El segundo en que todo cambio.

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Querida:
Nos pasamos la vida intentando aceptar lo que creemos que esta bien hecho, la verdad es que yo un revolucionario por nacimiento siempre he creído que lo que está bien no significa que debe ser hecho, de vez en cuando romper las reglas resulta más bien que seguirlas al pie de la letra y aquí estamos tu y yo, si tú hubieras seguido al pie de las reglas yo jamás te hubiera conocido, jamás te hubiera besado, jamás te hubiera tenido entremos brazos y de esa manera yo jamás me hubiera conocido la felicidad.
Es por ende a esto que yo te digo que la maldad aveces es solo un anónimo para conseguir lo que nuestras almas desean.
Es por eso que te digo que nosotros somos la excepción a la regla, somos la excepción a muchas reglas y otras cuántas que espero poder seguir rompiendo en tu presencia.

La nota cayó de la mano de Madara cuando alguien detuvo su andar.
En otro momento había creído que sería más fuerte, que la vería casarse y que se daría la vuelta decidido al exilio, a vivir bajo la sombra de esa oscura traición.
Sin embargo y en contra de todos y cada uno de sus designios más profundos al solo tacto de aquella mirada todo había cambiado, ella estaba tan hermosa, tan radiante, como una princesa digna de un príncipe -que muy a su pesar no era él y quizás nunca lo sería- pero más allá de ello, en aquella mirada había visto la adrenalina, el dolor que compartieron y más que nada el amor que aún sentían, quizás y una de las tantas razones que lo habían llevado a dar un paso al frente era esa.
Queria entra en el jardín y arrebatarle a aquel principe a su princesa por qué quizás el no la merecía pero ¿no había perdido ya lo suficiente? O ¿Es que acaso los dioses no se apiadarian de un hombre destrozado?
Más el destino le jugó en falso y mientras el avanzaba alguien más lo detenía y cuando su mirada chocó con aquel extraño su corazón dió un vuelco de muerte.
— ¿Qué haces aquí? — quizo saber el hombre delante de él — ¿Es que no te das cuenta de que ya has hecho suficiente daño? Dices amarla pero lo que no sabes es que si la amarás la mitad de lo que dices amarla no le harías más daño, te apartarías de su camino y la dejarías en paz, eso es lo que ella necesita de ti ¿Que tienes que decir?

Madara se había quedado petrificado delante de aquel hombre — Izuna... — murmuró al final.
— ¿Es mi nombre la única cosa que dirás?
— dijeron que estabas muerto
— ¿Ah sí ? ¿Y te dijeron también quien lo hizo?
— ¿De qué hablas?
— ah ya veo, no lo hicieron.
— ¿Quién fué?
— fuiste tú, fue tu egoísta actitud, al final estar emparentado contigo de la manera en que sea termina arrastrandote al mismo agujero.
— hermano...yo
— no, no te atrevas a llamarme hermano.
— ¿Que dices?
— yo volví con una sola razón, voy a proteger a Tenten y la única amenzas sobre la faz dela tierra para ella eres tú, Madara y para derrotarte hice un pacto con el mismísimo diablo.
Los ojos de Madara se abrieron de par en par — ¿Quién te trajo a la vida ?
— el mismo Dios que te quiere muerto
— Urashinki...
— el mismo
— ¡Madara- sama!  —  los dos hombres se giraron hacia la voz femenina que había aparecido a su lado.
La peliazul se detuvo un segundo y tras corroborar que aquel hombre que acompañaba a su maestro era el mismo que había mandado a asesinar antes desenfundó su arma — ¡No! — Madara alzó la voz siendo muy tarde ya, la mujer se había lanzando en un ataque desesperado contra su enemigo y Izuna haciendo uso de la katana que escondía bajo el traje negro había perforado de par en par el abdomen de Ume sin demasiado esfuerzo.
La peliazul resbaló fuera de la hoja de Izuna mientras el arma de esta rozaba la mejilla de Izuna provocado un roze que marcó su mejilla en sangre.
— ¿Que has hecho? — Madara atrapó a la chica antes de caer al suelo — el trabaja para Urashinki- Sama — la boca de Ume se llenó en sangre — el lo ha enviado a matarme a mi y a usted, quiere asegurarse de que toda nuestra organización quede eliminada antes del ataque.
Izuna ladeó el rostro con una sonrisa — y a mi se me pidió matar a una traidora — la espada de Izuna se alzó contra el cuello de Ume — lo terminaré aquí — el brillo de la espada centello cuando le alzó sobre el aire, Ume cerró los ojos con fuerza esperando una estocada que nunca llegó, en su lugar el choque del metal contra el metal inundó la sala y cuando los ojos de Ume se volvieron a abrir la imagen que presenció fue la de dos hermanos batidos en un duelo a muerte, la misma imagen de dos espadas aliadas ahora vueltas cada una en su propio caminó.

Puñetazos de tu ausencia [Sin editar] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora