena: Una patada directa a la Tierra.

  El Arcángel Gabriel se ubicó rápido en lo alto de la pirámide tal como en un comienzo; aceleró trámites y abrió el antigua área que administraba su hermano Raphael, algo que suena similar a Milagros Conyugales o Compañías, o no era así, no recuerda por lo inútil y poco relevante de ese distrito, el caso es que el arcángel Raphael se contentó mucho y le prometió lealtad, lo cual significa dos puntos a favor, porque es el único que puede convencer a su hermana Miguel y ablandar a esa vieja huraña. Bajo recomendaciones de Rapahel, el nuevo arcángel jefe puso el área de Administración y Archivos bajo los cuidados de Mercy, un ángel muy inteligente y virtuoso.

  Y, si hablamos de Crowley, las casualidades existen o se crean, por que la serpiente también fue directo a parar al mundo terrenal. El Señor de las Moscas decidió que ese demonio no servía ni como botas.

  —¿Quieres más helado?

  Los iris púrpuras viajan rápidos de los cristales celestes al cono de crema helada en las manos demoníacas, ve como se derrite y corre cuesta abajo de un modo muy poco saludable, y piensa que están en una cita, por lo tanto no puede rechazar lo ofrecido. Suspira agitado, lo que uno hace por amor.

  —... S-sí.

  Se inclina y muerde un poco, lamentándose luego. Regla número uno, no muerdes el helado, y al haberlo hecho saca la lengua y hace una mueca rara. Beelzebub sonríe.

  —¿Es asqueroso?

  —No me gustas ensuciar mi templo.

  —Tú y tu estúpido templo, Gabriel.

  Sonó como una regañada y bajo las palabras se esconde una atroz verdad, porque ellos saben y porque Dios sabe que ellos disfrutan de aquel templo todas las noches. Quizás sí hubo luchas entre ellos, discusiones, malos ratos, pero están allí juntos, y eso es lo único que lo vale.

  Ambos unen las manos, amplían las muecas en sus bocas, luego las unen en un beso delicado y corto, añorando el toque del otro. Avanzan por la arena, ambos soltando quejidos sobre lo incómoda que es la arena en los dedos de los pies; es un cálido verano en la isla donde se encuentran, Beelzebub no sabe dónde Gabriel les llevó, sin embargo tampoco quiere saberlo, le es suficiente reconocer la naturaleza en su entorno y las risas de Adán, porque el demonio le prometió al chico una salida, y el Arcángel no se negó.

  —Te amo. 

  Beelzebub contempla el perfil del ser alto, las mejillas le arden de vergüenza y amor. Es repentino el modo de expresarse de Gabriel, ama esa manera suelta que intenta esconder a un hombre sentimental, el amante perfecto. El demonio le jala el brazo.

the perfect parents // ineffable bureaucracyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora